Almería invisible II. Encuentros con la pobreza extrema. Lecciones de un Sintecho
Encuentros con la pobreza extrema
Testimonio directo de las personas que carecen de un techo bajo el que vivir
Almería invisible I. Encuentros con la pobreza extrema. Mundos paralelos
Una calurosa mañana de finales de agosto, poco después de las nueve, Abdoulaye, un senegalés delgado y con pantalones cortos que aparenta unos 20 años, entra en la sede del Plan de Empleo de Cruz Roja de Almería. Lo atiende Rosa.
«Sufro mucho, mucho. No tengo para dormir». Cuenta que llegó en patera a Canarias y que después lo enviaron a Madrid en un vuelo gestionado por una ONG, pero acabó en Murcia. Allí vivió dos meses en la calle. La noche anterior cogió un autobús hacia Almería.
En el Plan de Empleo no se puede hacer nada por él. No tiene papeles; un requisito para inscribirse. Además, este Plan no gestiona alojamiento. El español de Abdoulaye es muy básico, y la comunicación complicada. Rosa lo acompaña a la sede provincial de Cruz Roja, y a través de un intérprete que habla Wolof (su lengua nativa) le indican que debe ir al centro CASA de Cruz Roja, donde se asiste a los sintecho.
Se va, pero vuelve a las dos de la tarde. El calor aprieta y Abdoulaye está sudando. También tiene la cara crispada, estresada. Porta una bolsa con bocadillos y una tarjeta de usuario del programa de los sin hogar. En el centro CASA puede desayunar, ducharse, lavar su ropa. También tiene acceso a un ordenador conectado a Internet, clases de español, asesoramiento para conseguir papeles ... No es poco; pero es lo que hay, y no puede conseguir alojamiento, que es lo pide con insistencia.
Rosa se ha mostrado especialmente empática con él, y Abdoulaye se agarra a ella como si esta fuese su único sostén en este mundo.
Presencio la escena mientras realizo, como voluntario, un seguimiento de usuarios del Plan de Empleo, una parte de los cuáles son españoles. Los telefoneo para averiguar si los han llamado para trabajar. Técnicos de Cruz Roja han enviado sus currículos a empresas seleccionadas de acuerdo con los perfiles de los candidatos. Dos me han contestado positivamente. Soy también voluntario con UES, la Unidad Móvil de Emergencia Social de Cruz Roja, que asiste en calle a los sintecho. En CASA imparto clases de español. Una mayoría de mis alumnos son jóvenes sin hogar que viven en las calles y parques de nuestra ciudad. Tengo alumnos de Senegal en la misma situación que Abdoulaye, y en una franja de edad similar. Además, soy antropólogo y trabajo en la Universidad de Almería en un proyecto de investigación sobre la asistencia social.
Sentado en una de las sillas de la recepción, el chico se dobla sobre sus piernas y baja la cabeza. Está llorando. Habla de las clases de español que le ha ofrecido Cruz Roja:
«¿Cómo aprender si no duermo? Mi cabeza [está] loca. Quiero llamar a la policía para que me lleven a mi país. No puedo más. Sufro mucho, mucho. Vine a España para … Ay … Vivía mejor en mi país. Trabajo, comida… Esto no me ayuda», dice señalando los bocadillos.
No sabemos qué hacer ni qué decir.
«No lo podemos dejar así. Me da mucha pena», dice Rosa. Se va a su mesa, y coge su teléfono móvil para llamar al Centro Municipal de Acogida. Le aconsejan que Abdoulaye se pase el lunes para hablar con un trabajador social. Es algo, pero hoy es viernes; además, las posibilidades de que entre en el centro son casi nulas. Hay pocas plazas y mucha demanda, pero eso no se le decimos a Abdoulaye porque intentamos darle esperanza.
Soy pesimista y se lo digo a Rosa: «en mi trabajo como voluntario me encuentro cada día con usuarios como él que duermen en la calle, y no hay alojamiento para ellos tampoco».
No veo que se pueda hacer nada, pero quién le dice, «márchate, tienes que conformarte, no hay recursos públicos para ayudarte, para conseguir alojamiento ni para ti ni para muchos otros en tu situación. No es culpa nuestra. Lo sentimos».
Quiero dejar el asunto correr, pero la determinación de Rosa me hace pensar y me acuerdo de mis alumnos senegaleses que duermen en un parque. Abdoulaye se podría quedar con ellos; le podrían ayudar a sobrevivir en la calle. Me viene a la mente la conversación que tuve una noche con Daniela, una voluntaria de UES: «¿Si tuvieses que dormir en la calle, qué lugar elegirías de todos los que conocemos?», nos preguntábamos el uno al otro. Pero Daniela acabó replanteando la conversación de una manera más acertada: «Lo importante no es dónde dormir, sino con quién». Es cierto, la calle es insegura, dura, imprevisible. Un sintecho está siempre expuesto a la agresión y al robo, aunque solo tenga unas pocas y nada valiosas pertenencias.
Rosa no quiere dejar que Abdoulaye vaya solo, andando, en el fuerte calor de un mediodía de finales de agosto. Insiste en llevarlo en su coche (privado, no el de Cruz Roja), y me ofrezco a ir también porque soy quien conoce a los senegaleses.
Bajo un árbol, descansando en el césped sobre un trozo de cartón, veo a Mamadou, mi alumno. Se incorpora, sacándome una cabeza de altura. Con una amplia sonrisa me muestra sus blancos y bien alineados dientes. Nos damos la mano y me señala un cuerpo tendido a la sombra de un árbol cercano. «Allí está Ibrahima, mi hermano». No es hermano carnal sino de fatigas, y otro de mis alumnos.
Le explico la situación y Mamadou palmotea un espacio de yerba a su lado. «Se puede quedar aquí, conmigo», dice. Los presento y hablan en Wolof. La charla tranquiliza a Abdoulaye y agradezco a Mamadou su ayuda.
En el camino de vuelta, le comento a Rosa la ironía de que tenga que ser otro sintecho quien haya ayudado a Abdoulaye a resolver el problema que más le preocupaba, no una institución, ni el estado. Pero es Rosa quien no ha dado su brazo a torcer. Ha puesto su empatía, su coche y su tiempo. Aun así, no le hemos encontrado alojamiento el alojamiento que buscaba, y nos quejamos de la falta de recursos. En realidad, hemos solucionado poco, pero hemos visto en práctica el valor de las redes informales.
Dos semanas más tarde, Mamadou me dice que Abdoulaye se ha ido a Madrid. No sabe más. Durante todo ese tiempo ha dormido junto a mis alumnos senegaleses y ha recibido asistencia de Cruz Roja.
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