Las Puras, la ciudad desconocida
Desde este mes de septiembre, el Convento permite las visitas guiadas en su interior: son visitables el claustro sur, la iglesia, coro bajo, refectorio, Sala Capitular o coro alto
Almería/A muy pocos metros de la plaza de la Catedral se encuentra uno de los rincones más antiguos de la capital almeriense y a la vez de los más desconocidos, ya que no se ha permitido su acceso al mismo hasta ahora. Una afirmación que tampoco es del todo correcta: la Iglesia, al ofrecer un servicio público, sí es visitable en horario de misa, como también lo es el acceso al compás, la antesala del complejo, cuya entrada es la principal por la que acceden sus usuarias, las monjas de clausura, y que se encuentra junto al edificio de la UNED. Un edificio, por cierto, que es propiedad de las monjas y que se encuentra arrendado a la universidad a distancia.
El convento de Las Puras lleva desde 1515 en Almería, por lo que se puede decir que estas monjas de clausura son las vecinas más antiguas de la capital. En 2015 celebró su quinto centenario y entonces la Asociación de Vecinos del Casco Antiguo reconoció este acontecimiento con una placa conmemorativa.
Sus terrenos, originariamente tres fincas de recreo de antiguos moros almerienses, fueron cedidos por la Corona de Castilla a don Gutierre de Cárdenas con la conquista cristiana de la ciudad. A la muerte de este, su viuda, Teresa Enríquez, cambió el testamento de su esposo, por el cual se cedían los terrenos a la orden de Las Claras (no llegarían a Almería hasta 200 años más tarde), y esta los cedió a su amiga Beatriz de Silva, amiga también de la reina Isabel la Católica, fundadora de la orden de las concepcionistas franciscanas, Las Puras, que trasladaron su sede desde Torrijos (Toledo) hasta Almería.
Unos terrenos que abarcaban, al margen de todo el convento actual y del edificio universitario, el que hoy es CEIP Giner de los Ríos. Incluso, llegaron a ser las mayores propietarias de la provincia, por donaciones, llegando a poseer una gran cantidad importante de terrenos hasta las puertas de la Alcazaba y por todo el Bajo y Medio Andarax. Todos estos terrenos les fueron expropiados durante los cinco siglos, con especial incidencia en las desamortizaciones del siglo XIX.
Esta congregación, que llegó a reunir a 90 usuarias en un tiempo en el que Puras y Claras se vieron obligadas a compartir convento, está hoy ya por debajo del límite de siete usuarias que marcaría, según la norma, el cierre del mismo y el traslado de las monjas a otro convento. Para evitar esta circunstancia, la solución ha pasado por abrir el espacio al público. Ceder una gran parte de esta pequeña ciudad desconocida para que los visitantes puedan admirarla, manteniéndose privadas algunas de las partes íntimas de su día a día.
Acompañados por el historiador Antonio Sevillano, gran conocedor de la historia del convento, el primer acceso lo realizamos por la entrada principal de las monjas, la puerta situada en la calle Cervantes, entre la universidad y el colegio. Un acceso libre para cualquier ciudadano, siempre con causa justificada, que nos lleva hasta la antesala del convento, con la Puerta Reglar y el torno que durante siglos ha sido el único medio de contacto de las monjas con el exterior, a través de encuadernaciones o la venta de yemas, actividades que ya no se realizan ante la falta de efectivos.
Al resto de estancias abiertas al público se puede acceder desde la calle de José Ángel Valente, entre la Casa del Poeta y la puerta de entrada libre a la Iglesia (en horarios de misa). Abierto al público desde este mes de septiembre, el horario de acceso es de 11:00 a 14:00 todos los días y de 16:00 a 18:00 horas por las tardes de lunes a sábado. El coste de entrada general es de 5 euros, pero hay descuentos para mayores, jóvenes y residentes en la capital, con los menores de 12 años gratis.
Nada más pasar de la entrada se accede al claustro sur, una de las grandes joyas del recinto, a partir del cual se articulan el resto de dependencias. A la derecha, la puerta, cerrada, al cementerio en el que reposan los restos de las monjas, que conserva su adintelado gótico original. A su lado, el acceso a la iglesia, que guarda uno de los retablos más bonitos de la provincia de Almería, junto con el de la iglesia de la Encarnación de Vélez-Rubio. La iglesia, de cajón, muestra una imagen de la Inmaculada Concepción de una talla bellísima y que compartió escondite con la Virgen del Mar durante los años de la Guerra Civil en la casa de un magistrado almeriense.
Desde el altar, a un lado asoma, entre rejas, el coro bajo, al cual se puede acceder sin problema volviendo al claustro y subiendo los siguientes escalones. Desde allí, las monjas siguen la misa. La siguiente parada es la crujía, que separa el claustro sur del claustro septentrional y las instalaciones del obrador donde trabajan, tienen el archivo, la cocina o el ropero, lugares todos estos a los que no se puede acceder en la visita. Es una de las partes más bonitas del convento, en la que se han aprovechado columnas del periodo árabe.
Rodeando el claustro, la siguiente parada es el refectorio, al que da la bienvenida una lápida musulmana encontrada en la restauración. Este espacio ha sido el comedor de las monjas hasta este mismo mes, pasando ahora a otras dependencias debido a la apertura al público de esta estancia. Destacan en su interior el púlpito, en el que una de las hermanas oficiaba los rezos, o los frescos en pared pintados por las propias monjas y que representan diferentes escenas bíblicas. La visita continúa subiendo a la planta superior por unas escaleras reconstruidas con materiales originales y donde vemos una representación de un ángel exterminador, o bien por una pequeña escalera de caracol situada junto a la crujía, no exenta de leyenda.
Ya arriba, espera la Sala Capitular, donde las monjas se reúnen cada noche. Desde allí, se accede al coro alto, otra joya del convento, desde donde las monjas oyen la misa sin entrar en contacto con los feligreses. Esta sala conserva su artesonado mudéjar original y un atril de lectura, del siglo XVI. Desde las alturas, se ve toda la Iglesia en su esplendor.
De vuelta al exterior, junto a una pequeña capilla, la llamada ‘Oración en el Huerto’ con una representación del Niño Jesús y varios frescos de una saga de pintores que fueron restaurados, la última parada es una de las celdas que ha quedado abierta a visita, una pequeña habitación de dimensiones reducidas, con apenas cama, armario y mesita de noche, para el descanso de las monjas de clausura. Rodeando todo este piso superior, se muestra un vía crucis con la pasión y muerte de Cristo.
Todo ello, una serie de instalaciones dispuestas en torno a la iglesia y al claustro sur, formando una pequeña ciudad, desconocida durante poco más de cinco siglos, y que ahora muestra gran parte de su historia al turista, local o visitante.
No hay comentarios