“Todavía soy una oruga, pero pronto podré volar”
Drogadicciones
Almudena de 22 años empieza a ver luz al final del túnel en el tratamiento de su adicción a las drogas. A los 14 años se inició en el consumo de cannabis y a los 18 el de cocaína
A mediados de los años noventa, las drogas ocupaban el segundo lugar entre los asuntos de mayor preocupación de los ciudadanos en el barómetro del CIS. Hoy aparece en los últimos puestos a pesar de que España es uno de los principales consumidores del mundo, sobre todo entre los jóvenes de 14 a 35 años. La percepción claramente en retroceso sobre los riesgos de las drogadicciones no se corresponde con el incremento de los consumos ni las consecuencias de unas sustancias que lastran la vida de miles de personas a diario. En Almería se contabilizaron 61 muertes por reacción aguda a las sustancias psicoactivas entre 2011 y 2015. El pasado año, por ejemplo, en las urgencias de los hospitales almerienses fueron 570 los episodios relacionados con las intoxicaciones y trastornos de las drogas y otros 510 por el consumo de alcohol. Son sólo algunos ejemplos de que no es un problema del pasado, sino de presente y futuro.
De ahí que sea más que necesario el trabajo que realizan las administraciones, de la mano de asociaciones como la de Proyecto Hombre, para que se deje de normalizar el consumo, se desmonten mitos y falsedades en la población diana y, sobre todo, se ayude a los adictos a superar un problema que destroza decenas de vida cada año en la provincia. Y no hay mejor manera de concienciar a los jóvenes que mostrando el drama en primera persona, relatos como el de Almudena -nombre ficticio- que con tan sólo 22 años ha vivido un infierno por las drogas.
Desde el anonimato, explica que inició el consumo de cannabis con 14 años y a los 18 el de la cocaína y otros estupefacientes. Al principio era muy ocasional, cuando salía de fiesta, pero se convirtió en algo diario, una necesidad permanente. En las drogas encontraba “refugio” a problemas que arrastraba como la anorexia, depresión, episodios de violencia de género de su pareja y la enfermedad de su padre. Era la mejor manera de olvidar todo lo que le dolía de una vida difícil. En un fin de semana llegaba a gastar 300 euros en 5 gramos de ‘coca’ que financiaba a plazos porque su novio era narcotraficante. Tenía acceso directo, sin salir de casa, a todo tipo de sustancias e inició el tratamiento para que juntos, su pareja y ella, pudieran dejar atrás una situación que se volvía cada vez más insostenible. Su novio no entró en tratamiento y la relación se terminó: “El dinero fácil que se gana genera más adicción que las propias drogas”.
Almudena inició en solitario la desintoxicación, con una actitud y valentía ejemplar porque tenía los estupefacientes sobre la mesa pero nunca volvería a tocarlos. Dejó su pueblo y cortó su círculo de amistades porque en su mayoría eran consumidores y se marchó a la capital para iniciar las terapias de Proyecto Hombre. El punto de inflexión para que diera el paso de pedir ayuda fue un día que se desmayó en la calle y la tuvieron que llevar a casa. “Daba asco, iba a trabajar sin fuerzas, sin ganas, con muy mal aspecto, al día siguiente te da bajón. Olvidas los problemas por una noche, pero no se han ido cuando despiertas y si te drogas no les puedes plantar cara”. En ese momento era una adicción incontrolable: “Te metes un pollo y no es suficiente, necesitas dos y siempre buscas una excusa para hacerlo. Que si hoy es sábado, que si es festivo, que si el cumpleaños de un amigo... una noche probé la ketamina y parecía la niña del exorcista vomitando sin parar”.
