La conquista de la tradición

Esta edición, para potenciar la cultura propia, recupera el traje típico de refajona La mujer cuenta con el vestido de trabajo y el de fiesta, mucho más rico de complementos

Elegancia femenina en un coche de caballos en el viernes de Feria.
Elegancia femenina en un coche de caballos en el viernes de Feria.

EL folklore queda definido, según la Real Academia de la Lengua Española, como el "conjunto de creencias, costumbres, artesanías, etcétera, tradicionales de un pueblo". Es esa tradición con sus idiosincrasias, movimientos y valores culturales propios la que marca la diferencia. Este año, el Ayuntamiento de Almería ha decidido estampar a la Feria la marca Almería. Para ello, ha decidido potenciar las tradiciones más populares que, por ejemplo, se representan en la vestimenta propia de la ciudad. Un vestuario en desuso, poco utilizado -o más bien nada- debido a que los trajes de flamenca, más propios de Andalucía oriental, les ha comido el terreno.

Sin embargo, este año se verá la indumentaria tradicional de Almería en las calles. El traje utilizado por las mujeres es conocido como refajona. Según cuenta Francisco Martínez Botella, miembro de la Asociación Acción por Almería, hay dos tipos de trajes. El de trabajo y el de fiesta.

Señala que el traje de faena de la mujer almeriense se componía de alpargates o esparteñas (al igual que en el hombre), medias -de lana atadas con ligas bajo la rodilla- y camisa. A este respecto, aclara: "La camisa femenina era de lienzo y llegaba hasta los tobillos". Se suman otras prendas al vestuario como las enaguas, de lienzo y que se colocaban sobre la camisa y eran una falda interior, además del refajo, que se trata de la falda exterior, hecha de lana o de lana y algodón.

Sobre el traje femenino de fiesta, Francisco Martínez Botella comenta que se enriquece mucho más que el de trabajo utilizando diferentes complementos y prendas. Por ejemplo, en vez alparteñas para este modelo de vestido se emplean zapatos. En cuanto a las medias, en este caso, son de seda o lana fina. Las enaguas se aumentaban, ya que "la mujer usaba para el traje de fiesta hasta tres enaguas blancas para bufar - o ahuecar- el refajo", puntualiza Martínez Botella.

Respecto al refajo era de lana bordada en colores con motivos florales o decorado con recortes de felpa. Luego se suma el guardapiés, que es una falda de algodón estampado que sustituía en verano al refajo por ser una pieza más fresca. Martínez Botella explica que la camisa era igual que la de diario, pero se diferenciaba con puntillas de encaje en cuello y mangas.

Se suma a la vestimenta la armilla, que es la blusa de raso de seda, paño o terciopelo con una armadura de ballenas -corsé interior acoplado a la armilla- que se colocaba sobre la camisa.

Continúa explicando que con los bocamangas y el cuello muy elaborados, gracias a las ballenas las mujeres estabilizaban la cintura y elevaban los pechos). El resto de prendas que se usaban era el mantón de merino o de Manila, que estaba confeccionado de lana merina y estaba bordado con motivos florales. "El de Manila -aclara- era importado de China, hecho de seda de colores con ricos bordados". También el pañuelo de seda de cabeza (más rico que el de diario). Completaban este traje los collares de coral los pendientes (zarcillos) de plata u oro, anillos e incluso rosarios con cuentas de nácar o azabache que se colgaban del cuello a modo de collar.

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