Semana Pasionista (y IV): Entierro y Municipalidad
Crónicas desde la ciudad
Un plenario municipal en abril de 1844 le confirió el título de “oficial”. Desde ese año, y de su propio peculio, los concejales corrieron con los gastos inherentes a la procesión
Almería/A comienzos del siglo XIX y por tanto antes de sus Constituciones en 1923, en las que por concesión de Alfonso XIII ostentó el título de Real Cofradía -siendo el Dr. Eduardo Pérez Cano su hermano mayor-, dejábamos el Sepulcro en san Pedro el Viejo, hoy de las Esclavas del Santísimo Sacramento (no confundir con la actual de la Glorieta), bajo la presunción de que la familia Vílches lo sacaba en procesión la tarde-noche del viernes Santo. No obstante, un mínimo de autores subraya que en esta centuria la responsabilidad recayó en el Ayuntamiento, pero discrepan del año en que adquirió carácter de oficialidad. Para de una vez por todas despejar dudas me impuse la tarea de revisar pacientemente las actas plenarias del cabildo municipal en cien años; trabajando con ellas hasta el último tercio en que la prensa local tomó el relevo a la fuente archivística.
Al respecto, se impone una mínima contextualización tiempo/espacio. Finalizando la centuria dieciochesca una Real Orden propició la enajenación de bienes propios de hospitales, hospicios, casas de misericordia, de reclusión y expósitos, cofradías, memorias, obras pías y patronatos de legos, amortizándolos a sus propietarios a un interés del 3% anual. En 1810 los franceses ocuparon Almería al tiempo que José Iº Bonaparte mandó suprimir nuevamente las órdenes religiosas existentes en el país. Tras las Cortes de Cádiz de 1812 y el Trienio Liberal (1820-1823) el rey felón, Fernando VII, regresó al trono, reanudándose la Feria agosteña, incluida la procesión de alabanza de la Patrona. Cuando la minoría de edad de Isabel II durante la Regencia de su madre, María Cristina, y el soporte militar del general Espartero, además de a Santo Domingo, el Ayuntamiento asistía regularmente a la catedral y conventos de San Francisco y de La Concepción (Las Puras) en la festividad de Reyes, La Candelaria, Bula de la Cruzada, Letanías, san Marcos, san Indalecio, Corpus Christi y su Octava, san Jacinto, Ángeles Custodios, La Purísima, Voto (por los terremotos de 1790) y san Esteban. Pero no al Entierro de Cristo.
Patronazgo del Ayuntamiento
Pese a que el Municipio solía obsequiar al cabildo catedralicio y a autoridades el domingo de Ramos al concluir la procesión de las Palmas, no tenemos constancia en los libros de actas de que concurriese un viernes Santo hasta la Sesión ordinaria del 2 de abril de 1844. Se iniciaba el Periodo Moderado, con Isabel II ya mayor de edad y Joaquín de Vílches ostentado la alcaldía:
Penetrado el Ayuntamiento de que disueltas las Corporaciones que en los últimos años tomaban la iniciativa, y subvenían a los costos para la procesión del Entierro de Cristo, o sea Santo Sepulcro, que se celebra en la tarde del viernes Santo, se tocan inconvenientes para que la haya este año. E interesado eficacísimo en cuanto pueda contribuir a la pompa y magnificencia del Culto y actos propios de nuestra santa Religión, acordó por unanimidad hacerse cargo de la citada procesión, sufragando sus gastos del peculio particular de los Sres. Concejales (…), convidándose para dicho acto religioso a la asistencia de todas las Autoridades, corporaciones y particulares; y para que nada falte a su grandeza (…) se comisionó a los Sres. Regidores Olmo, Martínez y Torres.
Fue pues en la primavera de 1844 cuando por primera vez el Ayuntamiento la asumió, precisamente con Joaquín de Vílches en la alcaldía. Salvo el día y hora, nada más aclaran ajeno al convite a distintas autoridades (refrescos, dulces, licores). Ninguna alusión a la familia Vílches, a imágenes titulares, itinerario, banda de música de la Milicia y cera regalada a personas muy concretas (de ahí el dicho “no llevar vela en este entierro”). Carencia de detalles lógicas al obedecer al lenguaje administrativo oficial. ¿Quiénes eran esas Corporaciones?: en mi opinión alguna cofradía disuelta con la desamortización y regencias (¿la de la Virgen de los Dolores?, ¿la sacerdotal de san Camilo de Celis?)). Sí rindieron cuentas al año siguiente de los gastos ocasionados: 426 reales. Los del Corpus y La Candelaria ascendieron a 882 y 383, respectivamente.
De luto va tu cortejo y ya no llora,
espera tu regreso.
La tierra tembló,
los cielos se hundieron
cuando en la Cruz se moría…
¡Ay, Padre mío y Redentor!
(Saeta por seguiriyas de José Sorroche)
Estacionó indistintamente bajo la denominación de “simulacro del Entierro de Ntro. Sr. Jesucristo, del Salvador o Santo Sepulcro. Aunque no siempre desde san Pedro. El acta del 30 de abril de 1859 es harto elocuente. Ocupando Francisco Jover la alcaldía y Anacleto Meoro el obispado, los concejales comisionados al efecto (Pedro Lladó, José de la Cámara y Miguel Pérez de Percebal) elevaron un memorándum al plenario en el que tras recordar que “en esta capital se celebra la memoria y representación del entierro de Ntro. Redentor Jesucristo en el viernes Santo (…) cuyo acto religioso unos años ha tenido lugar en la iglesia de Santiago (¿?) y otros en la de San Pedro”, se quejan de que “todos los años se presentan dificultades por parte de los Sres. Curas de cuyas Iglesias sale la procesión”. En tal tesitura y con el laudable fin de “alejar todos aquellos inconvenientes y de que salga con toda la solemnidad y esplendor que representa, tienen el honor de proponer a V.S.S. que desde el año próximo de 1860 se establezca que en lo sucesivo lo haga desde esta Sta. Iglesia Catedral, asistiendo a ella el Cabildo eclesiástico, parroquias y hermandades legalmente establecidas”. En el campo de las conjeturas cabe aventurar que, dado su impronta mortuoria, mantuviese algún vínculo con la Hermandad de la Caridad surgida al amparo de la Junta Provincial y Local de Beneficencia organizadas tras el Trienio Liberal.
Aunque las velas y hachones (confeccionados en un taller de cerería en el cercano barrio de Las Perchas) y otros gastos corrían a cuenta del Municipio, ni obispo ni canónigos contestaron a la solicitud. Y así, desde San Pedro a nuestros días viene ocurriendo, salvo periodos políticos concretos. No obstante, hasta comienzos del pasado siglo XX no accedió al Paseo, ciñéndose a la tradicional “carrera mayor”, el mismo recorrido que la custodia del Corpus: Real de la Cárcel, Mariana, plaza del Carmen (Administración Vieja), Cervantes (parando ante la puerta del “compás” de Las Puras) y plaza Catedral, añadiéndoles el “pasillo” de acceso por el hoy callejón Floridablanca antes de acceder al templo. Itinerario diferente al de La Soledad, puesto que su junta directiva prefirió, ya en su segunda estación de penitencia (primavera de 1877), discurrir por el flamante Paseo del Príncipe y lucir aún más a su Dolorosa. Por entonces la hermandad decana -titular de la parroquial de Santiago y anexionada a la Hermandad del Stmo. Sacramento- radicaba en la iglesia del desamortizado convento de Las Claras.
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