La Catedral de Almería, dilecta mater

La Catedral de Almería en la vida de... Pilar Alfonso Rodríguez (abogada)

"Cuando aun siendo niña visité la Catedral, sentí el orgullo que uno siente como almeriense, de semejante tesoro"

La Catedral de Almería, medicina para el espíritu

Pilar Alfonso Rodríguez
Pilar Alfonso Rodríguez / D.A.
Magdalena Cantero

18 de agosto 2024 - 08:00

La Catedral es la mayor empresa que se gestó en el siglo XVI, y posiblemente sucesivos, en Almería. Cinco siglos después perdura como el emblema de lo que son capaces las personas, en este caso, fray Diego Fernández de Villalán, cuando se tiene, como él tuvo, la misión y la visión de impregnar teológicamente una tierra sedienta de ella, haciendo visible a Jesucristo, entre los hombres, pero también, acercándonos a una mujer: su madre, bajo la advocación de la Encarnación.

Pilar Alonso es una mujer, discreta y llena de vida, que se ha curtido entre mil empresas, a veces escuchando, otras apretando la mano en los momentos difíciles, pero sobre todo saboreando los éxitos, más exitosos, si cabe, cuando son colectivos, como acostumbra la familia Cosentino, generadora de bonanza y bienestar para miles de personas a lo largo del mundo.

Una mujer que ha contemporizado su trayectoria profesional como jurista con su papel de madre de unos hijos que ejercen de enviados, por el mundo, de esta gran tierra que es Almería, y de una empresa familiar, que ha hecho saltar las costuras de la provincia: Grupo Cosentino.

Desde niña he sentido un gran fervor por Dios y devoción por la Virgen. Cuando todavía era muy joven, con 10 años, llegué en una excursión desde Albox a visitar la Catedral de Almería. En aquel instante, me quedé hipnotizada por la belleza del edificio. Recuerdo pensar, ¡Quién pudiera casarse en esta gran Iglesia! … ya sabemos el discurrir cuando eres preadolescente, pensando y soñando el futuro. También tengo que decir, que fui muy incipiente a la hora de echarme novio y de casarme. Con 17 años, nos echamos las bendiciones Paco y yo. Casi igual que en la Edad Media. Es por eso que tuve aquel pensamiento. El profesor que nos acompañaba me leyó la mente al verme tan entusiasmada. De repente, se acercó y me dijo: no es una iglesia, es una Catedral. Desconocía la historia de arte, una asignatura y un conocimiento que luego sería primordial para mi. Pensé que en semejante templo sólo tendrían opción a casarse Reyes o gentes importantes, y que yo, con estos pensamientos románticamente pueriles no tendría nada que hacer. Pero lo mejor estaba por llegar, cuando entré por la puerta principal a la catedral y como si fuese la más fervorosa del lugar, instantáneamente pensé que mi gran Templo, mi Catedral, era la más hermosa de todas. Y con una sonrisa que lo decía todo, noté el orgullo que uno siente, por ser parte como almeriense, de semejante tesoro. Descubrí un mundo desconocido para mí, impoluto, cincelado en granito, mármol y con retablos dorados, que rápidamente me obnubilaron y me dejaron boquiabierta hasta que conseguí reaccionar.

La visita a la Catedral debiera ser una cita obligada para todos los almerienses para deleitarse con su belleza y magnificencia centenaria

 Después de esta sacudida de arte sacro magistral, volví en mí y continué con la visita, junto al resto de los compañeros del colegio. Después, nos explicaron que la Catedral de la Encarnación de Almería tenía sus orígenes cientos de años atrás en la historia y, que su construcción empezó en la segunda década del S.XVI, obra del arquitecto Juan de Orea, el cual se sirvió de la estela de Diego de Siloé y de Pedro Machuca. No obstante, es necesario destacar la figura del obispo Fray Diego de Villalán, quien dio el impulso definitivo al patrimonio de Almería con la decisión de crear una nueva catedral. Juan de Orea fue el encargado de proyectar la puesta en marcha del templo siguiendo el estilo renacentista del siglo XVI, que tan bien se evidencia en diversos espacios del gran templo. Años más tarde, bajo la orden del Obispo Fray Juan de Puertocarrero se ampliaron las obras de la Catedral de la Encarnación, dando lugar a la Capilla del Sagrario con un rico patrimonio escultórico y que desafortunadamente fue destruido durante la Guerra Civil.

Afortunadamente, tras el conflicto bélico, los obispos promovieron su reconstrucción. Como prueba evidente, están las salas de exposición permanente o el claustro neoclásico. Su confluencia de estilos se puede ver perfectamente en el interior del templo, con la presencia de arcos góticos, arcos de medio punto del clasicismo renacentista y los frontones o columnas corintias del estilo neoclásico. Aunque me llamó especialmente la atención una curiosa pila bautismal ejecutada en barro vidriado verde de estilo morisco, posiblemente de finales del siglo XV o XVI, y que procede de unos alfares de Triana. Para acentuar aun más la curiosidad sobre la pieza, resulta que tiene otras dos hermanas gemelas, una de ellas en Sevilla y otra en Nueva York. Otros elementos interesantes son la rica balaustrada de piedra en el coro profusamente decorado y, también el púlpito.

Fray Diego Fernández de Villalán una vez que conoció nuestra tierra no la abandonó jamás

La visita a la Catedral debiera ser una cita obligada para todos los almerienses, en un año en el que más de 30.000 personas se han deleitado con su belleza y magnificencia centenaria. Somos afortunados de vivir en Almería y, aunque han sido muchos los que han dejado su huella en este templo catedralicio, no podemos olvidarnos de todas las personas que hoy día dedican su tiempo a perpetuarla, resaltando de nuevo, al hombre que al ser enviado a Almería, bien pudo pensar que era el peor lugar para ejercer su apostolado, pero que al conocer nuestra maravillosa tierra, decidió no abandonarla jamás. Ese gran hombre, Fray Diego Fernández de Villalán, que reposa en la Capilla de la Catedral, a los pies del Cristo de la Escucha. Cristo que ha recibido y recibe a los almerienses que se acercan a él, permaneciendo a la espera de los que aún no han entrado a su capilla, a escuchar su voz.

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