Guía Turística de Almería antes de la Guerra Civil
Un patrimonio perdido
La Guía editada por el Patronato Nacional de Turismo en 1930, daba una visión general de Almería artística y monumental a fin de ser incluida en los circuitos turísticos de circunvalación de España
Almería/En ella se mencionaba que de la capital destacaban como monumentos principales: «Su Alcazaba, las murallas y Torres del Cerro de San Cristóbal y la Catedral-Fortaleza». Recogiendo igualmente que en iglesias y conventos se encontraban diseminadas notables obras artísticas: artesonados mudéjares, torres y portadas como la de Santiago y la armadura de la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, esculturas de Salcillo, de Mora y de otros autores importantes, como el caso del San Indalecio de la Catedral, La Purísima del Trascoro, la Dolorosa de Santiago o la Inmaculada de las Puras, pasando por altorrelieves tan notables como el de San Sebastián en la portada de la iglesia del mismo nombre. Magníficos frescos como «La Defensa del Misterio de la Inmaculada» en el Altar Mayor de San Pedro, lienzos de Alonso Cano en la capilla de la Piedad de la Catedral y tallas relevantes como las de la sillería del coro de la misma iglesia-catedral.
La misma guía de 1930, anteriormente mencionada, hacía una descripción del Cerro de San Cristóbal: “Desde la Alcazaba a la hondonada o precipicio llamado la Hoya (o la Joya como es conocida) desciende verticalmente un muro que va en declive, recorrido por unas angostas escaleras abiertas a través de torres ruinosas, agrietadas por los siglos. Llegado el muro a un cerro donde se disponía con nuevas torres y lienzos de muralla con gradas interiores volvía a trepar por una vertiente opuesta hasta llegar a un amplio torreón que dominaba la cima de otro cerro, denominado Cerro de San Cristóbal. En él se elevaba el torreón o castillo que da su nombre al cerro, y que debe su advocación (según cuenta la historia y la tradición) a la capilla que en Honor de dicho Santo erigieron los templarios allí, cuando acaeció la conquista de Alfonso VII.
Sobre la capilla o ermita, se levanta “el Monumento al “Sagrado Corazón de Jesús”, magnífica y colosal escultura de mármol blanco de Macael que domina y bendice la ciudad actual (1930), y desde cuyas gradas se ofrece a la contemplación de los turistas la visión más espléndida de Almería, de su puerto, su ensenada y aún de su vega. Continua el Castillo o Torreón de San Cristóbal con otros cubos y torres y con otra muralla también en declive que desciende hasta la ciudad”.
En la guía, se hacía alusión a la catedral-fortaleza como otro «monumento capital de la ciudad». La mencionaba como «ejemplo único en su género, al saber unir el artista con perfección, un lugar de oración y un recinto guerrero, ideas que en aquellos tiempos eran inconciliables. Pero que se entienden en Almería, ya que era una capital que se encontraba en continua alarma por los ataques y depredaciones que sufría de manos de turcos y berberiscos, y por ello se intentó construir una Catedral que al mismo tiempo sirviera de fortaleza».
En ella, se hacía un estudio detallado de la construcción: «los planos de la construcción, de estilo gótico, se atribuyen a Diego de Siloé, constructor de la catedral de Granada. Se empezó a construir la fachada de la Catedral, de gran belleza, constando de dos cuerpos de potentes proporciones magníficamente decorados y embellecidos, con los caracteres del orden corintio».
Refiriéndose al interior, lo describía «dividido en tres naves por dieciséis haces de columnas, albergando en su centro el altar mayor y Tabernáculo, obras magníficas del siglo VIII, construidas con mármoles y jaspes de variadísimos colores. Igualmente en el centro, y frente al Altar Mayor, se encuentra el Coro, obra notable, que consta de una soberbia sillería tallada sobre nogal por el célebre escultor Juan de Orea. En cuanto al Trascoro, todo de riquísimo mármol, así como las imágenes que en él se veneran, se trata de una obra notable de la misma centuria».
