La calle del Duendecillo

Pequeñas historias almerienses

En 1878 ya existía y ha estado en dos ubicaciones diferentes: junto al Parque y en una travesía de la calle Regocijos

Calle “La Unión”, el atajo escondido

Vista de la calle Duendecillo
Vista de la calle Duendecillo / D.A.

Que Almería capital tiene “duende” es innegable. Y es un encanto misterioso, inefable. No se puede explicar con palabras. ¡Cómo puede gustar tanto una ciudad sucia, caótica en su urbanismo, descuidada en el mantenimiento del bien público y apática e indulgente con la desmesurada y general apatía! Ese hechizo ya no es por las tapas de los bares, que pocas quedan, ni por la “Alcazaba de luz” que cantaba Manolo Escobar, que está semioscura.

El “duende” será por el sol, que pasa aquí el invierno; por la luz que cautiva a los fotógrafos y embelesa a los pintores o, como decía el slogan de hace años, porque somos la “madre de la vida padre”. Es indudable que Almería tiene “duende”. Tanto, que el Ayuntamiento lo ha reconocido y homenajeado en el callejero municipal. Cinco veces cinco. Existe la Carrera del Duende (entre la Rambla y Altamira); Calle de Los Duendes y Travesía de Los Duendes (que serpentean la Catedral hasta el Hospital Provincial); el Camino del Duende (en Retamar bajo) y la Calle Duendecillo (entre Regocijos y Memorias).

A mí, ¡qué quieren que les diga!, de todas ellas me llama mucho la atención la Calle Duendecillo. Además, de las cinco es la más antigua. En 1878 ya existía, pero en una ubicación diferente. Se situaba entre lo que hoy es Reina Regente y el Parque. Algunos de los almerienses con propiedades en esa Calle Duendecillo fueron Bartolomé de Soria Díaz; Encarnación Randó Barceló; Luis Rodríguez Alonso o Ana Soria Hernández, que en 1927 casó con el industrial cervecero José Cañadas López. Cuando a finales del XIX y principios el XX aquella zona se expropió y urbanizó para construir el llamado “Andén de Costa”, a la Calle Duendecillo se la llevaron a la nueva ciudad que se levantaba en las proximidades de El Quemadero y que asumió los nombres de “Barrio Nuevo”, “Rambla de los Regocijos” o “Campo de Regocijos”.

 En el callejero de 1925 aun aparece situada frente al mar, pero en los editados posteriormente se emplaza como travesía de Regocijos, donde sigue. Al principio era una calzada estrechísima, pedregosa y lóbrega, lo que ha llevado a varios autores a creer que el nombre del Duendecillo proviene de los rateros que, aprovechando la oscuridad y el sosiego nocturno, bajaban de las cuevas a robar al descuido hortalizas de las huertas domésticas y aves de corral de los terraos. Seguro que ocurría, pero el nombre de la vía llegó allí “por traslado”.

Un vehículo transita por la calle
Un vehículo transita por la calle / D.A.

Durante los primeros años del XX, aquella zona experimentó un auge poblacional tremendo; tanto que incluso los vecinos tenían una línea de autobús urbano que conectaba con la Plaza de Pavía. Ese año, Luis Sánchez Moncada y su esposa Carmen Ortega Granados (1876-1957) tenían junto a la calle Duendecillo una alfarería y cacharrería que perduró varias décadas; Manuel Martínez una calderería; Rogelio González de Torres una tienda de comestibles en el número 40 y Enrique Salas García otra en el 31. Juan Sánchez se dedicaba a encuadernar libros, Rosario Cabezas, modista y Cristóbal Amate Alías y su esposa Trinidad Mayorga regentaban desde 1903 la bollería “La Marina”, que luego trasladaron a la calle Real. Miguel Zea Verdegay vendía pan, ultramarinos y despacho de patatas tras remodelar su tienda, arrasada por las riadas de 1891

La Calle Duendecillo siguió su evolución urbana y social al compás de las vías cercanas: viviendas para clase obrera; casas del estilo puerta-ventana típico de Almería; escasez de servicios públicos y una vecindad que formaba pequeñas familias. Los chiquillos jugaban en mitad de la calzada casi sin peligro de atropellos y las puertas abiertas aportaban una sensación de proximidad y tranquilidad.

En el número 5 de la Calle Duendecillo residía el brigada de la Guardia Civil Ireno Dolz López con su esposa María Hernández Robles (1885-1964). Tuvieron dos hijos, Francisco y José y el marido pertenecía a la “Venerable Orden Tercera de Hermanos y Hermanas” de la Parroquia de San Agustín, que incluso organizaba modestas procesiones alrededor de la iglesia. Ireno llegó a Almería en 1933, trasladado desde Valencia, y se jubiló en 1939.

En Almería capital están la Carrera del Duende; la Calle de Los Duendes; la Travesía de Los Duendes; el Camino del Duende y la Calle Duendecillo
Placa de la calle Duendecillo
Placa de la calle Duendecillo / D.A.

También vivía allí el joven Manuel Maturana García (1947), que el día de Reyes de 1968 sufrió graves heridas al ser arrollado en el Paseo por el coche matrícula de Madrid 548.741, conducido por Joaquín Moya-Angeler Cabrera. A finales de los setenta, Antonio Núñez García instaló una cerrajería en la esquina con Regocijos.

En la actualidad, la estrecha Calle Duendecillo sigue siendo un remanso de paz, solo alterada por las motillos con el escape libre que suben por Regocijos o los coches con “Saiko” o “FVRV” a todo volumen que bajan por la calle de las Memorias. En los seis inmuebles contabilizados por el Catastro en los 48,3 metros de calzada existen 16 viviendas, todas ellas reconstruidas o rehabilitadas a finales del siglo XX, alguna incluso con aportaciones de la Junta de Andalucía. Hay numerosos locales y garajes particulares, todos sin vado ya que la reducida anchura impide aparcar a cualquier vehículo.

La minúscula Calle Duendecillo posee también su historia cinematográfica. En 2016 algunas de sus casas sirvieron de localización para varias tomas del corto “Tomatoes Fields Forever”, que se presentó al concurso 48x3 del Festival de Cine de Almería (FICAL). Se trataba de una “surrealista reinterpretación del paso de John Lennon por Almería, muy cercana al humor”. El equipo estaba formado por Jaime García Parra, Juan Artero Plaza, Alejandro Lara Martín, Juana Campus Romero y Juan A. Pérez García.

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