Vivir cinco días en un mar de plástico
Un total de 120 horas y 10.000 metros cuadrados asolan los intervalos entre concierto y concierto

A 30º a la sombra, con el salitre que transporta la brisa marina y la polvareda que levanta los pies al ritmo de la música electrónica viven los dreamers. 7.200 minutos de sus vidas en los que el corazón late a una velocidad desenfrenada por la adrenalina que rodea la zona de acampada del festival.
Más de 25.000 personas se alojan durante cinco días en la arboleda con vistas a la orilla de la playa de Quitapellejos, Palomares. Un mar de plástico de tiendas de campaña donde los asistentes, además de descansar, disfrutan de un largo día de sol antes del inicio de las actuaciones. Comen, beben y juegan a las cartas mientras suena de fondo los bajos a ritmo del techno y del EDM provenientes de los disc-jockey más notables del panorama nacional.
Un terreno equivalente a la friolera extensión de 12 campos de fútbol sala que conllevan la colocación de más baños, duchas e infraestructuras de refuerzo que en cualquiera de las cinco ediciones anteriores. En el corazón de la zona de acampada destaca una piscina que hace las veces de pista de baile para un público de 2.500 personas y ofrece comodidades como camas balinesas y un escenario que retumba a 60.000 vatios desde el mediodía hasta ya entrada la noche.
El pinar se reviste de banderas de distintas nacionalidades colgadas de los tendederos que secan la ropa de los festivaleros. Francia, Inglaterra o Gales son los primeros en colonizar los apurados metros de tierra campista. "Nunca he estado en un festival tan grande como este. Hace calor, pero con el mar al lado se pasa el tiempo más rápido, se está muy a gusto, además, la gente es muy simpática, aunque no hablamos español nos comunicamos muy bien. El año que viene repetiremos y lo recomendaremos a todos nuestros amigos", cuenta William, galés de 28 años.
A pocos metros, turistas franceses aseguran a Diario de Almería que Dreambeach es el primer festival español al que han asistido. "Estamos muy felices de estar aquí, sobre todo de poder disfrutar de este camping bajo los árboles que cuenta con playa y piscina con los que poder refrescarse de las altas temperaturas. Hemos estado en el Garorock en el sur de Francia, pero poder ver a artistas como Hardwell, sólo lo ofrece este festival".
Además, el camping cuenta con una zona privilegiada para el público VIP que dispone de una zona vallada y un mayor número de sombras. "Este año el recinto del camping ha instalado más baños y duchas que el año pasado, también, los bares han puesto precios más asequibles y la calidad de la comida ha mejorado. Es el sexto año que vengo y cada vez me sorprende la mejoría que adquiere este evento", declara Cristina Matarín, almeriense amante de los sonidos electrónicos.
Empatía, compañerismo y buenas vibraciones inundan la zona de acampada de Dreambeach. "Hemos venido desde Galicia para ver a Paco Osuna y a Ricardo Villalobos. Para nosotros, son los dioses del techno español actual. El camping es una gozada, es increíble poder convivir durante tantos días rodeados de personas de todas partes", explica Alfredo Lorenzo, gallego de 25 años. Los campistas aseguran que vivir en una tienda es la mejor forma de exprimir la esencia del festival "Es una forma de vivirlo completamente distinta a si alquilas un apartamento o una habitación de hotel. En el camping vives la música las 24 horas del día", sentencia Dani Paniagua, ingeniero eléctrico, amante del Drum and Bass.
Cae la tarde y el camping se queda desierto, los dreamers inician su camino hacia el recinto de conciertos, donde ocurre la magia de los bombos, sintetizadores y melodías envolventes de la electrónica más candente.
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