Jóvenes vacunadores rescatando el futuro
Coronavirus Almería
Sin descanso y a la carrera desde enero, historias de lucha, esfuerzo y vocación en vena, las de estos cuatro 'portadores' de la inmunidad que no alcanzan ni la treintena
“¿Dónde está María?”, pregunta Alba Fernández, una joven enfermera de apenas 22 años con la vacuna cargada. “En el coche, al volver la esquina”, replica la hija de la interesada señalando la calle de acceso al centro de salud de Sorbas. Y ante la atónita mirada de los ancianos que se amontonan a las puertas del consultorio, la vacunadora sorprende con una rauda galopada jeringuilla en mano como si fuera el primer relevo de la antorcha olímpica que simboliza la esperanza que ilumina nuestro camino. Las distancias se quedan cortas. Más de cien metros en segundos. Y al llegar exhausta al vehículo comenta sin perder la sonrisa: “Es un pinchazo muy rápido”. Antes de terminar la frase la primera dosis ha sido inoculada con éxito. “Esperen quince minutos por la zona, no se vayan a casa. Si después siente malestar tómese un paracetamol. A los 21 días los volveremos a llamar”.
Emprende la marcha de vuelta mientras su compañera Rosalía Artés, de 23 años, prepara más dosis también con diligencia y anota en el ordenador los datos del lote en el registro de vacunación de la paciente. Dos enfermeras a la carrera, casi sin descanso desde finales de diciembre, que están escribiendo una de las páginas más importantes de la historia reciente de la humanidad en su batalla contra el coronavirus. En Sorbas tuvieron que emplearse a fondo para inocular a 296 personas en menos de cuatro horas, casi un anciano por minuto, un ritmo frenético al que se vieron abocadas este miércoles por culpa de un accidente múltiple en la Autovía del Mediterráneo que impidió que llegara a tiempo el camión con los viales de Pfizer procedente del almacén central del SAS en Atarfe en Granada donde se conservan a ochenta grados bajo cero.
A las nueve y media habían citado a los mayores de ochenta años de Sorbas, Lucainena, Lubrín y Uleila y no pudieron empezar hasta una hora y pico después. Pero Alba y Rosalía son un torbellino y remontaron la demora con sus ganas y la colaboración de los profesionales del centro de salud. “Estamos acostumbradas a trabajar bajo presión, hemos intentado ir lo más rápido posible”, aseguran. A unos 25 kilómetros de allí, también consiguen culminar la faena a tiempo pese a la contrariedad Álvaro García y Pedro González, de 25 y 26 años respectivamente, que se desplazaron esa misma mañana a contrarreloj al centro de salud de Tabernas para inocular a cerca de 200 ancianos de la localidad y de otros pueblos de la comarca como Tahal, Senés, Velefique, Alcudia, Castro de Filabres, Benitorafe, Turrillas y Benitagla.
Suele decirse que los jóvenes son el futuro y se les acusa de apatía, pero cada vez son más los que han despertado con esta pesadilla y reclaman su papel en el presente. El mejor ejemplo lo encontramos en sanitarios que están dejándose la piel contra la COVID-19 como estos cuatro jóvenes enfermeros que están demostrado sobradamente su capacitación y resiliencia ante el fatalismo. Estos cuatro portadores de la inmunidad forman parte del equipo de vacunación del Distrito Almería y entraron en verano gracias a los contratos de refuerzo. Desde entonces han cumplido con todas las misiones encomendadas, alternando incluso la administración de vacunas con las pruebas diagnósticas en el autocovid de la Bola Azul, trabajando fines de semana y festivos y largas jornadas de mañana, tarde y noche en las que han recorrido residencias y centros de cuatro o cinco pueblos.
Los jóvenes tienen una capacidad especial para autoprogramarse y afrontar necesidades que se recalibran de manera frenética como las que han ido surgiendo en la crisis sanitaria actual. Y no han dejado de formarse aún sin tiempo libre para descansar. Lo sabe bien su coordinador, Miguel Zapata, que no dudó en enrolarlos en el equipo de vacunación que actualmente cuenta con una quincena de enfermeros. “Son cuatro magníficos profesionales que se han implicado al máximo desde el principio”, asegura. Pese a su corta edad, conocen a la perfección todos los protocolos y literatura de las vacunas contra la COVID-19 y sus visitas a los centros de salud de la provincia sirven de docencias improvisadas para el resto de enfermeros e incluso facultativos que se interesan por el proceso de inoculación. Conforme se vayan ampliando los grupos de población a inmunizar serán necesarias muchas más dosis, pero también personal que sepa administrarlas y aprovechan su paso por los consultorios para compartir las instrucciones.
