Lobos en Almería. ¡Que viene el hombre!
Almería
El autor relata desde su particular visión, una variada relación entre el lobo y la provincia de Almería, que se remonta más allá del siglo XV con los Reyes Católicos, y que tanto ha aportado al saber popular de nuestra tierra.
Primer día del Pendón, Navidad de 1489, las damas conquistadoras quedan en la ciudad ayudando a que dé sus primeros gateos cristianos, proyectando iglesias y conventos con los que ganar moritos para la fe… el Rey Católico ve como toda las batallas van siendo ganadas por la diplomacia, luchar, lo que se dice luchar, solo contra el frío, en Baza, en Tahal, en Tabernas… para matar el gusanillo guerrero participa el rey en una jornada de caza en el campo de Almería, grande y diríase que inanimado de no levantar los perros de tarde en tarde algún que otro un zorro, un jabalí… y así andaban, cuando surge la sorpresa vestida de lobo y aquella comitiva que instantes antes estaba a un paso del sesteo, espolea los caballos y entre piafidos, voces y ladridos, cortan la retirada del animal que tratando de escapar se mete en la boca del mar, en la que halla la muerte salada, y maldita que no siempre fue la sal sinónimo de gracia.
Como ven, en nuestra tierra ya bajaba el lobo del monte en el siglo XV, y a saber desde cuándo lo vendría haciendo, pues más de treinta mil años llevaba rondando al humano el lupus -de apellido noble, y jamonero: ibérico- en una relación si no amorosa, sí de admiración por parte del hombre que veía al can ilustre como todo un ejemplo de la valentía, del trabajo en equipo, del cuidado de la especie… Si después las cosas viraron, fue porque entró en juego el maldito interés para enfrentar a dos depredadores natos, el que subió al monte para arramblar con la caza y el que bajó para devolver la visita… un sube y baja de siglos en el que corrió la sangre a mordiscos y balazos… y sin embargo siguió en nosotros la fascinación por el lobo.
Fascinación probada y si no era así díganme cómo puede el humano dejar a su bien más preciado, su retoño, a un ser odiado para que lo ampare y divierta: ya multiplicado, "cinco lobitos tiene la loba", o teñido sus patas de blanco para engañar a los siete cabritos… o disfrazado de abuela caperuzona. Dejó el hombre al lobo por cuidador de sus pequeños hijos… y de su gran soberbia y así lo adoptó como figura principal en sus escudos de piedra tal como vemos en Huécija, en el castillo de Carboneras… y hasta en la calle Hernán Cortés de Almería, en los cinco lobos del escudo puestos en cruz, como sufriendo por el abandono de un noble caserón… Todos ellos en posición de andantes salvo los dos de la Torre Alta de Mondújar que se retrataron, con todo el morro, abatiendo a una oveja.
Y algo tan importante en la vida del hombre dejó amplio rastro en cuentos, leyendas… y dibujos tal como el que aquí traigo, una ingenua obra con la que un escribano, tal vez cansado de "dar fe" se metió a artista y representó en el Catastro de la Ensenada a un lobo corriendo por Somontín en 1752.
En un cuestionario enviado a principios del siglo XIX por la cámara de Castilla a Adra a la pregunta:
-¿Qué fieras hay en ese pueblo?
el alcalde Rodríguez de la Cruz contesta, ni corto ni perezoso:
-"Lobos, sorros y topos en gran número".
Nunca se vio más ensalzado el pobre topo ni más degradado el lobo, mientras el "sorro" quedó perplejo, con una fiereza que a él mismo le sorprendía, convencido de ser un robagallinas y a lo más una "alimaña" como le llamaba el hombre que tanto sabe de rebajar la condición de la víctima para que no suene a lo que es: licencia para matar.
El afán del hombre por limitar las cosas para comprenderlas es el que le lleva a tratar de conocer el día en que el arte románico pasó a ser gótico, el mismo que le lleva a preguntar por el lugar exacto en que murió el último lobo almeriense… sin noticia del primer reto, parece que algo hay sobre el segundo y todo apunta a que fue en la Piedra Lobera de Lúcar y para más señas a manos de un leñador… Y no digo yo que en el monumental pedrusco no hubiera lobos -que los habría y de ahí el nombre- pero aquella piedra es demasiado grande para la discreción del lobo, nada que ver con la nuestra. Verdad o mentira, que poco importa, a mitad del siglo XIX se cazaba el lobo en el pueblo lucareño y en las sierras de Filabres y de Las Estancias, aunque su número ya había caído en picado, desgracias a la roturación de tierras de cultivo y al aumento de las minas, motivos nuevos que se unieron al principal: el hombre, noble o plebeyo, cazador en la ley o al margen de ella.
Dicen que cuando aquel animal colgó del pescuezo en el balcón del ayuntamiento, al suelo llegaban los pelos de su cola… ¿Exageración, embuste de cazador? No creo. Enorme debió de ser un lobo pariente cercano de los que llegaron a comer abuelas, con lo grande que estas son para nuestros corazones caperucitos. Más o menos grande, lo cierto es que entre todos lo mataron y él solito se murió… y nos quedamos sin lobo y tuvimos que consolarnos con el simbólico, el labrado en piedra, el vaciado en bronce... el de las leyendas, el del oportunista refranero y, como no, el de la topografía: y ahí lo tenemos: Los Lobos de la pedanía cuevana… El Lobero, la tienda de un comerciante que fue el primero que prescindió del "de Dalías" al nombrar El Ejido para escribir "(Almería)" en los anuncios de su establecimiento, cien años después de que el lobo que en 1803 huyera de Carboneras por haberse comido un hombre acabara ahogándose en una laguna cercana a un cortijo de Níjar que se llamó por ello El Charco del Lobo, hoy ruina y revivido por mí en un dibujo para mi amigo Benito Fragueiro, su dueño.
Y esta es la historia corta de una relación larga que terminó cuando al hombre le dió por subir a perseguir al lobo para al fiinal hacerlo desaparecer con la varita maldita y frotarse las manos con la conciencia tranquila, satisfecho de haber convertido una vez más la vida en cartelito y su escenario en parque dizque natural y sostenible y bla, bla... De risa sería, de no haber sido de pena. Sobrecogedor, dicen que sonó en la sierra el último aullido del lobo: ¡El hombre! ¡Que viene el hombre!
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