El ‘boom’ del invernadero chino empequeñece el mar de plástico almeriense
Las imágenes de los satélites de la NASA identifican una región en el norte del país asiático, Weifang, en la que se han superado las 82.000 hectáreas, más del doble de las que tiene la provincia
Así ha evolucionado el mar de plástico almeriense entre los años 1984 y 2022
Ni las pirámides egipcias, ni la Gran Muralla china, ni la megaciudad futurista The Line en Arabia Saudí, ni la ciudad industrial de Jubail ni el puente de San Francisco. La principal estructura humana perfectamente visible y reconocible desde el espacio era el mar de plásticos de Almería, una concentración de casi 30.000 hectáreas de invernaderos en el Poniente que ha sido captada en reiteradas ocasiones por los satélites de la NASA. Desde el cosmos destaca el blanco radioactivo de los cultivos intensivos que cubren un área tan grande que ha generado un efecto de enfriamiento y reflejan una cantidad sustancial de luz solar. Así lo confirmaba el propio Pedro Duque, exministro de Ciencia y astronauta, que guarda en su retina la imagen desde el espacio de esta franja agrícola del sureste.
El escritor científico norteamericano del Observatorio de la Tierra de la NASA Adam Voiland ha publicado varios artículos en los que reproduce las imágenes captadas en los últimos quince años desde diferentes satélites de la llanura costera del Campo de Dalías. La última fotografía a color del analista Lauren Dauphin corresponde al 24 de mayo de 2022 realizada por el generador operacional de imágenes (OLI-2 por sus siglas en inglés) a bordo del satélite Landsat 9, que fue enviado por la NASA y el Servicio Geológico de los Estados Unidos para monitorizar la superficie de la tierra en septiembre del año anterior. En su artículo reflexiona sobre el milagro agrícola almeriense que ha permitido convertir una de las zonas más secas del continente en la huerta de Europa con cerca de 40.000 hectáreas de superficie invernada.
El balance de la campaña 2023-24 que ha realizado recientemente la Asociación de Organizaciones de Productores de Frutas y Hortalizas de Almería (Coexphal) pone de manifiesto que la provincia alcanzó los 3,93 millones de toneladas comercializadas de frutas y hortalizas por un valor de 3.953 millones de euros. Los cultivos bajo plásticos eran mucho más productivos y rentables que los que se producían al aire libre porque los suelos se mantenían más cálidos y retenían humedad adicional. Comenzaron a expandirse a finales del pasado siglo hasta convertirse en un medio de vida para miles de familias de la provincia y uno de los pilares de la economía provincial, sobre toco con la incorporación de innovaciones como el riego por goteo, el uso de suelo artificial y la hidroponía que aumentaron aún más el rendimiento de las explotaciones en las que se producen de pimientos, tomates, pepinos, calabacines y sandías.
Pero ese mar de plástico que era más visible desde el cosmos que la colosal construcción defensiva del país asiático o las pirámides de Giza ha quedado empequeñecido en los últimos años por el boom que vienen experimentando los invernaderos en China, un país que ya acapara el 60% de toda la superficie mundial con una concentración nunca vista antes en varias tierras de cultivo con diferentes climas en una gran llanura aluvial al oeste de los mares Amarillo y Bohai. El grupo más grande de invernaderos de China y de todo el planeta se extiende a lo largo de más de 820 kilómetros cuadrados (82.000 hectáreas) en Weifang en el noroeste del país, más del doble de las que tiene Almería. Las imágenes de los satélites Landsat 5 (Thematic Mapper) y 8 (OLI) de los años 1987 y 2024 certifican el auge sin precedentes de la superficie invernada en la provincia de Shandong.
Grandes extensiones de tierra de cultivo al aire libre ahora están cubiertas por los plásticos opacos y translúcidos, imponiéndose desde la distancia el blanco al marrón y verde que representa la agricultura más tradicional. Al igual que en la huerta almeriense de Europa, en los invernaderos de China se producen verduras como pepinos, berenjenas y tomates y frutas como fresas, kiwis y pitayas que proporcionan una alimentación saludable para todo el país. Según los estudios de la Universidad de Copenhague, la demanda interna de hortalizas ha impulsado el auge de los gases de efecto invernadero y se ha multiplicado por seis entre 1990 y 2020 la producción de tomates, pepinos y pepinillos de China.
Estos investigadores utilizaron imágenes satelitales de alta resolución Planet Labs y la constelación de satélites europeos Sentinel-2 para mapear a nivel mundial en 2019 los invernaderos que cubren 1,3 millones de hectáreas, casi tres veces más que el registro anterior. "El cultivo en invernadero se ha convertido en un fenómeno global y todo parece indicar que seguirá expandiéndose. Sin embargo, hasta ahora, este fenómeno está creciendo rápidamente bajo el radar y hemos tenido grandes lagunas en nuestro conocimiento de la dinámica que lo impulsa", reconoce Xiaoye Tong, investigadora postdoctoral en el Departamento de Geociencias y Gestión de Recursos Naturales y primera autora del artículo de investigación publicado en Nature Food. Los cambios a largo plazo se pueden comprobar con las imágenes de Landsat, el programa satelital de la NASA que se viene operando desde la década de los setenta.
Los científicos han identificado el año en el que apareció por primera vez la construcción de invernaderos en cada uno de los 65 grupos más grandes del mundo identificados entre 119 países. También han rastreado los cambios que se han producido entre los años 1985 y 2021 en los cinco países con mayor superficie invernada: Weifang en China, Almería en España, Bari en Italia, Antalya en Turquía y Chapala en México. El gigante asiático acapara el 60% de los invernaderos del planeta, seguida por España con un 5,6%, Italia 4,1%, México 3,3%, Turquía 2,4%, Marruecos 2,3%, República de Corea 1,8%, Japón 1,7%, Países Bajos 1,4% y Francia 1,3%. El análisis de los últimos datos satelitales publicado en Nature Food pone de manifiesto que los cultivos bajo plástico cubren ahora más de 13.000 kilómetros cuadrados de tierra (1,3 millones de hectáreas) en todo el mundo, un área del tamaño de los países de Singapur y Qatar juntos, frente a los 300 que abarcaban hace cuatro décadas.
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