Pólvora mojada

Barrios y municipios ahorran en fuegos artificiales o fuentes cuando llegan sus fiestas La reglamentación es tajante desde 2010 y eso ha perdjudicado, y mucho, la compra y el uso entre particulares

José Soriano, dueñode uno de los establecimientos punteros de pirotecnia y disfraces, Villa Pollitos, en la capital.
José Soriano, dueñode uno de los establecimientos punteros de pirotecnia y disfraces, Villa Pollitos, en la capital.

En los noventa, no existía joven que en algún momento, aunque solo hubiera sido una vez -por probar- no se hubiera enfrentado al miedo y gozo de colocar un petardo, encender la mecha y esperar el resultado. Sin duda, llamativo para quien lo tira y sus amigos, sin embargo, en otra ocasiones, el resultado es cruel y se termina en donde no se quiere, en el hospital, casi en todos los casos se debe al mal uso de estos productos (en la actualidad en los paquetes se específica cuál es el manejo correcto). Por eso, la reglamentación para la compra y el uso de estos elementos pirotécnicos se ha ido haciendo más férrea, tanto que en los últimos tres años, la ley ha cambiado dos veces, una mediante el Real Decreto del 7 de marzo de 2010 y la segunda, en septiembre de 2012, con varias modificaciones.

La venta de petardos no pasa por buen momento, y este hecho no tiene que ver únicamente con el alto grado de protección en el acceso y en el uso, que es un factor determinante en este aspecto, también se debe tener muy en cuenta la crisis. Y es que, desde hace cinco o seis años, la venta ha descendido de forma notable. "Los pueblos no disponen del mismo dinero que antes para gastarse en castillos y si se gastan, ya no son como los de antes. Lo mismo pasa con las fiestas de los barrios, ya no se barajan cantidades como las de hace uno años y si hay que generar un presupuesto, pues se prescinde de cosas como la pirotecnia o no se disminuye el gasto, así es. La crisis ha hecho daño a la venta de estos productos como es lógico, pero también como ha hecho a muchos otros. Ahora se trata de ahorrar o sacar dinero para las necesidades básicas y se debe entender", explica José Soriano, un vendedor preparado, experimentado y que se conoce al dedillo los entresijos de este sector, dueño del establecimiento Villa Pollitos, en la calle Zagal de la capital, junto a Carretera Granada. Uno de los veteranos que continúan existiendo en la actualidad, también porque han sabido diversificar su negocio y poseen otras ventas como las de disfraces.

José también habla sobre la reglamentación: "Es muy estricta y hay que llevarla al dedillo, no hay remedio. Los menores de 12 años no pueden tirar petardos y en mi establecimiento, como marca la ley, no puede comprar ningún menor de 14 años. Si viene un menor, lo siento pero tiene que hacerlo en compañía de su tutor. Además, para asegurarme, siempre pido el DNI, porque si llega un muchacho joven que pueda aparentar ser menor, hay que asegurarse", agrega. "En la actualidad no es obligatorio pedir el carné a todo el mundo, algo que durante un tiempo sí llegó a ser, pero seguimos estando en nuestro derecho de pedirlo dependiendo de la actitud en la que llegue el comprador y este debe proporcionarlo si el vendedor lo estima necesario. Lo que sí debe estar al día es el número de productos que se venden", especifica. "En la actualidad, para tirar unas docenas de cohetes se hace obligatorio dar aviso para poseer un control anti incendios, con el aumento del presupuesto que ello supone", agrega. También habla sobre la crisis: "Antes, los organizadores de las fiestas de los barrios se solían llevar sus fuentes y sí, se tiraban bastantes. Al igual que en los municipios, y aunque se siguen llevando, ya no se hace en la misma cantidad de antes, se prescinde".

Entre los productos consumidos por los almerienses se encuentran los petardos de pela, las estrellas, los tigres, truenos, los champions o los cobras, al igual que los más que famosos carpinteros o barrenos, cracklings, las luminosas, las flash o de carnaval, las tívoli o elvolcán. En barrios y municipios, durante años han sido típicas las tracas y los fuegos artificiales, algunos los siguen conservando, como es el ejemplo del Ayuntamiento de Abrucena, que ha ahorrado con respecto a años anteriores, pero ha conseguido crear un ambiente impresionante aunando los fuegos con música: "Es un pequeño espectáculo, sin tirar la casa por la ventana, pero se ha intentado dejar un espectáculo lo más decente posible y creo que se ha conseguido", explica el alcalde Juan Manuel Salmerón. En otras fiestas, como las de Doña María o las de Fiñana, en la que lo que se suele proyectar son cohetes, la escasez de dinero ha provocado que el número de docenas sea bastante inferior. Lo mismo ha sucedido en otras celebraciones habituales como la noche de San Juan de la capital, en la que se ha recortado en tiempo y en cantidad para ahorrar.

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