Perdió la relación con su familia y se distanció de su hermana que ha sido una de las personas que más le ha ayudado a superar sus adicciones al venirse a la capital a vivir juntas. En marzo de 2020 se presentó de motu proprio en la delegación de Proyecto Hombre de Almería y desde entonces forma parte del Grupo Joven. Durante la primera sesión le dijeron que pensara en una mariposa del color que le hiciera sentir más tranquila y eligió el azul. Cuando el tratamiento se termine se tatuará esa mariposa azul, pero aún no está preparada: “Todavía soy una oruga, pero pronto podré volar”. Almudena explica que “te enseñan las pautas, a madurar y organizarte, pero no están fuera y necesito mantener el contacto, tengo miedo de volver a caer”.
Esta joven describe una estampa más que preocupante del ocio de la juventud que ha percibido en los últimos años. “En cualquier fiestas te giras y se están metiendo una raya, en los baños hay colas para consumir cocaína”. La clave para que los jóvenes sean conscientes del problema no pasa por explicar las consecuencias y perjuicios que ocasionan las drogas, sino que hay que incidir en otros aspectos como la autoestima y relaciones familiares. “Hoy me siento orgullosa a la vez que culpable”. Almudena ha iniciado la transformación para poder volar a principios del próximo año. Entonces todo lo anterior quedará en un mal recuerdo y esta joven oruga será una mariposa azul.
Mario: “Las familias no somos fracasadas, somos valientes”
El testimonio de Mario es el de un padre coraje que sufrió años de lucha, de lenta agonía, porque su hija se enganchó a las drogas y acabó en la indigencia. No cesó en su empeño de recuperarla y en septiembre completaba una rehabilitación de año y medio en Proyecto Hombre. Todo comenzó cuando llegaron a la capital por un traslado de trabajo. La adaptación de la joven no fue buena y acabó dentro de un círculo de amistades peligrosas. Problemas graves de conducta y consumo de cannabis principalmente generaron mucho más que una adicción, un enorme drama porque se fugaba de casa. Su padre relata que también inició una relación con un toxicómano que malvivía de okupa y la joven se marchó sin recursos sufriendo una situación de violencia de género.
Mario no tiró la toalla, conocía de su juventud las consecuencias de las drogadicciones que vivió en primera persona y nunca dejó que su hija perdiera el nexo familiar. “Me iba delante del edificio en el que estaban en el centro y pasaba allí las horas esperando para verla y pedirle que recapacitara”. Con anterioridad habían tenido más de una discusión acalorada en la que dejó bien claro que en casa no se gritaba a los padres y el respeto no podía faltar por mucha adicción que tuviera, pero esa firmeza no era un obstáculo para mantener el vínculo. “Dinero nunca le daba, le decía que le compraba todo lo que necesitara. Mi hija tenía todo mi cariño y mi tiempo”, argumenta.
Entre 9 y 10 años de adicción antes de solicitar apoyo
Asumir el problema y solicitar ayuda no es fácil para cualquier persona con adicciones. Según los últimos estudios, se tarda una media de 9 años para los hombres y 10 años para las mujeres que se frenan aún más por las cargas familiares y mayor estigmatización
Mario reconoce que un día subió a ver dónde vivía y se le cayó el alma al suelo. “Si me acuerdo me pongo malo, hasta le pagaba noches de hotel para que se duchara porque la veía como una indigente. Estaba muy delgada y con mal aspecto. Pero siempre tuve esperanza, sabía que saldría de eso”, reconoce. No ha sido nada fácil el camino hacia la recuperación. Pasaban días sin ver a su hija, sin saber nada de lo que hacía y, según explica, “no puedes forzarla a que vuelva a casa directamente, hay que hacerlo con paciencia”. La madre sufrió una profunda depresión y Mario no podía dormir por el temor de que su descendiente cometiera algún robo para conseguir dinero y acabara en la cárcel. Hoy trabaja, estudia y ha cambiado de amistades. Ha dejado atrás un infierno gracias a las terapias de Proyecto Hombre y la constancia de un padre que nunca dejó de preguntarle.