En cuanto a las capillas señalaba: «Detrás del Altar Mayor, se abren tres capillas». «La de la Piedad con los lienzos de Alonso Cano, la del Cristo de la Escucha con la magnífica tumba de mármol del Obispo Villalán», fundador del templo, un notable relieve del Salvador en talla policromada, y el valioso retablo de Araoz de pinturas flamencas, finalizando con la capilla de San Indalecio, con la imagen del Santo, esculpida por Salcillo». De las capillas la guía destacaba la forma de inexpugnables defensas constituyendo un castillo hexágono en medio de dos tambores, susceptibles de muchas piezas de artillería.
La guía, finalizaba el recorrido por la catedral haciendo referencia a las otras bellezas que atesoraba «lo mismo en retablos, esculturas, lienzos ornamentos y otros muchos objetos de arte que sería imposible enumerarlos en esta Guía».
Por otro lado, el Patronato Nacional de Turismo, en un folleto sobre Almería, editado durante la Segunda República Española, sin indicación de fecha concreta, también se refería a la historia de Almería y a sus monumentos más característicos. La Alcazaba, mandada construir por el califa de Córdoba Abderramán III, la describía coronándola a la altura de una colina al poniente de la ciudad, conservando muy poco de su primitivo carácter, alterado por reconstrucciones posteriores, pero que aun así seguía ofreciendo un interesante ejemplo de fortificación medieval con su aljibe, su torre del Homenaje reedificada en el siglo XV, sus fachadas góticas desde donde campean los escudos y emblemas de los Reyes Católicos, sus almenados muros flanqueados de torreones y los lienzos de sus murallas que descienden por la colina adaptándose a las sinuosidades del terreno.
El folleto, resaltaba como monumento religioso de mayor importancia en Almería a La Catedral, dedicada a Ntra. Sra. de la Encarnación. En ella, se hacía referencia a la construcción del edificio, construido a instancias de Fray Diego Fernández de Villalán, que rigió la diócesis entre 1526-1556, continuando las obras accesorias hasta el año 1610, cuando era obispo Fr. Juan de Portocarrero.
En lo que respecta al exterior, la Catedral, era descrita como un monumento que ofrecía un aspecto airoso y guerrero muy singular, justificado por las continuas incursiones de los piratas turcos y berberiscos en el litoral mediterráneo, desapareciendo el aspecto fortificado en las portadas del Norte y de «Los Perdones», construidas por Juan de Orea, maestro de la iglesia de 1550 a 1573. La puerta Norte era descrita en el folleto turístico como «singularmente hermosa por su traza, proporciones y decoración y se encuentra entre los ejemplares más caracterizados del Renacimiento Granadino».
En cuanto al interior, se nombraban sus tres naves, con crucero coronado por linterna cuadrada, de estilo gótico decadente con bóvedas de crucería estrellada de trazo complicado. En el folleto turístico se mencionaba el interés arquitectónico de la «sala capitular» y «la sacristía», señalando asimismo otras obras de valor apreciable como «el retablo mayor», «los púlpitos», «la sillería del coro» y el «trascoro». Éste último rico en mármoles y jaspes, albergaba bellas esculturas de la Inmaculada, Santo Domingo y San Juan Nepomuceno.
En lo que respecta a las capillas, se citaban como destacadas: el sepulcro del obispo Fernández de Villalán (que la situaban en la capilla del Sagrario y no en la del Cristo de la Escucha, que era donde se encontraba), el retablo de mármol en la del Carmen, varios cuadros del pintor Granadino «Alonso Cano» (que los situaban en la «capilla de la Virgen de la Soledad», en vez de la capilla de la Piedad que era donde se encontraba), y una sobresaliente talla de San Indalecio, obra del escultor murciano Francisco Salzillo, en la capilla de dicho Santo. En este sentido, también se hacía mención a otras esculturas del mismo santo (San Indalecio) y la de San Agustín en la capilla de San Ildefonso.
El folleto concluía la catedral refiriéndose al claustro, del siglo XVIII, describiéndolo como «digno de ser visitado más que por su interés arquitectónico, por la vegetación exuberante de su poético jardín».
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