El alcalde más longevo del país es de Almería y tiene el enemigo en casa
Elecciones municipales
José Antonio Torres, guardia civil jubilado, cumplirá 98 años en julio. El exconcejal de Cultura y sobrino político ha dimitido del equipo de gobierno y le plantará cara el 28-M
José Antonio Torres Sáez nació en Chercos el 23 de julio de 1925. A sus 97 años ha sido testigo directo de tres cuartos del pasado siglo XX y del primero del XXI. Después de toda una vida profesional ligada a la Guardia Civil en destinos como Lérida, Bilbao, Sevilla, Albacete o Gerona, decidió volver a su pueblo natal cuando se jubiló en 1995 y desde entonces es alcalde siempre bajo las siglas del PP. La que acaba es su séptima legislatura y, pese a rondar el centenario, quiere seguir siendo regidor en la octava. Es el alcalde más longevo del país, de hecho ya lo era antes de su última reelección, pero nunca ha tenido un escenario electoral tan difícil como el que se avecina porque a los ya tradicionales partidos de la oposición se van a sumar al menos dos y con el agravante de que se ha encontrado al enemigo en casa.
El marido de su sobrina, otro guardia civil jubilado que ha sido su concejal de Cultura durante los últimos cuatro años, renunciaba hace poco a su acta porque quiere liderar su propia candidatura. Un jarro de agua fría para su mentor y tío político que no ha escondido su decepción al ser consultado por este periódico, si bien tiene claro que le ganará la partida el próximo 28 de mayo. La deserción de Luis Francisco Barrado de la Viuda, que en los últimos comicios ocupó el número cuatro de la lista y en los de 2011 iba de tercero, pone de manifiesto una fractura y falta de sintonía en el equipo de gobierno actual a sólo unos meses de una nueva cita con las urnas. El PP de Torres Sáez logró cuatro escaños en las últimas, dos el PSOE y uno para un partido independiente (IxC) en su primera concurrencia electoral.
En las próximas repiten las tres formaciones de 2019 y se añaden Vox y el partido por definir del que era mano derecha del alcalde y no dejará de ser su sobrino político. “Una buena revolica”, asegura la cabeza de lista de Independientes por Chercos, María Franco, cuya labor de oposición ha sido intensa en los últimos cuatro años y la ha generado más de una disputa con el equipo de gobierno, incluso en los tribunales. “No hay trabajo, ni oportunidades para los jóvenes, ni actividades ni servicios básicos. El pueblo necesita un cambio porque un alcalde por su edad no reúne las condiciones físicas y mentales necesarias para la gobernanza de un pueblo”, añade. Sin embargo, no es una opinión generalizada en la localidad, con un censo de unos 300 habitantes, y los vecinos han respaldado mayoritariamente al que fuera subteniente de Guardia Civil desde que ostenta el bastón de mando chercarro. Eso sí, ahora el creciente abanico de partidos fragmentará mucho más el voto y ya hay quien muestra su recelo con las nuevas formaciones por si se han ideado estratégicamente para agrupar el sufragio de la derecha y así garantizar otro mandato de los populares.
El propio regidor es consciente de su avanzada edad, y de ciertas limitaciones que conlleva, pero no aprecia ninguna incompatibilidad y, de hecho, asegura que mantiene la ilusión. Ni la pandemia, ni una operación reciente, ni la traición de uno de sus concejales merman un ápice sus ganas de gobernar un pueblo enclavado en la Sierra de los Filabres en el que contrasta el paisaje desértico con los olivos y almendros que se intercalan en sus márgenes. “Me presento por amor a mi pueblo, por una cuestión de dignidad, para que Chercos siga siendo un municipio a al altura de otros más grandes de la comarca en el que no falta ningún servicio. Y lo hago sin subir los impuestos en los 28 años que llevo de alcalde y sin cobrar ni un sólo céntimo”. El alcalde presume del alto grado de formación que tienen los jóvenes en la actualidad y repite una consigna: “La libertad depende del conocimiento”. Es un “viciosillo” de los libros -confiesa- y recuerda que su primera actuación cuando fue elegido regidor fue abrir una biblioteca.
“Nunca tuvimos niños y jóvenes tan preparados, con tantas carreras, son la honra del pueblo”, afirma. Desde el consistorio ayudan a las familias a que sus hijos estudien con becas de 500 euros al año desde primer ciclo de infantil hasta el máster. Aunque se vienen retrasando en los pagos por culpa de la excesiva burocracia que siempre juega en contra de los más pequeños. Es una de las batallas de Torres Sáez y recuerda que tardó tres años y medio en conseguir autorización de la Junta para perforar un pozo. Entiende que las administraciones deben agilizar trámites y ayudar a poner en marcha iniciativas si de verdad quieren frenar el peligroso fenómeno de la despoblación del interior. Es uno de los principales retos en todos y cada uno de sus programas electorales. Chercos superaba el millar de vecinos y en la actualidad no viven ni 200 el día a día, aunque en el último padrón se recogen 301. Un leve repunte demográfico gracias a la llegada de algunas familias británicas y belgas, insuficiente para frenar el problema del éxodo rural. Sólo un 8% del censo son jóvenes, siendo el grupo más importante el de los jubilados que cobran su pensión. Los ingresos de las familias pasan por las canteras de Macael y por iniciativas empresariales locales como Mermeladas Lorusso.
En la localidad hay una panadería, tres bares, dos tiendas de alimentos y el club del pensionista. “Esto es un gran sanatorio, no hay polución, ni un centímetro de tierra sin un árbol, todo lo que respiras es aire puro”, asegura. No le gusta hablar del pasado, ni recordar episodios tan amargos de su trayectoria en la Guardia Civil como el par de años destinado en el País Vasco. Torres Sáez llegó a instruir las diligencias de cinco asesinatos y presenció imágenes que siempre permanecerán en su retina. Cuando estaba en la casa cuartel de Bilbao su mujer sufrió mucho y se despedían cada día cuando se iba por si era el último. En aquellos años era objetivo de ETA e incluso estuvo a punto de sufrir un ataque por un comando que los esperaba en la cuneta junto a un caserío de Amorebieta. En 1978 mandó a un alcalde de un pequeño pueblo en peligro a su casa de Almería, pero cuando volvió lo mataron. De vez en cuando escribe unas memorias, pero siempre las deja a medias. El dolor le impide documentar los hechos que marcaron sus primeros años en el instituto armado.
Prefiere centrarse en el futuro, en lo que queda por hacer en un pueblo al que su gobierno municipal dotó de piscina, tanatorio, iglesia, cine-teatro de cien plazas, puente y desde 2013 un parque de 3.000 metros. "No había servicios cuando llegué y ahora estamos a la cabeza de los pueblos pequeños", explica. Desde la oposición de los independientes, María Franco tiene una opinión bien distinta: "En algunos barrios no hay suministro de agua potable ni contadores, parece que estamos en Burundi y encima se vierten aguas residuales al río porque no tenemos depuradora", añade. No entiende por qué la población sigue siendo tan conservadora en las urnas ni ese temor a cambiar de alcalde. José Antonio Torres Sáez defiende sus casi treinta años de gestión e incide, además, en que las cuentas están saneadas, entre otras cuestiones, porque renunció a recibir salario y dietas desde que llegó. Lo suyo es vocación de servicio público. A pesar del contratiempo del exconcejal díscolo, sigue contando con el cariño de sus vecinos y el empuje de su mujer, un hijo jubilado, una nieta economista y hasta un bisnieto. Y está dispuesto a permanecer en la Alcaldía hasta su último aliento.
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