La Catedral de Almería, serenidad serena

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Fachada de la Catedral de Almería en los ojos del aqeuitecto Eduardo Blanes
Fachada de la Catedral de Almería en los ojos del aqeuitecto Eduardo Blanes / D.A.
Magdalena Cantero Sosa

23 de junio 2024 - 07:01

En un mundo en el que impera el ruido, la prisa, el desasosiego y la crispación, aún es posible encontrar personas, y no es lo habitual, que conservan la capacidad para hacer emerger ante ellos un entorno de serenidad impropio del siglo XXI.

Blanes Arrufat transita por el Casco Histórico de Almería con un caminar sosegado, pero conocedor de cada palmo por el que pisa, no en vano él ha sido el artífice de la restauración de edificios como el Convento de Las Puras, en el que reina la paz perpetua, o el Monumento a Los Coloraos, en el que su verticalidad implora a la justicia humana, pero también a la divina.

En mi niñez el entorno o el ámbito de andanzas infantiles se limitaba a mi calle o al espacio inmediato a tu casa. Fuera de él salías poco salvo que fueras con tus padres. Yo no pertenecía al entorno de la Catedral, o mejor dicho a su plaza, pertenecía a la de San Pedro y, pese a la escasa distancia a la de la Catedral, ésta constituía un territorio ajeno, con sus propios grupos de niños, con los que no te aventurabas a entrometerte.

El edificio de la Catedral imponía mucho con su alta, pétrea y ciega fachada y no conservo apenas recuerdos infantiles de su interior. Para mí la Catedral era la Plaza de la Catedral, cuando aún conservaba la fuente, la glorieta central con bancos como lugar de encuentro y con la frondosa, altísima y verde enredadera del ángulo con la torre. Imágenes que recuerdo de esa etapa infantil, aunque reconozco que me gusta más su imagen actual.

Me impresiona la magnificencia del retablo en piedra que es su fachada

Luego en el Instituto, durante el bachillerato, en aquellas clases de historia del arte en las que nos proyectaban diapositivas de edificios histórico-artísticos fui descubriendo, entre otras obras de arte, las catedrales góticas y fue cuando comencé a comparar, conocer y apreciar el valor arquitectónico de la nuestra. Ya, desde entonces, me impresionó la magnificencia del retablo en piedra que es su fachada, y del espacio arquitectónico interior que, sin duda, me inició en la valoración de los grandes espacios y obras arquitectónicas, suscitando en mí el interés por el trabajo de aquellos maestros y artistas que fueron capaces de concebirlos y construirlos.

Pero fue el Cristo de la Escucha y su salida en Vía Crucis en la madrugada del Viernes Santo, de la que fui portador de sus andas algún año, el que me unió definitivamente a este templo. En aquellos años juveniles el acceso a su interior era frecuente, pudiendo disfrutar con algún amigo de paseos por el interior de sus naves, sus capillas, su coro y su claustro, poniendo en práctica el refrán de que “aquello que se conoce se ama”. Pero fue durante mis estudios en la Escuela de Arquitectura sevillana cuando recibí el conocimiento del patrimonio, tanto monumental como doméstico, conocimiento que me permitió valorar, respetar, cuidar y amar lo que simbolizaba para nuestra ciudad, la Catedral de Almería.

El Cristo de la Escucha, y su salida en Vía Crucis en la madrugada del Viernes Santo, me unió definitivamente a este templo

En 1974 mi profesor de la asignatura de historia del arte me encargó como práctica del curso dibujar una planta de la Catedral de mi ciudad a escala 1:150. Este trabajo de curso me dio la oportunidad de profundizar en el conocimiento de nuestra Catedral y, de paso, aprendí para toda mi carrera profesional, lo importante que es para el entendimiento arquitectónico de un edificio acercarte a él examinándolo y recorriéndolo detenidamente, palpándolo. Me pasé muchas horas midiéndolo, croquizando cada uno de sus pilares y la proyección de las nervaduras de sus bóvedas de crucería, dibujando y analizando con detenimiento este monumento que ahora cumple cinco siglos. El análisis arquitectónico de la planta de nuestra Catedral evidencia que constituye un ejemplo muy puro y rotundo de una fortaleza defensiva –o alcázar urbano– con una catedral integrada en su seno, de diseño y fábrica estructural tardogótica, de tres naves con claustro y torre adosados rodeados por fachadas ciegas. Para reforzar su carácter defensivo dispone de cubiertas planas transitables, cubos en las esquinas, fachadas como amurallamientos, y un espacio descubierto al sur como patio de armas interior y posterior claustro. Originalmente edificio estaba exento y fueron adhiriéndose edificaciones y privatizaciones por los costados este y sur. Después he seguido admirándola, añorando los momentos en los que permanecía abierta y se podía pasear libremente por su interior, alegrándome de las intervenciones arquitectónicas y urbanísticas, que desde 1985 a la actualidad, han mejorado su entorno urbano y su la plaza, con el incremento sustancial de zonas peatonalizadas, y de la apertura del su ronda perimetral, sur que se gestó en el PGOU de 1986, en el que tuve el honor de participar, y que se culminó años después, mediante la intervención municipal, con su apertura a la ciudad y su reincorporación a la trama viaria, constituyendo un rincón encantador de nuestro casco histórico y que permite comprender la Catedral en su conjunto.

La Catedral cumple 500 años siendo el núcleo patrimonial y religioso de nuestra ciudad, integrado en la esencia de la identidad almeriense, a la que hemos de acercarnos, conocerla y disfrutarla, cada uno, desde cualquiera de los valores intrínsecos que atesora: históricos, religiosos, arquitectónicos, artísticos, culturales o emocionales pues ellos han contribuido en estos siglos a forjar la memoria colectiva de Almería.

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