Paseos por la playa, cafés en las terrazas, conversaciones sobre lo que pensaba de la vida han dado sus frutos. “Nada más verle los ojos sabía que había consumido. Estaba irascible, con gritos, portazos, nerviosa... en abril del año pasado fue a casa de sus abuelos, salió de fiesta y acabó en Urgencias. A raíz de ese episodio tocó fondo y pidió ayuda y hemos tenido la suerte de conocer a grandísimos profesionales”, asegura este padre agradecido a la labor de Proyecto Hombre. Mario traslada un mensaje claro a las familias que creen que han hecho algo mal: “Les diría que no son fracasados, todo lo contrario, son gente valiente, en la vida se presentan muchos obstáculos y luchan por superarlos”. Y les pide firmeza, aunque duela. “Que hagan de tripas corazón porque no se puede perder nunca el respeto por los padres y si ocurre el que sobra en casa es el hijo”, argumenta. “A veces es necesario que crucen el río y se mojen y nosotros tenemos que estar en la otra orilla para que nos vean cuando quieran volver al nido”.
“En el 99% de los casos son los padres los que piden ayuda”
Gritos, faltas de respeto, episodios violentos e incluso agresiones. Las familias sufren las consecuencias de las drogadicciones de sus hijos y son las que toman las riendas de su recuperación. La directora de la asociación Alba-Proyecto Hombre en Almería, Ana Isabel Mazón, asegura que el 99% de menores y adolescentes que inician terapia han sido empujados por su padres que son los que piden ayuda. “Si a un joven le dices que las drogas son malas ni te escucha, tenemos que buscar otras fórmulas de hacerles ver el problema que tienen y una de las más habituales es la relación con su familia que suele ser mala o estar rota”, añade esta psicóloga y especialista en adicciones.
Ana Mazón explica que les piden a los padres y cónyuges que cierren la puerta y sean firmes: “A veces tienen que tocar fondo para que lleguen a Proyecto Hombre, hasta que no pierden la familia, pareja, trabajo y amigos no se dan cuenta de las consecuencias de sus adicciones y es cuando quieren recuperarlos”. La entidad atendió el pasado año a casi 200 personas en tratamientos que no concluyen hasta recibir el alta terapéutica, un proceso que se puede prolongar entre uno y dos años. “La rehabilitación termina cuando son personas que aportan a la sociedad, suman y no restan”.
Entre los jóvenes usuarios se dan diferentes adicciones, incluida la de las nuevas tecnologías, pero el detonante suele ser el cannabis y los adultos presentan una mayor dependencia de otras sustancias como la cocaína. “Lo primero es que tomen conciencia y después vencer esa resistencia que tienen a pedir ayuda”. Los progenitores son los que dan el paso definitivo de contactar con la asociación. “Ven episodios violentos, irritabilidad o encuentran sustancias en casa y es cuando comprenden que su hijo necesita ayuda psicológica”. “Nuestros programas permiten que sigan con su ritmo de vida, no tienen que estar aislados. Entre los factores principales destacaría el trabajo con la autoestima y gestión emocional y el cambio de las redes sociales para eliminar los factores de riesgo”, concluye Ana Mazón.
Proyecto Hombre tiene a 189 personas en tratamiento
La memoria anual de Proyecto Hombre del último año mantiene cifras similares a la de ejercicios previos sin pandemia. Han sido 189 las personas en tratamiento, 57 las que han participado en el programa de prevención indicada y 569 en prevención universal que realizan en colegios e institutos. La asociación cuenta hoy con 53 voluntarios y 144 socios, además de recibir la colaboración de 35 instituciones provinciales. Los perfiles de los usuarios son para el hombre de 34 años, situación laboral activa, de la capital y el Poniente que solicita ayuda por consumo de cocaína, alcohol y cannabis. El de las mujeres está en 31 años por cocaína y cannabis y nivel de estudios superior al de los varones aunque el índice de desempleo es mayor. Los jóvenes oscilan entre 14 y 21 años con y la demanda principal es el cannabis, aunque es frecuente que presenten uso abusivo de alcohol y cada vez más de las tecnologías.
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