Almerienses atrapados en Barajas, Atocha y otras estaciones: “Nos duele todo el cuerpo”

Apagón eléctrico

Decenas de almerienses se encontraron lunes y martes con rutas canceladas y colas kilométricas

Apagón histórico en la provincia de Almería: más de doce horas sin suministro eléctrico

Almerienses en el caos de Madrid tras el apagón
Almerienses en el caos de Madrid tras el apagón

Madrid/Había quien soñaba con librarse, con no revivir en primera persona la incertidumbre de los vuelos cancelados, la inexactitud de los trabajadores de AENA totalmente desbordados, la desesperación de colas de varios centenares largos de personas, que avanzan mucho más lentos que las manecillas del reloj. Si es que avanzan.

Centenares de almerienses, en diversos puntos de España, vivieron un auténtico caos en su intento de vuelta a casa los dos días pasados. Vuelos cancelados, autobuses retrasados, trenes inoperativos, carreteras colapsadas... Una situación de las modernas guerras tecnológicas, provocada por un apagón inesperado y masivo. Casi como la COVID pero por fortuna, sin tener que lamentar fallecidos.

Al mediodía del lunes, al poco de irse la luz de forma súbita, en Barajas todavía reinaba la organización. Es cierto que muchas tiendas cerraron y que el Metro no llegaba, pero los mostradores de facturación estaban haciendo bien su trabajo y el control de acceso se resolvía sin mayores problemas que funcionar con un suministro eléctrico de contingencia.

El temor, para los pasajeros del vuelo de las 19:50 hacia Almería, comenzó cuando el de Frankfurt o Nantes salían antes, aunque su horario era posterior. Sin embargo, el de Melilla (misma puerta de embarque) sí que había salido bien. La esperanza se conservaba y terminó convirtiéndose en risas y diversión cuando la encargada dio acceso a los tripulantes hacia la provincia. Autobús de tránsito, inesperadamente hasta la T2, y al avión. “Tomen sus asientos y abróchense sus cinturones”, se escuchó por la megafonía. Pero el motor no arrancaba. Veinte minutos después, comenzaba el caos con las palabras del comandante. “Me dicen desde Torre de Control que nos retrasamos hasta las 22:30... Perdonen, acaban de escribirme que hasta las 00:15... Y mientras les estoy hablando, se ha cancelado”.

Guirigay total, un vaso de agua a cada viajero y de vuelta al autobús, que lleva hacia una T4 donde el caos se mezclaba con la desilusión y el cansancio. Eso sí, tensión no hubo en ningún momento. El comportamiento de la gente fue de diez. Como en una de Doce Pruebas de Asterix, cuando lo marean por un edificio de funcionarios romanos para conseguir el formulario A35, los almerienses fueron de mostrador en mostrador, de fila en fila y de oca en oca hasta que, pusieron el huevo en la cola de Atención al Cliente, junto al mostrador 810. Eran las 22:45 y estaban por el número 940. “Nos buscan un hotel, un billete y volvemos mañana para Almería sin problemas”. Ilusiones que pronto se estamparon con la realidad. Eran las 2:30 y aún marchaban por el 900. Con solo tres personas despachando afectados, a ese paso pasaban en Madrid San Isidro.

Pasajeros a punto de subirse en el vuelo que, ahora sí, llevaría a los almerienses a su tierra en la mañana del martes.
Pasajeros a punto de subirse en el vuelo que, ahora sí, llevaría a los almerienses a su tierra en la mañana del martes. / P.L.Rodríguez

Ahí comenzó la desbandada. A la gente en tránsito les llegó un correo con una asignación de vuelo para otro día, hubo quien se compró otro pasajes para miércoles y jueves e, incluso, cuatro personas negociaron con un taxista: “Por 700 euros nos lleva a Almería”.

Las esperanzas se desvanecían entre los que se quedaban, algunos incluso con sus maletas facturadas y sin posibilidad de buscarse otro medio de transporte, hasta que aparecieron dos trabajadores de AENA, muy amables por cierto: el primero, empatizando con la incómoda situación, se puso a despachar billetes, buscando combinaciones y plazas de reserva casi a las 3:00, mientras que la segunda, a las 7:40, hora de embarque del primer vuelo a Almería tras el apagón, fue ubicando a los que estaban en stand by en el avión.

Antes de la alegría y los abrazos, hubo cuatro horas maldurmiendo entre las frías losas de Barajas y los incómodos asientos de la terminal. Ahí salió a relucir el espíritu de camadería de los presentes, cosa que evitó que hubiese cualquier conato de levantamiento, prestándose cargadores, móviles quien tenía cobertura, ropa para abrigarse. “Me duele todo el cuerpo, pero estoy en Almería”, se escuchó cuando el vuelo IB 1037 aterrizaba en el aeródromo de El Alquián.

Miles de personas atrapadas en Atocha, entre ellas muchos almerienses, a la espera de la información de los horarios durante este pasado y largo martes.
Miles de personas atrapadas en Atocha, entre ellas muchos almerienses, a la espera de la información de los horarios durante este pasado y largo martes. / Saray Ayala

Situación bastante parecida en Atocha, donde los trenes de media y larga distancia iban saliendo con retraso, si es que iban saliendo. Las colas y las aglomeraciones las vivió allí Saray Ayala, que explica a Diario de Almería como era la situación caótica que experimentó durante el día de ayer. “Estoy a la espera de que anuncien un tren en el que nos podamos subir. La información la está dando el personal de la estación con un megánofo. Anuncia, por ejemplo, “Tren con destino a Granada hasta las 13:35”, que significa que todos lo que tengan billetes previos a esa hora, lo pueden coger. Pero como no explican nada, hay gente que se está comprando pasajes en otros trenes”, decía la almeriense, sumida en la confusión y el agobio.

Mantas y comida caliente

Pero además de en Madrid, en otros puntos de España también ha habido almerienses atrapados en estaciones. Carlos Lao, estudiante en Cádiz, regresaba hacia su casa con el cóctel de medios de locomoción que tiene que hacer en cada desplazamiento y éste resultó falta en esta ocasión. El tren que lo llevaba de Sevilla a Córdoba, casi lleno, se detuvo sin explicación alguna a la altura de Palma del Río.

“Pasaban los minutos, no sabíamos nada de lo que estaba ocurriendo porque apenas teníamos Internet”, momento en el que aparece un coche por la zona donde se había detenido el tren y el maquinista y el interventor lo asaltan para que diera la voz de alarma: “Menos mal que lo vieron y llamaron a la Guardia Civil, que nos trajo bebidas y refrescos. Ya nos explican lo que ocurre y planean llevarnos en grupos en los coches patrulla hasta un punto donde pudiera acceder un autobús que nos recogiera”.

Estación de Córdoba, con todos los viajeros tumbado en el suelo.
Estación de Córdoba, con todos los viajeros tumbado en el suelo. / Carlos Lao

Y ahí llega otro punto de la historia que saca de quicio sólo con escucharlo. “Nos dicen que nos subamos en un autocar los que íbamos a Granada y en otro los que iban a Córdoba, pero al final nos llevan a todos a Córdoba y nos dicen que allí nos explicarían. Nada de nada, más de trescientas personas estuvimos allí metidas, con la estación cerrada, sin cobertura, un solo enchufe para cargar móviles... y menos mal que la Cruz Roja y la UME nos trajeron comida y mantas para pasar la noche”, explica Carlos, ahora sí de vuelta a casa, pasadas las 18:00, cuando debía de haber salido a las 11:00: “Salieron ocho trenes rumbo a Madrid antes que el mío a Granada”, dice con voz cansada y deseoso de darse una ducha.

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