La Catedral de Almería, hacedora de nuestra Historia

La Catedral de Almería en la vida de… José María Verdejo Lucas (Doctor en Historia)

La Historia solo se explica desde la veracidad, algo que conoce muy bien José María Verdejo

La Catedral es un espacio para la paz y el recogimiento de las personas 

La Catedral de Almería, con nombre de mujer

Catedral de Almería 1975
Catedral de Almería 1975 / D.A.
Magdalena Cantero Sosa

28 de julio 2024 - 08:00

La historia, quizá porque todos tenemos la nuestra que vivimos y observamos desde nuestro particular espacio y contexto, pudiera parecer una ciencia social al alcance de todos, y ojalá lo fuera, pero como en todas las ciencias, sin la metodología, el conocimiento, la observación, el estudio y el acercamiento riguroso, libre de nuestra propia contaminación de la escena, deja de ser Historia, para convertirse en un pseudónimo, que aún siendo interesante está exento de rigor y verdad. Y aunque la posverdad inunda la escena y el paisaje, profiriendo tantas verdades como historias, la Historia solo se explica desde la veracidad, algo que conoce muy bien José María Verdejo, acostumbrado a mirar a los hechos con el desapego y la distancia propias de un científico que indaga, pregunta, observa, sabedor de que la clave se encuentra en hacer las preguntas adecuadas para obtener la respuesta correcta. Un hombre, siempre presente en los acontecimientos de la ciudad, a los que inquiere con su mirada aséptica y crítica, cargada de honestidad.

Hace una semana, una pareja de alemanes me preguntó por la Catedral de Almería. Les indiqué por donde llegar-cortesía del viajero- y a continuación, me pidieron consejo sobre si merecía la pena visitarla. Les contesté que para mí era un lugar único. La explicación de esta afirmación viene a continuación. La Catedral es en primer lugar, uno de los escenarios de mi infancia. Su plaza era un lugar tranquilo donde jugar entre esos pequeños jardines y bancos. Desde muy pequeño, recuerdo la impresión que me causaba esa inmensa construcción de ese color tan bello, forjado por sus 500 años de historia. Normalmente las catedrales en Europa suelen ser de una forma que no cuadra con la catedral de nuestra ciudad. De ahí viene el primer rasgo de esta construcción, su originalidad. Otra es, su interior gótico construido en pleno Renacimiento. Hasta los años 60, la Catedral destacaba por su altura en una ciudad de casas de baja altura, de dos pisos o tres pisos como mucho. Ahora la imagen de la Catedral apenas sobresale en este caos de edificios modernos. Está en la plaza más grande del Casco histórico, un lugar sentido donde el tiempo se ha detenido. Aunque tengo que admitir que la nueva plaza de la Catedral es un lugar moderno, adaptado a la búsqueda de espacios diáfanos, no puedo dejar de recordar aquellos pequeños jardines y el jardín escondido en el Claustro. Un jardín que evocaba el Paraíso perdido de nuestra infancia. Mi primer acercamiento a la historia de la Catedral, nos la proporcionó el Hermano Porfirio del colegio La Salle, cuando organizó una actividad pedagógica que en su momento era casi una revolución en los rígidos márgenes de la educación en esos tiempos en 1977. Nos llevó a ver la Catedral por dentro, en una actividad voluntaria. La visita fue por la tarde, fuera de las horas de clase y la protagonizaron nuestros colegas del Colegio. En ese tiempo en que la curiosidad infantil todavía estaba presente en nosotros, nos pareció extraordinario que nos descubrieran dos lugares misteriosos y vetados a las visitas en esos tiempos: la sacristía y el Claustro. La Catedral también la asocio a los recuerdos compartidos de mi madre sobre la imagen de San Valentín y el esplendor pasado que la Guerra Civil arrancó violentamente. Los destrozos de la guerra aún se pueden apreciar en los pequeños detalles en toda la construcción. Las fotos de la utilización de la Catedral como almacén de víveres me siguen provocando cierta inquietud. La Catedral y su entorno también ha sido escenario de grandes y pequeñas películas como Patton en 1969. La llegada a la Catedral desde el antiguo hospital o la calle del Cubo sigue siendo una lección de la búsqueda de la sorpresa en la mentalidad barroca. En una ciudad llena de calles torcidas y estrechas, encontrarse con la majestuosidad de la Catedral, debía ser impactante para los mercaderes genoveses, irlandeses, malteses, campesinos de la Vega y los escasos viajeros que llegaban, martirizados en esas antiguas diligencias o en barcos durante los siglos XVI al XX. En la plaza Bendicho están las dependencias del archivo. Para llegar al interior de esta torre, hay que cruzarse con una placa que pone “Colegio de los Seises “.

