“La cabeza casi desprendida del tronco”: el estremecedor relato del crimen de Zhour
Este miércoles ha comenzado en la Audiencia Provincial el juicio contra el acusado, con jurado popular
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“Nunca he visto tanta sangre”. Con estas palabras y la imagen de una cabeza “casi desprendida del tronco” describió uno de los policías nacionales el escenario al que accedió el 7 de agosto de 2023 en un piso de la capital almeriense. En el suelo, junto a un charco de sangre y un pequeño biberón, yacía el cuerpo de Zhour, una joven madre de 27 años que había sido degollada presuntamente por su marido, Y.J., delante de sus tres hijos menores de edad.
Este miércoles ha comenzado en la Audiencia Provincial el juicio contra el acusado, con jurado popular y presidido por la magistrada Alejandra Dodero. Y.J. se enfrenta a 25 años de prisión por un delito de asesinato con las agravantes de parentesco y discriminación por razón de género. En el banquillo, el hombre ha asegurado no recordar nada. No recuerda cuándo llegó a España ni cuándo lo hicieron su mujer y sus hijos. No recuerda haber controlado a su esposa ni tampoco el crimen. Apenas, dice, le viene a la mente la entrada de los agentes en su casa.
Sin embargo, la versión de los policías que intervinieron aquel día y durante la instrucción no deja lugar a dudas sobre lo que sucedió en aquella vivienda. Al llegar, encontraron a Y.J. en el centro del salón, inmóvil, completamente ensangrentado y con el bebé de apenas dos meses en brazos, sostenido con los brazos extendidos. “Estaba en el centro del salón, quieto, con el bebé en brazos”, ha dicho uno de los agentes.
La cocina era un infierno de sangre. El cadáver de Zhour estaba tumbado boca arriba, con el cuello abierto de lado a lado. “La cabeza estaba prácticamente separada del cuerpo”, ha declarado otro de los efectivos, que detalló que la hoja del cuchillo había alcanzado la tráquea, el esófago, las carótidas y varias vértebras del cuello. A su lado, un biberón pequeño reposaba en medio de un charco rojo, junto a una gasita de lactancia. El ataque, no fue instantáneo. Antes del corte fatal, Y.J. asestó varios cortes superficiales a su mujer, que intentó protegerse con las manos, sin éxito.
Los dos hijos mayores del matrimonio, de 8 y 9 años, presenciaron la escena y salieron huyendo al piso de enfrente. “Mi padre ha matado a mi madre”, dijeron al vecino, que alertó al 112. Los primeros agentes en llegar los encontraron llorando, desorientados. “La niña, que era la mayor, preguntaba una y otra vez si su madre estaba bien”, ha relatado uno de los policías
La fiscal del caso, Deborah Díaz-Jiménez Triviño, ha sostenido que el acusado actuó con premeditación. En su escrito de acusación explica que Y.J. sometía a su mujer a un “control asfixiante”, no le permitía salir sola, hablar con otros ni gestionar dinero. En los días previos, según declaró la hermana de Zhour, la situación era insostenible. Discusiones constantes, celos patológicos y amenazas veladas.
“Planeó acabar con su vida”, sostiene la fiscal, quien ha pedido al jurado que haga justicia “por Zhour, que ya no puede disfrutar de sus hijos, su familia ni sus amigos, porque el acusado le arrebató la vida con pleno conocimiento y causándole un sufrimiento innecesario”.
De hecho, durante la declaración policial, uno de los agentes ha recordado cómo el propio acusado reconoció que decidió matarla la tarde anterior, aunque después se contradijo alegando que todo fue fruto de una “paranoia”.
Los agentes también han coincidido en describir una actitud extremadamente calmada en el momento de la detención. “Sorprendía la tranquilidad con la que estaba de pie, sujetando al bebé, en medio de esa escena”. No hubo resistencia inicial para quitarle al niño, pero sí cuando intentaron esposarlo. “Se revolvió, trató de evitar las esposas y luego, ya en los calabozos, empezó a golpearse la cabeza contra la pared”, declaró otro policía.
Una médica tuvo que asistirlo. “Estaba muy agresivo, tuvo que ser reducido en el suelo hasta que llegó el personal sanitario”, señalaron. Ya con abogado, confesó los hechos y reiteró que lo había pensado esa misma tarde. En una frase que quedó registrada por los agentes, al ser preguntado cómo lo hizo, Y.J. hizo un gesto de cortar el cuello con la mano y dijo simplemente: “La he matado”.
A lo largo de la jornada, también se ha escuchado la voz de la acusación particular, que representa a la familia de Zhour. Durante el interrogatorio a los testigos, intentaron sin éxito que los policías valoraran si la actitud del acusado podría haber sido teatralizada. Los agentes se limitaron a describir los hechos observados: inmovilidad absoluta, sangre por todo el cuerpo, mirada perdida. Uno de ellos confesó que, tras años en el cuerpo, nunca había vivido una escena tan sobrecogedora.
El juicio continuará este jueves con nuevas declaraciones. Mientras, la fiscal solicita para el acusado la máxima pena y medidas de protección a largo plazo para los tres menores: cinco años de libertad vigilada, la retirada de la patria potestad, una orden de alejamiento durante 30 años y una indemnización conjunta de 600.000 euros.
En esta línea, la fiscal Díaz-Jiménez se ha dirigido directamente a los miembros del jurado: “Hagan justicia con el acusado, pero sobre todo por Zhour. Y también por Lamya, Yahia y Taha, que jamás volverán a ver a su madre”.
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