Virgen del Mar (IV): Leyendas y tradiciones orales

Almería

Milagros. Las leyendas relatan sucesos que tienen más de maravilloso que de histórico, real o verdadero, las existentes en torno a la Virgen del Mar, co-Patrona de Almería, son numerosas y variadas

Grabado de la Virgen en 1727
Antonio Sevillano

23 de agosto 2022 - 08:00

Si la leyenda es una relación de sucesos que tienen más de maravilloso que de histórico, real o verdadero, las existentes en torno a la advocación mariana de la Virgen del Mar, co-Patrona de Almería y sus arrabales de Guércal (sic) y Viator, son muchas y variadas. Cronológicamente debemos relacionarlas desde sus orígenes, obviando, por repetida su llegada el 21 de diciembre de 1502 y el procedimiento seguido desde su avistamiento por el atajador-centinela Andrés de Jaén, al servicio con otros dos compañeros de la Torre de García ¿o la más lírica de Gracia?, topónimo presumiblemente adjudicada tras el suceso tenido por sobrenatural. Auspiciada por dos cuestiones puntuales: el liviano peso de la pesada imagen tras encomendarse “a la Señora para que le diese fuerzas para poder subirla” hasta el primer cuerpo del torreón, su primer camarín. O la licencia poética de juglares y prosistas convirtiendo el paraje yermo y arenoso de dunas en un vergel en el que todos los años florecían blancas azucenas, símbolo de pureza de la Virgen María.

Virgen del Mar, grabado. 1727

Alrededor del suceso de los primeros días conviene recordar como se produjo la entrada de la Virgen a la que sería su definitiva residencia. Según el relato del vigía, la mula que transportaba al prior Juan de Baena saltó la tapia del convento. Pese a que el muro que rodeaba el huerto no debía ser de gran altura o que en su lienzo existiese algún pasadizo o portichuela, en la memoria colectiva prendió la idea de que, debido al esfuerzo para impulsarse, la mula dejó impresa en la rocosa piedra las huellas de sus herraduras. Dicha losa fue retirada en una de las muchas remodelaciones efectuadas en la iglesia y en la plaza. Como asimismo fue retirada la lápida que en los albores del siglo XIX contenía símbolos e inscripciones de la Inquisición; posiblemente mandada a colocar en la fachada por el obispo Mier y Campillo, penúltimo gran Inquisidor en España del Santo Oficio.

Una igualmente rocambolesca cuenta el apresamiento por piratas berberiscos de Jaime Závila, cristiano vendido como esclavo. El prisionero se encomendó a la Virgen del Mar, logrando escapar hasta Ceuta escoltado por dos feroces y protectores leones. Una leyenda más en el marco de lo sobrenatural da cuenta que en 1557 un niño de nombre Lucas, “ahogado en el pilar de Cataranas, próximo los muros viejos de la ciudad”. El morisco Diego Devís se percató de ello y avisó a la familia. Superada la consternación inicial, una de sus hermanas se arrodilló ante la Virgen y el niño, prosigue el relato, “desde el momento de la oración comenzó a dar muestreas de vida, levantándose bueno y salvo”.

Otra historia singular también está relacionada con la propia ciudad: según un documento del deán Orbaneja, a mediados del siglo XVII arribó a la costa un grupo de piratas norteafricanos para saquear Almería. De repente las murallas se llenaron de luces, al tiempo que los asaltantes pensaron que la localidad estaba preparada suficientemente para su defensa. Cabe incidir, además, las innumerables ocasiones en que merced a la intercesión de la Virgen cesaron epidemias de cólera morbo, peste bubónica o desastres naturales en forma de devastadores terremotos. Los sufridos a lo largo de 1804 determinaron que el Municipio solicitara a Roma la declaración como Patrona a la virgen que vino sobre las olas de la mar marinera.

Algunas de tales leyendas tienen visos de verosimilitud, pero la mayoría resultaron fabulaciones que acrecentaron un cierto halo de misterio y romanticismo. En cualquier caso, veraces o fruto de la imaginación popular, lo cierto es que por su sencilla candidez e intrínseca belleza deberían conservarse como piezas henchidas de lirismo.

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