Mujeres que hicieron historia (y VI). Todas las huellas de las dictadoras consortes

Almería

Detrás de un hombre férreo hay una mujer de titanio. O no. Aparte de tiranos, eran psicópatas, narcisistas, incapaces de condolerse con el prójimo y con un sentido perverso del amor

Mujeres que hicieron historia (V). La belleza rebelde de Mariana Pineda

Eva Braun, compañera inseparable de Hitler / D.A.
Julio Gonzálvez

11 de febrero 2024 - 08:00

Almería/Un fascinante abanico de historias reales recogidas en el libro «Las mujeres de los dictadores», de D. Ducret, refleja más uniones tormentosas que pulsiones totalitarias compartidas. El acercamiento del déspota a sus esposas y amantes ha estado marcado por su arrollador carisma, por su poder o por su peligrosa capacidad de hipnosis sobre las masas, y, sobretodo a la parte femenina.

No es casual que la autora comience su ameno y minucioso relato histórico con ejemplos de la servil y a la vez tórrida correspondencia que recibía Hitler: «Todo ha quedado iluminado por un amor tan grande, el amor por mi führer, mi dueño, que a veces quisiera morir con su foto frente a mí...». Es el desatino de una mujer que ni siquiera le conocía personalmente. En paralelo, idéntico fenómeno se estaba produciendo en Italia: «Duce, lo vi ayer durante su tumultuosa visita a nuestra antigua ciudad. Nuestras miradas se cruzaron y le revelé mis sentimientos. Yo en el pecho tengo un verdadero corazón que late...».

A partir de esos mimbres, el libro pasea hacia las mujeres que de verdad hollaron la intimidad de los autócratas. Así recrea la vida amorosa de Hitler, Mussolini, Mao, Lenin, Salazar, Stalin, Ceaucescu y Franco. Predominan las relaciones asfixiantes y opresivas. Enfermizas. Algo casi previsible cuando una de las partes se siente llamada a una misión más «elevada» que la de fundar una familia. El caso de Hitler y Eva Braun es paradigmático: ella se trastornaba ante sus traiciones y ausencias y, hasta su muerte en el búnker junto al tirano, vivía fuera de la realidad de la guerra, cegada por esa relación turbulenta.

Polos opuestos

A grandes rasgos, la mujer del dictador detalla la hiperactividad sexual e infidelidad compulsiva de Mussolini, y, en las antípodas, refleja la austeridad amatoria de Franco, a quien sólo se le ha conocido un amor platónico, anterior a Carmen Polo. Se trataba de Sofía Subirán. El cerco del entonces jovencísimo militar a la muchacha se frustró: no se le vio como un pretendiente con fuste.

Un hecho histórico fue en defensa de Miguel de Unamuno, quien espetó a Millán Astray con el célebre “venceréis, pero no convenceréis”. Carmen Polo cogió del brazo al rector salvándole de la ira de los fascistas.

En medio de estos dos extremos, se sitúan las vidas amorosas y a la vez «revolucionarias» de Lenin, Stalin o Mao. Incapaces de separar lo público de lo privado, sus mujeres son a menudo un instrumento más en el deshumanizado engranaje comunista. Por eso Lenin, por ejemplo, cultivó con naturalidad el triángulo formado por él, su esposa Nadezhda y su casada amante Inessa.

Y Stalin tuvo una vida personal a la medida de su crueldad: marcado por la muerte precoz de su primera esposa, se casó después con Nadezhda Aliluyeva, quien falleció en extrañas circunstancias... o la mataron o se suicidó. Mao se lleva la palma de los cataclismos familiares: su segunda mujer Yang Kaihui murió a manos de sus enemigos políticos y a la tercera, He Zizhen, la desechó el dictador en favor de la ambiciosa Jian Qing, quien estuvo a punto de hacerse con el poder en el Partido Comunista chino tras la muerte del «Gran Timonel». Su figura se asocia a la de Elena Ceaucescu porque la esposa del sátrapa rumano se inspiró en su figura y también en la de Eva Perón, cuando logró compartir el poder omnímodo con su cónyuge. Elena, nacida Lenuta Petrescu, encarna la capacidad de una mujer para tejer lazos indestructibles con el hombre al que cosió su vida, sin que sea fácil desbrozar cuánto hay en esa relación de amor y cuánto de mutua dependencia. La incondicionalidad hacia sus esposos las llevó, en muchos casos, a acompañarlos en sus crímenes y en sus sentencias.

Elena Ceaucescu junto a su marido Nicolae / D.A.

Las víctimas de sus esposos

En esta clase de mujeres podríamos referir aquellas que, hasta que se investigue nueva información que demuestre lo contrario, tienen toda la apariencia de haber sido víctimas o instrumentos de los tiranos con quienes acabaron emparejadas.

En psicología se ha planteado que las mujeres que conforman una pareja con sujetos malvados a menudo no lo hacen a pesar de que ellos son malvados. Es decir, a ciertas mujeres les atraen los chicos provocadores, indisciplinados y desconsiderados. Cierto estudio habla de que existen mujeres a quienes las excitan mucho los machos que componen la “tríada oscura”, o sea aquellos que son sociópatas, maquiavélicos y narcisistas, hoy llamados “malotes”.

Eva Braun: Nunca se casó con Hitler, pero fue su compañera más fiel. Aunque fue sumisa, a menudo reprochaba al dictador su falta de interés por ella. Los últimos días del Tercer Reich los pasaron juntos y se suicidó tomando veneno.

Elena Ceaucescu: Elena no era mera sombra tras la figura de su marido, Nicolae. Activamente formó junto a él una de las parejas más temidas de la Historia. El 22 de diciembre de 1989, los Ceaucescu eran detenidos y, tras un juicio sumarísimo, ejecutados. Las imágenes de sus cuerpos ensangrentados dieron la vuelta al mundo.

Clara Petacci: Fue la “querida oficial” de Benito Mussolini. Aunque el dirigente fascista estaba casado con Rachele Guidi, su relación con Clara se prolongó unos 10 años. Fue con ella con quien “el Duce” intentó huir de la justicia y con quien acabaría siendo capturado, fusilado y colgado de los pies.

Jovanka Broz: Fue una de las mujeres que desfilaron por la vida del mariscal Tito, que tuvo un total de 20 hijos. Jovanka Budisavijevic se casó con el dictador en 1952, a pesar de ser treinta años más joven que él. De origen serbio, pidió la ciudadanía croata, no soportaba el régimen de Milosevic.

Jiang Qing: Formó parte como líder de los intelectuales radicales –“el Gang de los cuatro”- que sirvió como movilizador del régimen de Mao Ze Dong. Tras la muerte de Mao, en 1976, su viuda fue el enemigo común de los aspirantes a la presidencia de China, Deng Xiaoping y Hua-Guofeng. En 1980 el “Gang” fue juzgado y condenado y ella a cadena perpetua.

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