Mi abuela: "Mi único sueño en la vida ha sido sacar adelante a mis dos hijas"
Protagonista
Dolores Navarro, la madre coraje que dedicó su juventud a sus dos hijas y a trabajar sacrificadamente para que no les faltara de nada
Selu Pérez: "Para mí, la fotografía es una forma de curar heridas"
Hoy tengo el honor de traeros la entrevista que le he hecho a mi querida abuela Dolores. Dolores Navarro Vicente (Almería, 28/03/1928) es una persona inmensamente luchadora, que siempre ha hecho frente a las adversidades de la vida, sin miedo, superándolas paso a paso. Una mujer que se separó de su marido muy joven y que educó y crió ella sola a sus dos hijas, Josefina (mi madre) y Paula, al mismo tiempo que se obligaba a pluriemplearse para así poder salir adelante. Ella con su trabajo se compró su piso y un terreno que partió en dos para el disfrute de sus niñas y cuatro nietos (Paulita, Javier, Jesús y yo), dándoles todo cuanto necesitaban y más. Dedicó su vida a su familia y a trabajar sacrificadamente y jamás nada la detuvo. Este año ha cumplido 96 años y es increíble la capacidad que tiene para expresarse y lo bien que está para su edad, aunque hace más de 10 años tuvo un infarto de corazón y tiene arritmias e inflamación de las dos piernas por la mala circulación de la sangre. Ella para la familia, es un gran ejemplo de coraje y superación a seguir.
R. G. F.: ¿Cómo fueron tu infancia y juventud, abuela, y en que barrios vivías?
Abuela: Nací en la calle Valero Rivera, en el centro de Almería, yo soy la menor de cinco hermanos (Carmen, Pepe, Paco, Paca y yo). Mi padre, Florencio, se dedicaba a la jardinería, trabajaba en la Junta de Obras del Puerto, él era el encargado de toda la plantilla de jardineros; y mi madre, Dolores, era ama de casa. Para la gente mis padres eran un matrimonio ejemplar y unas personas muy buenas. Por cierto, tú tienes mucho de tu bisabuelo, cuando naciste te parecías mucho a él físicamente, con ese hoyuelo en la barbilla que teníais los dos y los ojos claros. Mi familia y yo vivimos en varias casas, en Plaza Pavía, en calle Cruces Bajas y luego, de joven, en el cortijo: en el actual parque del barrio de Los Molinos (de la calle Instinción). Tuve una infancia dura porque cuando tenía 8 años estalló la guerra civil española que duró tres años y luego vino la posguerra que aún fue peor, aunque yo era muy pequeñita.
R. G. F.: ¿Cómo se vivía en la guerra y los primeros años de la posguerra?
Abuela: Cuando ya iba a venir la guerra, mi familia y yo nos refugiamos en el Cortijo de Baeza, que era donde vivía mi tío Antonio. Nos pasamos toda la guerra viviendo allí. En la guerra, de la hambruna que había, sé de gente que se comía a los gatos de la calle. Recuerdo que una noche me acosté sin comer y tenía una cajita pequeña con huesos de algarrobas que mordía porque sentía apetito y no disponía de nada para comer. Había cartillas de racionamiento de alimentos, y desde la madrugada bien temprano teníamos que ponernos a la cola turnándonos la familia para recibir un poco de comida. En las tiendas apenas quedaba comida, por lo que mi hermana a veces tenía que ir a los pueblos en el tren para cambiar objetos de la casa por alimentos. Una vez tuvo que saltar de un vagón del tren a otro porque si le cogían lo que llevaba se lo quitaban. Nunca olvidaré cuando sonaban las sirenas para ir a los refugios...; y como estuvieras vestido, así tenías que salir corriendo para refugiarte de las bombas. Mi madre nos cogía de las manos a mis hermanos y a mí, y cuando estábamos toda la gente ahí abajo, dentro del refugio, todos apegotonados, nos decían repetidamente en voz alta y fuerte que abriéramos la boca. Nosotros la manteníamos abierta todo el rato para que no se nos reventaran los oídos con el sonido de las explosiones. La gente se mataba corriendo bajando en masa a los refugios. Un día, un barco disparó desde la costa alcanzando una de las esquinas del techo del Instituto Celia Viñas. Al principio de la posguerra, con Franco al poder, cada uno vivía como podía. Había mucha pobreza y mucha hambre. No teníamos televisión, ni lavadoras (mi madre lavaba en la pila), ni teléfono,... Después de acabar la guerra, mi hermano Pepe estuvo desaparecido. Se fue a luchar, pero no volvió. Luego después de mucho tiempo, se presentó en casa. Nosotros vivíamos en una cochera por la calle Santa Rita ya que no teníamos donde meternos, en nuestra casa se había metido gente a vivir. Mi hermano estuvo preguntando por todos lados y buscando para saber dónde estaba su familia, hasta que dio con ella. Esa noche tocó la puerta y nos asustamos bastante, no sabíamos que era él. Nos alegramos mucho al verlo dado que pensábamos que había muerto. Y resulta que estuvo prisionero en un campo de concentración en el norte de España. Él era paracaidista. Mis dos hermanos han luchado en la guerra civil española; además, uno de ellos también estuvo en el frente en la Segunda Guerra Mundial.
R. G. F.: ¿A qué escuela ibas cuando eras pequeña? ¿Cómo se llamaba tu profesor o profesora?
Abuela: Con la guerra no había escuelas, pero luego cuando acabó, mi madre fue al Ayuntamiento de Almería y me apuntó en una escuela a la que fui y ahí aprendí lo que sé. Mi maestra se llamaba doña Esperanza.
