Almerienses ilustres (III). José Mª Álvarez de Sotomayor (1880-1947). El hidalgo poeta del campo

A Dios rogando

Pese a su ascendencia pudiente, el poeta cuevano, centra sus versos en los humildes proletarios que han de vivir una dura vida de penurias

Almerienses ilustres (I). Carmen de Burgos

José Mª Álvarez de Sotomayor, poeta del pueblo
José Mª Álvarez de Sotomayor, poeta del pueblo / D.A.
Rafael Lázaro

21 de julio 2024 - 08:00

Antes de la construcción de la presa del rio Almanzora, desde los Orives hasta Palomares, a ambos márgenes del rio se extendía una espaciosa vega densamente poblada por los labriegos del lugar en su mayoría aparceros de terratenientes de la entonces llamada Cuevas de Vera. Este es el escenario natural en el que se inspira y desarrolla la obra poética de Sotomayor, un autor que, con toda razón, pero sin menospreciar el término, ha sido denominado poeta localista o regionalista, tanto por sus poemarios Rudezas, Alma Campesina, los Caballeros del Campo o Romancero del Almanzora, como por su obra dramática La Seca o Los Lobos del Lugar entre otras.

Sotomayor era uno de aquellos terratenientes que, sin embargo, sintió, y así lo manifestó en toda su obra, un profundo respeto por aquellos humildes trabajadores obligados a pagar el rento debido a los propietarios cualquiera que fuese la suerte climática del año.

Pero esta preocupación social no formaba parte de sus primeros escarceos literarios que estuvieron impregnados del romanticismo de Bécquer o Espronceda y de exótica literatura árabe cuyo mundo y modo de vida intentó imitar igualmente en sus hábitos personales. En su primer libro de poemas Mi Terrera, publicado en 1913 y firmado con el seudónimo de Ozmín el Jarax ya se define como Califa de Calguerín, lugar de su propiedad a la orilla del rio Almanzora, una tendencia que se agudiza con la construcción de su casa en la calle La Rambla, que fue conocida como Alcázar de La Sultana en honor a su mujer, dando rienda suelta a sus ensoñaciones orientales que con más o menos fuelle perduraron hasta finales de la segunda década del siglo.

En la segunda etapa literaria de Sotomayor se produce un profundo cambio que, como hemos avanzado, presenta un marcado tinte social, a la vez que una utilización del lenguaje fiel reflejo en la fonética y el léxico de los campesinos usuarios de la época. Veamos un ejemplo: La Seca 1: “…dende que tuvemos aquella derrota dos años van secos, pero arremataos sin que escurra el cielo maldecía gota…”

Por no ser este el lugar apropiado para un análisis minucioso de su obra, remito tan sólo a su drama La Seca, estrenada en Burgos en 1922 que constituyó su consagración definitiva como dramaturgo. Interpretada por la compañía del conocido actor de teatro Enrique Borrás, la obra alcanzó un enorme éxito en las numerosas ciudades de España donde fue representada. Precisamente con motivo del 50 aniversario de la muerte del poeta, el año 1997, en el IEA encargamos la representación de esta obra en el Teatro Apolo, así como una lujosa edición facsímil y numerada del Romancero del Almanzora, la última de sus publicaciones, donde se despide con estas amargas palabras: Acabada mi labor cuelgo mi viejo laúd de hogareño trovador con el amargo dolor que deja la ingratitud.

Muchos años antes, en 1930, en vida del poeta, Diario de Almería dio a conocer el homenaje que se le proponía en la ciudad probablemente por la letra que redactó para el himno de Almería cuya música compuso el maestro Padilla y a cuyo estreno, por cierto, no fue invitado.

Perteneciente a una familia acomodada de Cuevas, su vida de rentista transcurrió entre el ocio y la literatura en la que siempre estuvo presente un punto de nostalgia y tristeza debido, a su entender, por el escaso reconocimiento que recibió en su propio pueblo a pesar de los éxitos literarios conseguidos en otros lares. Véase si no la amargura manifestada cuando tras su éxito poético en el Ateneo madrileño en 1921 fue recibido con un gélido distanciamiento a su regreso. Tampoco fue afortunado en sus relaciones con la política. Sin declarada adhesión a ningún partido, sufrió persecución por parte de las milicias locales hasta el punto de temer seriamente por su vida en varias ocasiones.

Tal fue el desapego que llegó a sentir de sus vecinos que en un arranque de despecho se auto “exilió” durante un año en la vecina ciudad de Vera que le acogió con los brazos abiertos en un multitudinario homenaje que bien debió escocer entre sus paisanos. Otra prueba del rechazo que le produjo la convivencia de muchos de sus vecinos fue la recomendación testamentaria dejada a su hijo: “Pedro es mi deseo que se me entierre en horas de madrugada, a la venida del día, para que no vayan tras de mi cadáver los que zahirieron y mortificaron sin un halago en la vida, por el sólo hecho de haber sido el poeta que más ha cantado la tierra de su cuna”. Palabras textuales del testamento del poeta que su nieta tuvo a bien enviarme antes de fallecer.

Aunque fue reconocido poeta en toda la provincia hasta el punto de que ciudades como Adra, Berja o Dalías lo nombraran hijo adoptivo por el éxito de los recitales que celebró en esos lugares, lo cierto es que hasta recientemente no se ha valorado suficientemente su obra literaria que por fin empieza a ser reconocida.

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