Torre Alta: de Gádor parece y es de Santa Fe

Rey por un ratico

Días de reyes. Lo que actualmente es una construcción dedicada a bautizos y comuniones antaño se erigió como un gran bastión contra los árabes

Torre Alta: de Gádor parece y es de Santa Fe / José Luis Ruz Márquez
José Luis Ruz

05 de diciembre 2021 - 07:00

Almería/A acertijo suena, pero no lo es. Cuando desde Gádor miramos a la margen izquierda del río, entre árboles, se nos aparece sacando cuello entre la arboleda una torre, vieja de siglos, que es supervivencia y muestra de las muchas levantadas para recibir las visitas piratas a cara de perro; cualquiera diría al verla ahora tan blanca y remozada, dedicada a eventos, bodas y bautizos, que fue antaño torre fuerte, que se llamó alta para diferenciarse de la de Santa Fe y de don Alonso por ser propia del mayorazgo fundado por don Alonso Avis en Mondújar, un lugar de árabes que terminó de despoblado con una iglesia que había sido mezquita y ahora ejerce de ruina quemada desde 1936.

Navidad de 1568. Entre morales y olivos laboran, cien a uno, moriscos y cristianos, cuando oyen sonar la campana de la torre; cesan las azadas, se enderezan las cinturas y guiñan los ojos mirando hacia donde les solían llegar los sustos y por el río ven bajar un ejército morisco que al poco está ante la torre en parlamento con don Alonso; alzados en rebelión le ofrecen hacerlo rey por el solo mérito, que ya saben ustedes cómo valora el árabe la estirpe, de ser nieto de Jusuf IV, decimosexto rey de Granada.

Retrato de don Alonso / José Luis Ruz Márquez

Pidió tiempo para pensarlo y pasó a la casa de la torre y allí sentado con la carta de la tentación entre sus manos se deja caer en su jamuga favorita y rey se siente el tiempo fugaz de una ensoñación de la que pronto va a ser despertado más que por el rumor intenso del gentío que tiene a su puerta, por la constancia de cómo se las gasta Felipe II, por la gracia de Dios rey de Castilla, de León... y, sobre todo, de Granada, de una Granada indómita que en parte se le acaba de alzar de manos. Desde la puerta de la casa su escudo de piedra con el lema "Servire Deo regnare est" parece anunciar la respuesta del señor a unos moriscos que, ajenos a indirectas heráldicas y mosqueados por su tardanza, pasan a la casa torre y ni rastro hallan en ella de un don Alonso que ha mandado a toda prisa ensillar su caballo y salido por una puerta trasera y al abrigo de los árboles para no ser visto, vega abajo ha ido hasta, ya por Rioja, cruzar el río e hincar espuelas para en un santiamén plantarse ante la ciudad. Una Almería a la que halla con la gente a lo suyo, como si nada, entrando y saliendo por la puerta de Purchena con su guardia de cháchara… Pascuas son y en "belén con los pastores" andan, tan ajenos que ni rumores han oído de que a tres leguas y media, ahora quince kilómetros y siempre corta distancia, un ejército de cinco mil moriscos sublevados ha emprendido la marcha para apoderarse de la ciudad.

Mandó urgente reunir al concejo, del que él era su regidor perpetuo, y en presencia de todos les puso al corriente de los acontecimientos leyendo la carta oferta, para acabar mostrando sorpresa por su contenido, cuando sí allí estaba era precisamente por conocerlo, y hasta soltó unas lágrimas... Sin demora acuerdan poner en defensa a la ciudad, guarnecer torres y murallas, alcazaba y catedral, y la formación de una fuerza que al mando del capitán García de Villarroel sale al encuentro de los rebelados a los que derrota entre El Chuche y Benahadux.

Asegurada la ciudad y su tierra, don Alonso, tomó las de la Alpujarra y allí estuvo con don Juan de Austria y con el marqués de los Vélez, con quienes hizo la guerra, participando en batallas como la de Berja e intermediando en no pocas ocasiones... y cuando las sangres volvieron a sus cauces retornó a su hacienda y torre alta de Mondújar y allí estuvo hasta que se le acabaron los días y luego, ya en efigie, a tamaño natural en un cuadro pintado al óleo, que es como tuve el gusto de conocerlo en 1973 de la mano de su retataranieta doña María Josefa Fernández de Córdoba, VII marquesa de Torre Alta, vizcondesa de Los Villares. Tuve en aquella ocasión la fortuna, mala y buena, de hacerle una foto al cuadro y de que esta me saliera borrosa; pero por ella y por mi memoria fue posible el dibujo que aquí les traigo como ilustración.

Ilustración de la Torre de Santa Fe / José Luis Ruz Márquez

Lo que unos miles de moriscos no pudieron hacer más de cuatrocientos años antes: ganarse a don Alonso por las buenas, lo lograron un par de mangantes por las malas cuando una noche se presentaron en la torre y lo raptaron muy fácilmente porque él y su espada ya solo eran pintados y por eso se vió cautivo, llevado no a hombros sino a lomos de unos ladrones brutos que en su precipitada huida hacia el río fueron dejando por los bancales el marco del cuadro a astillas, lástima que estas no fueran las miguitas tradicionales del cuento que nos permitirían dar ahora con su paradero.

Y fue dejar su casa don Alonso y hacer la aparición las desgracias. La hermosa finca se malvendió, se troceó… y la torre acabó siendo una víctima más del cambiazo monumental almeriense del que les hablé en esta misma página hace ya muchos Diarios de Almería: ahora más que luce, chilla, tarta de merengue rehabilitada vestida y revestida con tanto afán y cuartos que ha perdido la solera, la pátina del tiempo; nada que ver con la que ilustra este artículo, la acuarela sensible de doña María Dolores Cascales, la penúltima marquesa consorte de Torre Alta, a la que hace unos días hemos despedido.

Cuando pregunté a uno de sus restauradores, presunto, del porqué de la eliminación de la espadaña me dio una justificación tan tonta como ridícula: "es que con ella la torre parecía una iglesia"... !toma ya! No digo yo que no diera algún que otro toque de ángelus, que lo daría, pero de ahí a tener connotación religiosa va un trecho…era una campana de rebato avisadora de peligros y a la que nadie oyó cuando con la intención de eliminarla fue a por ella la catetería. Como tampoco nadie acudió a su toque la noche en que llegaron los ladrones a raptar a su dueño pintado. Mal fin para la Torre Alta de Mondújar y para su señor, don Alonso Avis Granada Venegas, quién pudiendo haber sido todo un soberano nazarí, se conformó con tan solo ser rey por un ratico.

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