Las calles de los pajarillos

Almería

Más de una veintena de calzadas del barrio de San Luis dan nombre a aves

Las calles de los pajarillos
Las calles de los pajarillos / D.A.

Almería/Una de las absurdas conspiraciones negacionistas que circulan por las redes sociales sostiene que los pájaros y las aves no existen. Que son artilugios mecánicos que unas mentes perversas echaron a volar para espiarnos. Es evidente que estos negacionistas no han padecido los inconvenientes de que una paloma urbana, de las que abundan en la capital, suelte su ácido excremento sobre esas cabezas llenas de pájaros. De haber ocurrido, ni habrían pronunciado esas maquiavélicas teorías.

Con tanta conjura por negar tampoco habrán tenido tiempo de pasearse por el barrio almeriense de San Luis. Allí, habrían comprobado cómo nuestro Ayuntamiento efectuó en su día un espléndido homenaje a aves y pajarillos bautizando con los nombres de distintas especies a más de veinte calles: Canario, Mirlo, Cóndor, Tucán, Azor, Faisán, Alcotán, Avión, Tórtola, Cardenal, Ruiseñor, Gorrión, Golondrina, Abubilla, Perdiz, Gaviota, Lugano, Perdiz, Alondra, Jilguero …

Es una zona almeriense que preserva el hechizo y el pausado encanto que la capital tenía hace décadas
Calle Canario
Calle Canario / D.A.

Nombres preciosos, evocadores de la naturaleza, en un barrio que preserva el hechizo de una capital de hace décadas. De aquella Almería con vecinos de bata guateá y zapatillas de pelillo paseando en la acera, que no era más que la prolongación de sus pasillos. O señoras asomadas a su enrejada ventana comprobando si se ha calmado el Levante para tender las sábanas en el terrao. Esa hermosura de ciudad aún se palpa en San Luis y en otras pequeñas islas del callejero urbano, que huelen a puchero.

La bulliciosa y cercanísima Avenida del Mediterráneo parece que está a dos leguas y solo alteran la paz la sirena de alguna estridente ambulancia, camino de Torrecárdenas, y los gritos de júbilo de los aficionados al fútbol en el “Tito Pedro” cuando el portero del Pavía detiene un penalti. En el dédalo de las calles de los pajarillos se vive tan bien como antes: sosiego, escaso tráfico, macetas en el alfiz, visillos casi transparentes tras los cristales que se mueven al ritmo del ocaso y casas unifamiliares de puerta-ventana con buzón en la fachada.

Hace más de un siglo, la zona ya se denominaba como “de San Luis”, pero aquellos parajes se vinculaban en la documentación municipal a la barriada de Los Molinos de Viento. Así consta en un atestado de la Guardia Civil por un robo ocurrido entre hermanos en marzo de 1918. También se ha identificado el territorio como la Loma de Acosta o Carrera de Haza de Acosta, pero esas callejuelas son el genuino San Luis por derecho propio.

Calle jilguero
Calle jilguero / D.A.

Ese enclave comenzó a poblarse entre 1956 y 1960, aunque numerosas viviendas se reformaron entre los años noventa y principios del XXI para hacerlas más confortables. Por ejemplo, casi todas las casitas de la calle Golondrina se construyeron a la vez hace 62 años y la empresa “Construcciones Castillo” efectuó varias promociones que vendió de forma directa.

Entre aquel medio millar de almerienses que se asentaron en las calles de los pajarillos y sus proximidades estaban Francisco Sánchez Gómez (1963), Carmelo García Acacio (1962), Ángel Pérez Viguera, Manuel Requena César, Carmen García Ruiz, Antonio Robles Gómez, Luis Guerry Zapatero, Antonio Galindo Rivera, José Díaz Sabio, Manuel Plaza Rubira, Adolfo Márquez Luque, María Moreno Salmerón o Juan Ruano Ortega. Éste era maestro de obras y reformó la emisora Radio Almería en diciembre de 1965.

Hasta finales los setenta, los vecinos debían hacer cola para coger agua en una fuente de dos caños porque carecían de red de suministro

Colas para llenar cubos de agua

Aquello, en la segunda mitad del XX y antes de la expansión de la ciudad hacia los barrios de Torrecárdenas y de Los Molinos, era extrarradio puro y duro y como tal padecía los inconvenientes del poco mimo municipal. Ausencia de luz en las calles, limpieza viaria nula, pozos negros, calzadas pedregosas y sin aceras… Los 592 almerienses que en 1977 ya residían en alguna de las 131 viviendas debían abastecerse de agua potable en una fuente pública cercana a la Bola Azul. La imagen era deplorable, inconcebible, casi de la Edad Media: larguísimas colas de pacientes mujeres de aquellas 170 familias cargadas con garrafas y “demajuanas” para llenarlas en un surtidor de dos caños y luego ir arreando con ellas hasta la casa.

Como muchos problemas cotidianos en esta tierra, hasta que la gente no explotó y llegó al Paseo con pancartas y megáfonos no se solucionó lo del agua. Los vecinos se manifestaron el 31 de julio y el 9 de diciembre el pleno municipal aprobó una partida de 5.730.741 pesetas para las obras de instalación de la acometida general y red de distribución de suministro en San Luis y otros 2,85 millones para 66 farolas. Tampoco había iglesia; los vecinos acudían a misa, funerales, comuniones y bautizos a la de San Isidro, que se bendijo en marzo de 1947, hasta que el Obispado dotó al barrio de un lugar sagrado.

Calle ruiseñor
Calle ruiseñor / D.A.

Aquellas pequeñas casitas tuvieron entre sus pobladores a ciudadanos humildes y trabajadores. Muchos de sus descendientes aún conservan las primitivas viviendas, ahora reacondicionadas y rehabilitadas. En la calle Faisán, los inmuebles se derribaron en 2001 y 2005 y hay unos dúplex estupendos. Por la Loma de Acosta ya bajaba en 1944 el vecino Joaquín Gázquez Cañadas; Encarnación García Muriana poseía una villa con tierras, Miguel Lorente Sánchez (1937) y Juan Martín Almendro (1905-1982) vivieron en la calle Canario y a finales de los cincuenta José Cáceres Fernández se construyó su hogar. En los sesenta existían distintas residencias de campo como la de Francisco Delgado Pérez, granjas como la de los apodados “Los Tíjolas”, chalets como “El Nido” de la familia Fernández de Córdoba y los cortijos llamados “El Canco”, “El Práctico”, “La Nana” o “Córdoba”, ubicado donde luego se abrió la calle Avión. También estaba la “Calera Peregrín”.

En 1975 abrió la farmacia a espaldas del Seminario y Manuel Reina Rubira y María Galindo Ibáñez abastecían al barrio de ultramarinos. Y así, poco a poco, esas peculiares vías estrechas, empinadas y con tan característico encanto se fueron dotando de recursos comerciales. Un taller de cerrajería y otro de neumáticos en la calle Cóndor; la guardería “Nubes de colores” en Cardenal; “Pescadería Cantón”; los “Muebles Pascual Garrido; “Clínica Ayerra” en Alcotán; el taller mecánico de Carlos Carreño Martínez en la calle Jilguero; “Librería El Pirata”; una ferretería; un “outlet” y una panadería en Mirlo; un gimnasio en Gavilán y, cómo no, bares como “Bodega Sánchez”, “Jarana” o “El Somontín”. Así era, y es, este enclave del barrio de San Luis; un lugar con hechizo que conserva el encanto de la Almería de antaño.

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