Tribuna Económica
Carmen Pérez
T area para 2025
El acuarelista almeriense más internacional, Julio Visconti Merino, falleció el 27 de octubre de 2021 después de haber alcanzado cien años de vida en los que se había convertido en todo un referente para la cultura con una trayectoria jalonada de premios y reconocimientos dentro y fuera de la provincia. Casi un siglo de dedicación exclusiva al arte sobresaliendo como un virtuoso de la luz, los colores y la transparencia encumbraron al pintor nacido en Fiñana el 20 de junio de 1921 como maestro de la acuarela de reconocido prestigio que conseguiría que sus paisajes de la provincia, tanto naturales como urbanos, viajaran por medio mundo. Su obra ha trascendido la muerte y el olvido, pero su tumba sigue sin lápida casi tres años después de su entierro al día siguiente de fallecer en el cementerio de Almería.
En el número 48 de la calle 56 del camposanto de San José se encuentra el nicho del artista de ascendencia italiana sin flores ni fotografías ni lápida que lo identifique, sólo un cartel informativo con el nombre y la fecha del sepelio que deja de forma provisional el Grupo ASV Servicios Funerarios. Un olvido imperdonable a la memoria de cualquier fallecido, una ignominia al tratarse de uno de los iconos de la cultura almeriense. Como le dijo Sancho a Don Quijote: “Váyase el muerto a la sepultura y el vivo a la hogaza”. Una situación incomprensible que no ha pasado desapercibida para algunos de los amigos que tanto lo admiraron como persona y artista y hoy lo siguen recordando.
Julio Visconti fue nombrado hijo adoptivo de la capital en 2008, el año en el que fundó la Asociación de Acuarelistas de Almería, su pueblo natal de Fiñana le dedicó una plaza, Roquetas un pasaje situado en el Castillo de Santa Ana y también lo reconocieron la Diputación y la Universidad de Almería con su insignia de oro en la inauguración de los cursos de verano de 2006. Fue nombrado socio de honor de la Agrupación de Acuarelistas de Madrid y ganó, entre otros galardones, el Premio Nacional de Acuarela en 1973, el Jesús de Perceval de la Casa Almería en Barcelona, el de Mejor Acuarelista del Año en 1997 por la revista Correo del Arte, el de Pintores y Escultores de África, la medalla de Felipe Trigo del Ayuntamiento de Madrid, la Uva de Oro de la Casa Almería en Madrid y el de Diario de Almería en 2013.
Aunque Visconti se instaló en Almería en la década de los ochenta, emprendió otros proyectos personales como la adquisición en Guadix de una casa-palacio construida en el siglo XVIII, que rehabilitó, amuebló y decoró con pinturas, antigüedades y objetos de época para convertirla en su residencia y estudio. La donó y convirtió en sede de la Fundación Pintor Julio Visconti, una entidad que desde 2009 viene gestionando este histórico inmueble, su colección personal y legado pictórico. El Ayuntamiento de Guadix también quiso reconocer al artista almeriense este esfuerzo personal, económico y artístico por hacer posible el proyecto y lo reconoció como Hijo Adoptivo y Predilecto. Es más, el alcalde de la localidad accitana recogía a título póstumo la Medalla de Oro de la Provincia que concede la Diputación de Granada pocos días después de su fallecimiento.
Pero ni los múltiples premios, ni los reconocimientos de las instituciones públicas de Almería y Granada, ni la herencia millonaria que dejó a familiares como viviendas en el barrio de Oliveros y el núcleo nijareño de San José, ni la propia Fundación que lleva el nombre del artista han reparado en una triste lápida para su tumba. A finales de octubre se cumplirán tres años de su muerte y el acuarelista almeriense más internacional merecía tener su propio mausoleo en el cementerio de San José (o en el de Fiñana o Guadix) y no una losa provisional sin fotografía ni identificación ni flores. Pero a pesar del atropello, Julio Visconti será eterno por su obra, porque la verdadera muerte radica en el olvido.
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