El obispo Vicente Casanova y Marzol creó en el año 1918 un coro con 50 niños para cantar en las ceremonias religiosas
Jose Maria Verdejo Lucas
Jose Maria Verdejo Lucas / D.A.

Eduardo del Pina realizó un artículo hablando de este colegio de “los niños del coro”. La idea era crear un colegio de 50 niños que cantarían en las ceremonias religiosas de la Catedral. La iniciativa fue del obispo Vicente Casanova y Marzol en el año 1918. Este colegio desapareció con la Guerra Civil. Durante un tiempo, el obispo, Alfonso Ródenas intento resucitar esta idea en los años 50. Esta torre para mí también tiene un significado especial ya que, en ella, estuve buscando datos para una investigación sobre los años de la Primera Guerra Mundial en la provincia de Almería gracias a la ayuda del canónigo y archivero de la Catedral, Francisco José Escámez Mañas... Para mí, una de los atractivos de La Catedral ha sido su capacidad de renovarse y descubrir nuevos lugares y vistas. El museo catedralicio ha sido una de las últimas apuestas. El último gran regalo que ha hecho la Catedral a la ciudad ha sido la apertura al público de su inmensa torre desde la cual se puede ver una de las mejores vistas del casco histórico. Esta gran torre que fue terminada por el obispo Portocarrero, está dotada con 8 grandes campanas, la más antigua fundida por José Corona en 1781. Pero la Catedral, también es un edificio cargado de emociones. Y muchas de estas, ligadas a las celebraciones anuales de la Semana Santa y el Corpus Christi. De todas ellas recuerdo con especial cariño dos: por un lado la misa dedicada a Ucrania al iniciarse la última guerra con Rusia y otra, el concierto de José Carlos Esteban-Hanza Fernández. Respecto al primero de los actos, fue muy emocionante compartir ese momento con los ucranianos mientras escuchábamos el himno de Ucrania resonando en una Catedral llena. Tan sólo constatar que la guerra sigue por lo que hace más dolorosa la evocación de esos momentos. En cuanto al concierto de José Carlos Esteban-Hanza, el autor, de tan sólo 19 años, partió de un fragmento de una partitura de Antonio de Paz, maestro de capilla de la Catedral en el siglo XVII para crear una obra sublime, con referencias concretas a su abuelo, Emilio Esteban, defensor acérrimo de la atribución del escudo del sol al Obispo fray Diego Fernández de Villalán, enlazando el pasado con el presente y el futuro de este lugar único con una descripción de lo que se estaba tocando a cargo de su tío Emilio en una fecha tan señalada como el 31 de marzo del 2024, Domingo de Resurrección. Fuimos afortunados de estar allí. La Catedral ha sido testigo de nuestra historia con todas sus grandezas y miserias: las consecuencias de las guerras de las Alpujarras, los terremotos que son una constante en nuestra historia, la llegada de los franceses, la intentona de los Coloraos, la visita de Isabel II, el bombardeo de los federales en 1873, la Guerra Civil, las epidemias y la primera pandemia de la historia, la mal llamada “gripe española”, por citar sólo algunos de los hechos más llamativos. La Catedral, por encima de todo, es un lugar para la paz y el recogimiento de personas de todos los países y razas. Su sólida estructura nos recuerda que el deber de seguir luchando por un mundo mejor en estos tiempos inciertos.

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