De ahí la estampa inaudita en tiempos de conmoción y mascarilla, una joven veinteañera explicando a un médico cincuentón y veteranas enfermeras lo que tienen que hacer. Es un claro síntoma de la proactividad de un gremio, el de los sufridos sanitarios, ante el reto más complejo de sus trayectorias. No importa la edad, ni la categoría, sólo el compromiso y a estos cuatro jóvenes no les gana nadie en capacidad de sacrificio. “Cuantas más vacunas pongamos mejor, es nuestra responsabilidad, no nos importa descansar menos días o trabajar los fines de semana porque ya habrá tiempo de descansar”. Es la reflexión de Álvaro García, el único del equipo de vacunación que ha tenido que quedarse en casa unos días al contagiarse a finales de año. “Es una experiencia que no cambiaría por nada”.
Los vacunadores no sólo se encargan de administrar las dosis. También son los responsables de la logística, conservación, vigilancia de los viales, registro de de inmunización en el sistema informático y la notificación de eventuales efectos adversos. Son el contrarrelato épico de nuestro tiempo para aliviar el peso de la novela fúnebre que protagoniza la contabilidad diaria de fallecidos e intubados por la infección del coronavirus SARS-CoV-2. El miércoles en Sorbas y Tabernas hicieron posible la vacunación de casi medio millar de personas de las 2.800 que recibieron la dosis en toda la provincia. Y cuando no hay viales suficientes, estos cuatro jóvenes se encargan de hacer PCR en el autocovid de la Bola Azul que es el punto almeriense más dinámico con más de 600 test de antígenos diarios.
“Llevamos desde julio sin parar y el desgaste físico y psicológico se nota, pero somos jóvenes y ahora no podemos aflojar, es nuestro compromiso con la sociedad. Intentamos repartirnos los turnos para dosificar el esfuerzo, sobre todo los equipos móviles que vamos a contrarreloj vacunando mañana, tarde y noche”, asegura Rosalía Artés. Exhaustos, pero comprometidos ante el mayor desafío profesional que vivirán nunca. “Es un momento muy bonito y especial, no se me olvida la primera vez que vacuné en la residencia y todos aplaudíamos”, comenta Alba Fernández, consciente de la trascendencia de cada dosis para acabar con la crisis planetaria. "Cuando llegaron las vacunas fuimos todos a recibirlas y a hacernos fotos", añade su compañera.
“Estamos viviendo la parte bonita de la pandemia, no tiene nada que ver con las situaciones a las que se enfrentan los profesionales de la UCI”. Se sienten privilegiados de poder trabajar tan jóvenes, recién terminados los estudios, en lo que les apasiona y gracias a la crisis sanitaria han pasado de contratos de una semana a seis meses. Es una de las pocas cosas buenas, por no decir la única, que ha traído la pandemia a esta provincia. Y encima perciben el agradecimiento en las miradas y palabras de los mayores a los que inmunizan. Ni una sola queja. De ahí que no pierdan la sonrisa ni cuando más aprieta el estrés ni la impecable cortesía con la que reciben a sus pacientes.
Pero tampoco olvidan los sacrificios que han tenido que realizar en el último medio año de trabajo. Alba ha tenido que estar con mascarilla hasta en casa, encerrada en su cuarto para evitar el contacto con la familia, sobre todo con su abuela. "En agosto cuando se intensificó la segunda ola me alquilé un piso para irme sola y no exponer a mis padres", comenta Rosalía. El equipo de vacunación del Distrito Sanitario Almería está formado por una quincena de profesionales estructurados en cuatro grupos, tres móviles itinerantes y dos puntos fijos en los centros de salud Alborán y Mediterráneo a los que se suma este lunes el espacio masivo de autovacunación del Palacio de Deportes de los Juegos Mediterráneos.
“Con las PCR es diferente, se nota la desesperación”
Los cuatro jóvenes vacunadores comparten también experiencia de diagnóstico en la Bola Azul donde vienen haciendo los test desde el pasado verano. Nada que ver con la administración de las dosis. Rosalía Artés Navarro relata que “con las PCR es diferente, se percibe la desesperación porque son familias confinadas y gente que tiene que cerrar sus negocios”. También reconocen el miedo de los sanitarios, sobre todo al principio que vieron a compañeros rechazar contratos porque no querían exponerse tanto al virus. Gracias a su buen hacer en el punto de autocovid con más actividad de la provincia dieron el salto al equipo de vacunación, la mejor decisión de su corta trayectoria, una oportunidad que no olvidarán nunca.
También te puede interesar