El Colegio de la Abogacía pone fin a los actos de Santa Teresa con las bodas de plata de más de un centenar de letrados
Tribunales
La nueva sede del órgano colegial acoge el acto de entrega de Escudos de Plata y Diplomas a los abogados que han cumplido 25 años de colegiación
La nueva sede del Colegio de la Abogacía acoge unos actos de Santa Teresa que aúnan modernidad y tradición
Si hace una semana la nueva sede del Colegio de la Abogacía de Almería acogía los actos centrales de la festividad de Santa Teresa, con una jura de nuevos colegiados y la entrega de los Escudo de Oro a aquellos letrados con 50 años de colegiación; este jueves el órgano colegial ha finalizado las actividades en honor de su patrona en este mismo edificio con la entrega de Escudos de Plata y Diplomas a los abogados que han cumplido 25 años de colegiación.
Más de un centenar de abogados, del colegiado 2.353 al 2.463, con un “infiltrado” en la figura del letrado Miguel Moreno, que lo ha hecho con apenas “tres años” de retraso, tal y como ha apuntado en tono jocoso el decano Juan Luis de Aynat, han sido convocados para pasar por el salón de actos del flamante inmueble de la carrera Limoneros a recoger este reconocimiento. Y los que han acudido lo han hecho a una sede que es “de todos, de los presentes, de los que nos antecedieron desde el siglo XIX” y de los que están por venir, según ha ha indicado De Aynat antes de comenzar una maratoniana entrega de Escudos y Diplomas.
María Piedad Sánchez ha sido una de las letradas que han recogido estos símbolos de sus bodas de plata con la abogacía, y la responsable de dirigirse a sus compañeros, con una “chuleta” que no habría necesitado hace 25 años. “Aunque tampoco habría necesitado las gafas”, ha ironizado. También ha tenido palabras de agradecimiento para sus progenitores, lamentando que su padre no haya podido acompañarla en esta ocasión.
“Creo que siempre tuve esta vocación”, ha afirmado la abogada, quien ha aseverado que nunca le pusieron trabas para estudiar Derecho. “Cuando me licencié, sólo quería trabajar. Tenía mucha ilusión”, ha añadido Sánchez, quien se ha referido a su vez al “sacrificio, entrega, compromiso y responsabilidad” de esta profesión que no piensa abandonar, aunque “muchas veces está mal recompensada”, y que tiene “luces y sombras, alegrías internas, triunfos y fracasos”.
“Es posible que recordéis más los fracasos que los triunfos. Cuando nos notifican una sentencia favorable, se nos olvida a los cinco minutos de haberla leído y pasamos a otro asunto. Sin embargo, cuando la sentencia es desestimatoria, yo no sé a vosotros, pero a mí me dura el cabreo cinco días”, ha apuntado.
Tras 25 años, se pregunta cómo ella y sus compañeros han podido llegar a este momento, compartiendo “muchas horas de juzgado” y “muchas confidencias y discusiones”, pero sobre todo aprendiendo los unos de los otros. “Hemos pasado una pandemia”, ha apostillado jocosamente tras recalcar que cualquiera de los presentes podría contar mil y una anécdotas. “En el edificio en el que comparto espacio con mis compañeros, hay también una consulta de médicos. Resulta que se subió en el ascensor un señor mayor que iba esta consulta. Cuando tocó el número de la planta a la que iba, le preguntó a uno de mis compañeros si también iba al médico. Y éste le respondió que no, que iba al despacho de abogados. Y este señor le dijo: Vaya, lo suyo es peor”, ha relatado de nuevo en clave de broma.
Un tono que también ha utilizado para desvelar que recientemente uno de sus clientes, que tenía prácticamente ganado un juicio por robo por falta de pruebas, le pidió pasar un año en la cárcel. “¿Usted no podría arreglármelo?”, le preguntó su patrocinado; una consulta que a la postre se saldó con una conformidad acordada con el fiscal con la única condición de que el año de cárcel fuese ejecutado de manera inmediata.
Acabado este tour de force de recuerdos y de historias vividas con la toga puesta, el decano De Aynat ha tomado la palabra para cerrar el acto, recordando que los colegiados que celebran este especial aniversario pueden encontrar imágenes de sus juras en el último número de la revista ‘Sala de Togas’, dirigida por el penalista José Ramón Cantalejo.
También ha querido manifestar su recuerdo a los ausentes, a todos aquellos que en su día acudieron a la jura de estos abogados y ya no están entre los vivos. Y a los presentes les ha trasladado que hace apenas una semana, la abogada María del Pilar Parra Canet recogía el Escudo de Oro. “Una compañera magnífica, enérgica, de la que me sorprendió mucho que manifestase su apuesta por seguir y no apearse de este dificilísimo ejercicio profesional”, ha recalcado el decano.
De Aynat también ha lamentado que frente a la abundancia de Escudos de Plata, este 2024 sólo ha sido testigo de la imposición de dos de Oro; toda vez que ha confesado que cuando llegó su 25 aniversario se preguntó cuántos de los clientes con los que comenzó perduraban en su despacho, fruto de la “recíproca lealtad” entre letrados y patrocinados. “Si el cliente no vuelve, esperamos que sea porque no le haya sucedido nada”, ya que los miembros de este colectivo son “gestores de la calamidad ajena” que, al igual que los médicos, se dedican a solucionar los problemas de otros, aunque no los padezcan.
Tampoco ha querido dejar la oportunidad de referirse a algo que ya es “casi obligatorio”, la hoja de encargo, para revelar que en un primer momento se mostró reacio a ésta al entender que la relación entre cliente y abogado se basa en la “lealtad”. Con todo, asevera que se ha “allanado” porque considera que lo mejor es advertir a aquel que acude al bufete o despacho que su “aventura jurídica puede acabar fatal. “Es mejor decírselo y ponerlo por escrito”, ha mantenido De Aynat, que ha comparado esta hoja de encargo con el prospecto de los medicamentos y sus largas listas de contraindicaciones.
El decano ha vuelto a recordar cómo los libros de matrículas, el primero de ellos iniciado en 1841, se fueron sucediendo con incorporaciones manuscritas… Entre las que no figuran las de este centenar largo de letrados, ya que ellos fueron registrados en un disquete, que luego fue sucedido por un CD, más tarde por un dispositivo USB, hasta llegar a los ocho últimos jurandos, que ya se encuentran “en la nube”.
“No sabemos lo que nos queda por ver, pero seguro que será apasionante. Espero eso sí, que no nos pille ninguna desgracia, porque hemos vivido en una sociedad hiperabundante. Nuestros padres nos proveyeron de suficiencia. La sociedad se organizó magníficamente mediante un sistema democrático. Hemos vivido holgadamente, en la abundancia. Esperemos que como gestores de la calamidad no tengamos que gestionar ninguna calamidad de la que a diario vemos por la televisión”, ha concluido, no sin antes invitar a participar en el refrigerio organizado por el Colegio.
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