Del “Princesa Sofía” al “Princesa Leonor”
Almería
Hace 53 años, la abuela de la actual heredera al trono inauguró un colegio con su nombre; ahora le toca a la nieta denominar a un hospital

Almería/El anuncio del presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno, sobre el nombre que recibirá el nuevo Hospital Materno-Infantil de Almería (“Princesa Leonor”) trae al recuerdo 1970. Hace 53 años, fue otro espacio público almeriense, el colegio de educación especial construido al norte de la Carrera de Alhadra, quien recibió el nombre de una mujer con el título de Princesa, en esa ocasión “Sofía”. Así, pronto, la capital tendrá un hospital dedicado a la heredera al trono y un centro educativo a su abuela, ya reina emérita.
Pero hospital y colegio han vivido, a pesar del más de medio siglo transcurrido, situaciones muy similares, casi kafkianas, en su aprobación, diseño, adjudicación, construcción y puesta en funcionamiento. La dejadez institucional con la provincia, la desidia de los ciudadanos en reclamar y exigir las infraestructuras necesarias y, por qué no decirlo, las diferentes crisis económicas fueron determinantes en ambas ocasiones para largas esperas y retrasos injustificados en el inicio de las obras y posterior apertura. El Materno-Infantil es una realidad 40 años después de inaugurarse “Torrecárdenas”, a pesar de que en Almería nacían y vivían más niños que en otras provincias. De hecho, en 1985 poseía la tasa de natalidad más alta de Andalucía y entre 1982 y 1984 vinieron al mundo 20.851 almerienses; casi un parto a la hora.
El senador Joaquín Navarro Estevan (1939-2007) ya planteó en agosto de 1978 la necesidad de dotar a la provincia de un hospital infantil y proponía para ello la adecuación de la “Bola Azul” transfiriendo servicios al derruido “18 de Julio”. Durante años, la propuesta del parlamentario rodó por despachos y centros oficiales sin que sus gerifaltes le hicieran puñetero caso. En 1983, el presidente del Colegio Oficial de Médicos, Francisco Pérez Company, ya alertó de que sin Materno-Infantil, “Torrecárdenas” resultaría insuficiente para atender a la población adulta e infantil. Tampoco atendieron su queja y el director general de Asistencia Hospitalaria, José Miguel Varó León, y el gobernador civil, Tomás Azorín Muñoz, zanjaron el tema en febrero de 1983 ordenando que Almería no tuviera un hospital materno-infantil. La sonora queja de los pediatras y tocólogos locales no sirvió para nada.
Pasaron los años, los lustros, las décadas y hasta el cambio de siglo. La añeja y ansiada reivindicación, con sordina, de los almerienses de un hospital materno-infantil por fin se ha visto satisfecha, pero después de una demora injustificable. Cuando venga la Princesa Leonor a reinaugurarlo -si es que viene- seguro que no le cuentan que ese centro médico ya se reclamaba cuando su madre, la actual Reina, tenía 6 años.
El “Princesa Sofía”
Algo similar, en la espera y en la desespera, ocurrió con la apertura del colegio de educación especial “Princesa Sofía”. Desde medidos de los sesenta, las familias con hijos con necesidades educativas especiales reclamaban un centro, personal y medios adecuados para atenderlos. Se creó la llamada -nombre que hoy resultaría impensable- “Asociación de Padres y Protectores de Subnormales”, que presionó para que en unos terrenos municipales de La Pipa se construyera una escuela específica, hasta ese momento inexistente en la capital. El presidente de la asociación, José Eguizábal de la Serena, y sus directivos se tuvieron que armar de paciencia entre reuniones, charlas y promesas hasta que vieron el inicio de las obras, a cargo de la empresa constructora propiedad de Luis Sierra García.
Pero la alegría duró poco. El 2 de abril de 1970, cuando el colegio estaba casi terminado y todo medio listo para su apertura, una tromba de agua inundó la ciudad y desplomó centenares de infraviviendas y casas-cueva. Sus afligidos residentes fueron alojados de forma provisional en el albergue municipal, en los “Almacenes Barreiros” y en el “Colegio Princesa Sofía”.
La atención social a aquellos pobres refugiados no se vio compensada por un uso correcto de las instalaciones y cuando marcharon, las aulas, aseos y despachos quedaron arrasados; inservibles. La directora, María Dolores Palomo Murcia, y el delgado de Educación, Fernando Lanzaco Bonilla (+2019), activaron un plan urgente para ponerlo a punto. Fue posible con subvenciones y donaciones, como la del propio constructor, Luis Sierra García, que regaló 25.000 pesetas para la reforma y material escolar. El Ayuntamiento pagó otras 622.589 pesetas para distintas obras complementarias.
Por fin, el 13 de mayo de 1970 tuvo lugar la inauguración oficial, a cargo de la Princesa que le daba nombre: Sofía. Fue un acto breve, pero con numerosísima presencia de autoridades. Todas, encabezadas por los ministros de Gobernación, Tomás Garicano Goñi (1910-1988) y de Educación y Ciencia, José Luis Villar Palasí (1922-2012), recorrieron las clases y talleres; la banda municipal de música interpretó el himno y el vicario de la diócesis, Andrés Pérez Molina (1908-2003) bendijo las instalaciones en el salón de actos. Curiosamente, ese lugar del edificio fue el elegido por la directora, poco tiempo después, para contraer matrimonio.
Pero si Torrecárdenas nació sin materno-infantil, el colegio lo hizo faltándole el internado para alumnos residentes en la provincia. Lógicamente se convirtió en otra reivindicación de los tutores de los chiquillos. Para dotar al centro de más y mejores medios, el “Plus Ultra CF” organizó un partido de fútbol en “Las Chocillas” en el que jugaron Biosca, Juan Rojas o Maxi. Y las 107.985 pesetas de las entradas vendidas se entregaron a la dirección del centro. Hubo gente que, para ayudar donando unas pesetas, vendió cromos y monedas con símbolos heráldicos.
Con el centro ya operativo se organizaron cosas “chulísimas” -pero de verdad-. Allí se fundó en los años setenta el primer grupo de teatro de integración formado por alumnos deficientes, otros sordos y muchachos de la Cruz Roja de la Juventud; una experiencia única en España, cuyo proyecto coordinó el profesor Antonio Lorenzo García Bernabéu, bajo el nombre de “Abonda”.
En definitiva, el “Princesa Sofía” y el “Princesa Leonor” son dos ejemplos de cómo la administración ha relegado y olvidado siempre las necesidades de infraestructuras para la provincia. Y también, el paradigma de la abulia y la pachorra almeriense cuando nos meten en el furgón de cola del tren del progreso.
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