A sus 96 años ha pasado por dos guerras y una pandemia
R. G. F.: ¿Cómo y cuándo conociste a mi abuelo? ¿Cómo era tu vida a su lado? ¿Y qué recuerdos tienes de él?
Dolores: Yo ya le conocía a él de niña, ya que habíamos sido vecinos. Por entonces, él se paseaba por la puerta de mi casa con el patín, acera arriba y acera abajo, para que mi madre le diera chocolate. Cuando crecimos, de vez en cuando él visitaba el cortijo con amigos de la familia, y así es como empecé a noviar con él. Me casé muy pronto, era muy joven. Mi vida a su lado era un calvario. Me pegaba y bebía alcohol. Tu abuelo me ha dado muchos palos, Rubén. (No le gusta hablar de este tema y se pone seria y nerviosa, enrojecida). Lo dejé (me separé de hecho, nunca nos divorciamos) y me fui a casa de mis padres. Lo único bueno que me ha dado han sido mis dos hijas, Josefina (tu madre) y Paula (tu tía).
R. G. F.: ¿A qué edad falleció y de qué?
Dolores: Yo tenía 41 años cuando él murió, no sé la edad que él tendría. Falleció de cirrosis hepática.
R. G. F.: Criaste a tus dos hijas sola, llevabas toda la casa y además, trabajabas fuera. Unos tiempos realmente difíciles los que viviste, y más aún siendo mujer y en aquella época.
Dolores: Al principio cuando vivíamos en el cortijo, mi hermana Carmen me ayudaba con la comida y yo me encargaba de la casa. Luego, cuando me compré mi piso en la calle Juan Segura Murcia de Los Molinos, ya me ocupé yo sola del trabajo, de mis hijas y de la casa. Trabajaba mucho porque no quería que mis hijas pasaran necesidades, para que no les faltara nada. La mayoría de las mujeres en aquella época no trabajaban fuera de casa. Eran unos tiempos más difíciles y duros que los de hoy. Trabajaba tanto que no veía apenas a mis dos hijas. No pude disfrutar de ellas de niñas todo lo que yo hubiera querido.
R. G. F.: ¿En qué año te compraste tu piso? ¿Y el terreno en El Cautivo (Níjar), que partiste en dos partes, una para cada una de tus hijas?
Dolores: La verdad no recuerdo el año que compré mi piso, sé que eran mis dos hijas pequeñas. Lo estuve pagando durante 20 años, de eso si que me acuerdo bien. En cuanto al terreno, hace ya más de 40 años que lo tenemos. En principio yo quería comprarles una casa a cada una de mis dos hijas, pero como ya me puse enferma por las alergias y no pude reunir el suficiente dinero para dos viviendas, pues compré la tierra en El Cautivo para ellas y mis nietos.
R. G. F.: ¿Qué otros sueños has cumplido en la vida?
Dolores: Como me quedé viuda pronto, mi único sueño en la vida era sacar adelante a mis niñas.
R. G. F.: ¿Abuela, cuál fue tu primer trabajo?
Dolores: Comencé trabajando en el cortijo en Los Molinos limpiando la casa de la dueña, doña Genara; pero al poco tiempo me fui a trabajar a Lérida donde desempeñé mi labor como cocinera en una vivienda particular muy grande, donde también cuidaba por las noches al niño de la casa. Esta familia tenía una fábrica de pasta.
R. G. F.: ¿Cuáles fueron los posteriores trabajos?
Dolores: He tenido muchos trabajos temporales. Siempre que me iba bien, me quedaba; pero donde me iba mal, me largaba. Me jubilé en Unicaja, donde estuve bastantes años como limpiadora fija. Era empleada de Unicaja.
R. G. F.: ¿Cuál fue el momento más feliz de tu vida? ¿Y el más triste?
Dolores: Mis momentos más felices fueron cuando nacieron mis dos hijas y el momento más triste cuando murió una de ellas, tu tía Paula. (Se entristece).
R. G. F.: ¿Recuerdas cuál ha sido la mejor época de tu vida?
Dolores: Cuando mis nietos erais pequeños, fue mi mejor época. Disfrutaba mucho estando a vuestro lado. Ya jubilada, os llevaba al parque, también os echaba fotos con mi cámara y os tenía mucho tiempo conmigo en el piso. También os hacía de comer antes de que entrarais por la tarde al colegio. Por aquel entonces era aficionada a la fotografía y aún conservo mi última cámara, pero seguro ya no funcionará. (Se levanta mi madre que está en el cuarto con nosotros y me la trae, una Kodak KB10 de 35 mm, de carrete, compacta). Me gustaba sobre todo echaros fotos a vosotros, a mis nietos, y también fotografiar los paisajes que veía. Otra cosa que me encantaba era escribir historias.
R. G. F.: ¿Y ahora cuál es tu pasatiempo?
Dolores: Ver en la televisión la serie La que se avecina y las películas que echan, sobre todo de actores antiguos.
R. G. F.: Cuenta uno de tus chistes verdes, que tanto nos hacen reír cuando nos los cuentas en familia en las noches de Navidad.
Dolores: Un pintor que va al convento y se sube en una escalera para pintar. Las monjas que lo ven y se dan cuenta de que trae la bragueta del pantalón abierta. Inmediatamente se juntan y empiezan a preguntarse: ¿Cómo se lo decimos?, ¿cómo le avisamos? Entonces se ponen al piano y cantando se lo dicen: "Señor de la buena ventura, tápese usted la colgadura". Y entonces el hombre le contesta también cantando: "Para decirme que me tape los cojones, no necesito tantas explicaciones". (¡Nos partimos de risa!).
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