O eras de Nesquik o eras de Cola-Cao
Almería
La disyuntiva de los niños almerienses de los años setenta para “chocolatear” la leche y que aún se extiende hasta nuestros días

Almería/Los niños de los setenta tuvieron un significativo dilema gastronómico a la hora de elegir una marca con la que “chocolatear” la leche. Casi siempre, la resolución final se adoptaba para toda la vida. O eras de Nesquik o eras de Cola-Cao. Esa disyuntiva también persiguió a los chiquillos de las décadas posteriores, pero hace medio siglo no existían tantas referencias y variedades de cacao soluble como a finales del XX.
La propia actividad del consumo no te permitía ser imparcial, aunque siempre había dos o tres compañeros de clase que seguían la tradición de su familia: desayunaban café de achicoria con una rebanada de pan empapada de vino y azúcar. Claro, casi siempre llegaban alegres al colegio y después del recreo les venía el bajonazo.
Ser de Nesquik o de Cola-Cao dependía de muchas cosas, más allá de la intensidad del sabor. Asuntos que más tarde los publicistas recogieron y adaptaron a sus campañas: que fuese instantáneo, los grumitos, el formato de los tarros, el conejito con chaleco amarillo de la etiqueta… Luego estaban los anuncios en televisión, con la famosa canción de “yo soy aquel negrito del África tropical” del Cola-Cao de Nutrexpa o “la energía para los jóvenes leones” del Nesquik de Nestlé. Lo cierto es que el debate doméstico prosigue, ahora en las redes sociales con fotos y parodias de los fans de ambos productos.
Ambas compañías sostuvieron durante lustros una significativa competencia en los medios para captar nuevos clientes infantiles. Esas campañas llegaban a Almería gracias a TVE y a algunas promociones en las radios, como la del Cola Cao en “Los 40 Principales”, desde 1978.
Las tiendas de Almería que empezaron a venderlos
El bote de Nesquik de 400 gramos costaba, en mayo de 1971, 26´60 pesetas. Se vendía, sobre todo, en la red de los supermercados IFA, que solía incluirlo en sus promociones quincenales. En esas tiendas, que tenían como logo un osito tocando la trompeta, la cajera te entregaba un cupón adhesivo por cada 10 pesetas del importe total. Eran como unos pequeños sellos de Correos, los pegabas en un álbum de cartulina y cuando completabas los 500 huecos, obtenías premios. Eran los cupones “Ifaprix”.
Dos años después, el Nesquik cambió el formato; ahora se vendía también en tarros de 1.250 gramos y los encontrábamos en los “Spar” a 96 pesetas. Aquí, los cupones que obsequiaban por la fidelidad en la compra se llamaban “Valispar”.
En 1975 promocionaron el “Nesquik Caribe” con igual peso, pero con una etiqueta “molona”. Pero, claro, subieron su precio a 175 pesetas. En algunos comercios, como el reluciente y modernísimo “Supermercado Cada”, podías seguir encontrándolo en el formato de 400 gramos que, cuando había ofertas como en 1977, valía 54´90 pesetas. Mucho menos que los veinte duros de “Ifaprix”.
La subida del precio del producto era constante por los aumentos del valor del cacao, la inflación y las tasas de comercialización. El kilo de Nesquik en una tienda de la capital, en 1970, valía 66´50 pesetas y en 1979 ya estaba en 262´50. Ese año, sus seguidores encontraban en “Ecoprix” el bote de 800 gramos por 210 pesetas y en la “Galería Siglo XX” del “Edificio Monteagud” de la Rambla Belén y en el “Contur” de la calle Juan Lirola, por 229. Si veraneabas en Aguadulce podías comprarlo en “Galimen”, aunque solo tenían el recipiente pequeño por 108 pesetas, más barato que en el “Spar”.
Ya en los años ochenta, el Nesquik era fácil de encontrar. También porque abrieron más tiendas y comercios de alimentación en la capital: “Galerías Más” del Malecón de los Jardinillos, “Kanguro” de Hermanos Machado y Plaza del Doctor Núñez, “Maesa” de Emilio Franco Contreras en la Carrera de Monserrat o el “Simago” en el Paseo, amén de los innumerables ultramarinos de barrio.
El Cola-Cao, en Contur
En la Almería de 1971, el Cola-Cao se vendía en recipientes de 900 gramos que primero eran de lata serigrafiada y desde 1976 de plástico; costaba 65 pesetas en “Ifaprix” y 55 en los “Spar”, donde además te regalaban un poster. Era bonito, pero valía para poco porque las madres no dejaban pegarlo en la pared del dormitorio. Más tarde, en Almería se comercializaron botes de diferentes tamaños destinados a las múltiples necesidades familiares: de medio kilo, de 1.200 gramos, de kilo y medio, de dos y de tres kilos. Todos esos formatos los tenía “Contur” a disposición de sus clientes en el Centro Comercial Altamira. El de 1.500 gramos, y de envase blandito, era habitual en las estanterías de los “Spar” y en 1977 valía 185 pesetas.
Los niños de la provincia también tuvieron acceso a ambos productos. En Adra los introdujo Martirio Crespo Salinas en su tienda de Natalio Rivas; en Berja, Antonio Fernández Gallego; en Albox, Concepción Montoya Pérez; en Vélez Rubio, Rufino Egea Reche o en Olula el Río, José Navarro Domenech.
Como es lógico, la pugna entre los dos gigantes del cacao se trasladó a todas las capitales españolas y Almería no fue una excepción. Con guerras de diseño de sus botes, promociones con canciones y personajes reconocibles, grumos y no grumos o múltiples variedades del producto, cada compañía trataba de alcanzar el mayor número de consumidores posible.
Aquí vivían de la nómina de Nestlé o de Nutrexpa numerosos comerciales, vendedores y repartidores que suministraban el producto a tiendas, bares y restaurantes, porque ya el Cola-Cao o el Nesquik no solo se tomaba en la casa. Por ejemplo, el Cola-Cao fue alimento oficial de los Juegos Mediterráneos de Almería. Nestlé, con su sede en Benahadux, tenía en 2005 cerca de veinte trabajadores entre fijos y autónomos que estaban bajo las directrices del delegado, Guillermo López.
De Nutrexpa, resaltar la prolongada labor comercial en la provincia, hasta su jubilación en 2013, de Francisco Benigno Martín Martín (1948), natural de Lucainena de la Alpujarra (Alcolea). Cuando entró en la empresa en 1996 había en la sociedad doce distribuidores que, además del cacao soluble, vendían por la provincia “Nocilla” y los famosos “Phosquitos”. Pero lo de este pastelito para la merienda y su competencia con “Bollycao” y “Tigretón” es otra historia de la guerra comercial que mantuvieron Bimbo y Panrico.
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