Nuestra copla (I): la copla, la voz de un pueblo
Música
Heredera de los tradicionales romances, la copla nunca ha perdido su vocación crítica en defensa de los más desfavorecidos
Nuestros amados Beatles (V). Ringo Starr, el mejor baterista del mundo
A finales del siglo XIX y entrado el siglo XX se produjo en la música culta española una clara tendencia nacionalista, iniciada por el músico catalán Felipe Pedrell, y seguida, entre otros, por Isaac Albéniz, Enrique Granados, Manuel de Falla y Joaquín Turina, de los que ya hemos hablado en Diario de Almería. Ya entrados en el siglo XX, esa tendencia nacional alcanzó también a la canción popular. La copla nació así dentro de un movimiento músico-cultural más amplio, pero típicamente español, y su característica principal fue sumar una música comprensible para el pueblo y una letra en la que se concentrara en unos pocos versos todo el contenido de una novela, de una comedia o de un drama. La copla en su letra cuenta siempre una historia y lo hace con planteamiento, desarrollo y desenlace. El inicio de la copla puede encontrarse en 1921 con “La cruz de mayo”, de Valverde y Font de Anta.
Sus protagonistas fueron símbolos nacionales y sus melodías la banda sonora de gran parte del siglo pasado, aunque especialmente de los años 30, 40 y 50 cuando coincidieron el genio y figura de sus intérpretes y el fervor del público. Sin embargo, sus seguidores nunca le abandonaron y ya al final del siglo volvía a resurgir con fuerza. Pero fue el tándem compuesto por García Lorca y La Argentinita quienes dignificaron este incipiente género con una serie de grabaciones de canciones populares antiguas. Sólo en ese ambiente de música popular tienen pleno sentido los discos titulados Colección de Canciones Populares Españolas. Estas canciones se insertan en un momento en el que la copla estaba comenzando a sonar y se estaba convirtiendo en la música del pueblo. Iniciada en los años veinte la copla se consagra en los treinta, en los años de la II República, cuando se escriben desde “Mi jaca” y “La bien pagá” (Perelló y Mostazo) hasta “María de la O”, “¡Ay Maricruz!” y “Ojos verdes” (Valverde, León y Quiroga), por ejemplo. La copla nunca se significó políticamente y por eso se oyó en los dos lados de las trincheras durante la Guerra Civil. En los años cuarenta y cincuenta la copla sencillamente continuó; no hay un antes y un después de la Guerra Civil; ésta no señala frontera alguna; se trató entonces de seguir el camino ya abierto durante la II República. Las coplas se compusieron entonces por centenares, aunque hay que destacar la labor de dos tríos; uno integrado por Quintero, León y Quiroga y el otro por Ochaíta, Valerio y Solano. Y en los años sesenta -lo mismo que le sucedió al bolero y al tango- llegó el atardecer de la copla. Las nuevas condiciones socio-económicas y culturales llevaron a la música popular por otros derroteros. Unos años en que los españoles reían con el llamado teatro de variedades y en los que Estrellita Castro ya popularizaba su famosa “Mi jaca”.
Eran los albores del cine sonoro y estrellas como Imperio Argentina ya contaba con miles de seguidores. También regresaba de una larga etapa en los Estados Unidos y México la que se convertiría en su más rutilante impulsora, Concha Piquer.
El trío antológico, Quintero, León y Quiroga arrebató para siempre el corazón de un público que disfrutaba de un espectáculo que consideraba como propio.
Concha Piquer siempre permanecerá unida a este trío de ases. Regalaron al género una inspiración hasta entonces negada. Mantuvo durante toda su carrera profesional un reinado indiscutible en ambos lados del atlántico (con permiso de Juanita Reina que solo aceptó “cruzar el charco” en tres ocasiones).
Si no hay otro mundo que este;
si me he de morir sin ti
y no he de volver a verte
maldito sea el vivir!!!
Al finalizar la década de los 50, la ciudad de Huelva fue testigo de cómo su voz se quebraba durante una actuación. No espero más avisos. Su decisión, retirarse de los escenarios.
La sevillana Juanita Reina recogía su testigo y las preferencias de un público masivo. Con el espectáculo “Tabaco y seda”, Madrid cayó rendida a sus pies.
Lola Flores es otro de los principales exponentes. Más racial y temperamental, paseó su arte durante casi cincuenta años por todo el mundo hasta su muerte en 1995. Nacida en Jerez, sus inicios fueron más duras hasta que formó pareja artística y personal con otro de los grandes, Manolo Caracol. Pero las miras de la Flores eran muy altas, y en la década de los 50 decide volar en solitario. La película “Ay, pena, penita” y “Morena Clara” la encumbraron al firmamento como una estrella. Su sobrenombre de “La Faraona” lo adopta tras protagonizar en México una película del mismo nombre.
Rocío Jurado es otra figura clave sus innegables cualidades marcaron otra época dorada, aunque sus devaneos con la canción melódica pudieron restar lustre a una intérprete excepcional. Antes de su fallecimiento por esa maldita enfermedad ya se le llamaba…”la más grande”.
Isabel Pantoja con seguidores y partidarios casi a partes iguales, a raíz de la trágica muerte de su marido, Francisco Rivera “Paquirri”, la encumbró hasta el estatus de mito. Su disco “Marinero de luces”, compuesto por José Luis Perales, consiguió vender más de un millón de copias y el reconocimiento masivo del público que se identificaba con el dolor exhibido en sus letras
La copla ha cruzado más de un siglo de vida y se ha consolidado como el más genuino género español. Un ramillete de voces femeninas se convierte en las principales protagonistas, como la Niña de los Peines, Carmen Sevilla, Paquita Rico, Carmen Flores, Marifé de Triana, Gracia Montes y un muy largo etcétera.
El canto, la música y el baile son manifestaciones artísticas cultivadas por nuestro pueblo con una pasión que en nuestros días no tiene parangón en ningún otro sitio.
“Si mi sangre fuera tinta
y mi corazón tintero
con la sangre de mis venas
te escribiría un te quiero”.
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