Entrevista a una trabajadora social y bloguera: "El Trabajo Social es para valientes"
Almería
"Hay que tener la espalda muy ancha para soportar cada día el lado más amargo de la vida, y posicionarte como una persona competente para acompañar a otras en sus duras vivencias, con el único fin de tratar de mejorar sus situaciones y sus vidas"

Almería/Inmaculada Asensio Fernández (Almería, 1978) es una trabajadora social y bloguera, así como Experta en Mediación Familiar y Máster en Comunicación Social. Lleva 20 años ejerciendo como trabajadora social, habiendo trabajado la mayor parte de su carrera en la Agencia de Servicios Sociales y Dependencia de Andalucía. Sin embargo, no hace mucho, solicitó una excedencia por movilidad dentro del sector público andaluz, con el objetivo de incorporarse a trabajar en el ámbito de la Atención Primaria de Salud, y en la actualidad ejerce su labor en la Unidad de Gestión Clínica del Bajo Andarax, en el Distrito Sanitario de Almería del Servicio Andaluz de Salud (SAS). Además en este momento, se encuentra realizando la Tesis Doctoral en Auditoría Ética aplicada a los Servicios Sociales. Inmaculada es hija de Encarnación y de José, y proviene de una familia numerosa. Llama la atención que cuando era pequeña quería ser actriz, pero cuando se lo dijo a su madre y a su padre casi les da un infarto, afirma entre risas. Como la consolidación de la vocación no estaba hecha, cuestión típica de la identidad gregaria en la adolescencia, después de considerar dedicarse a la alta cocina (su madre ha sido cocinera), e incluso a la abogacía, finalmente un buen día escuchó hablar de la profesión de Trabajo Social, por su amiga Raquel Fuentes, también trabajadora social, y por la hermana de otra amiga común, Lita Soto, quién en ese momento se encontraba en Granada estudiándola, quedando muy entusiasmada. "El telos o fin último de esta profesión es acompañar a las personas que se encuentran en situación de desventaja social, para que alcancen adecuados niveles de calidad de vida", le trasladó Lita. El caso es que se apasionó con la posibilidad de estudiar esa carrera, ayudar a las personas más desfavorecidas, empoderarlas, y finalmente convenció a sus padres para que le permitiera estudiar esta titulación en Granada. El último año de carrera lo hizo en Reino Unido, en Brighton. Desde el año 2003 no ha dejado de trabajar. Durante su larga trayectoria ha participado en diversos proyectos de la Junta de Andalucía, así como también ha intervenido en proyectos internacionales de desarrollo de los derechos de la infancia y adolescencia (año 2009, en San José de Costa Rica). Igualmente, en 2015 colaboró, como asistente técnica, con la Escuela Andaluza de Salud Pública, en la consecución de un proyecto de evaluación de políticas públicas de salud en Brasil, de manera que realizó una estancia de un mes en Salvador de Bahía, bajo invitación del Ministério da Saúde, del Gobierno Federal de este país. Ella me cuenta que es una persona muy interesada en el desarrollo de su profesión en España, motivo por el cual investiga, escribe y publica artículos relacionados con el Trabajo Social, sus posibilidades y las limitaciones que encuentra en su desarrollo. En el año 2012 viajó a Los Ángeles, Estados Unidos, para realizar una formación específica homologada para trabajadores sociales clínicos, a través de créditos CEU (Continuing Education Unit), basada en la adquisición de una serie de herramientas para lidiar con situaciones de especial complejidad en contextos de sufrimiento humano. Feminista, sensible al sufrimiento humano y al sufrimiento animal, por tanto, convencida de que sólo desde posiciones igualitarias y respetuosas con el medio, podemos construir un mundo en el que todas las personas y seres vivos tengan –y sientan que tienen– un lugar digno. Inmaculada es ante todo una trabajadora social vocacional, que se desvive por ayudar a las personas (de ello puedo dar fe, pues somos compañeros de trabajo en el Consultorio de Gádor desde hace un tiempo), y espera jubilarse ejerciendo como tal, o enseñando a futuros profesionales, en función del bagaje adquirido. Entre otras cosas, le encanta escuchar música, salir de tapitas por la hostelería almeriense, viajar y conocer nuevos lugares y culturas.
R. G. F.: ¿Qué es para ti ser trabajadora social?
Inmaculada: Ejercer mi profesión para mí ha supuesto tener la enorme suerte de dedicarme a lo que me gusta: establecer relaciones de ayuda con personas que se encuentran en situación de dificultad personal y/o social. Eso sí, como en cierta ocasión escuché decir a Josefa Fombuena Valero, "el ejercicio de esta profesión es para personas valientes", pues hay que tener la espalda muy ancha para soportar cada día el lado más amargo de la vida: precariedad, injusticia, graves conflictos familiares, exclusión, malos tratos, violencias, dependencias…, y posicionarte como una persona competente para acompañar a otras en la "vivencia" de estas situaciones y en la búsqueda de soluciones, mostrando opciones y cursos de acción posibles para tratar de mejorar sus situaciones y sus vidas (bienestar social). Luego están las limitaciones marcadas por los recursos sociales disponibles para complementar la intervención en curso, que no siempre están dispuestos cuando se necesitan, pero esto es "entrar en harina de otro costal".
R. G. F.: Háblame un poco sobre la labor que desempeñaste durante catorce años en la Agencia de Servicios Sociales y Dependencia de Andalucía.
Inmaculada: Es curioso, cuando encontré esta oportunidad laboral mis planes giraban en torno a trabajar en Latinoamérica, de hecho, estaba en plena búsqueda de empleo y postulándome para todo tipo de convocatorias internacionales. Sin embargo, cuando me presenté al proceso de selección de la Agencia de Servicios Sociales y Dependencia, me seleccionaron. Tu pregunta me ha traído este recuerdo (…). En la Agencia realizaba labores de gestión de recursos residenciales y labores de coordinación permanente con los Servicios Sociales Comunitarios, los cuáles suponen el eslabón más importante para la aplicación de la conocida “Ley de Dependencia”. Desde aquí, todo mi reconocimiento a mi profesión en Servicios Sociales Comunitarios, pues su labor en "primera línea de batalla" es la más importante para garantizar el bienestar. Durante los primeros años gestionaba plazas de residencia para personas mayores, siempre en coordinación estrecha con las trabajadoras sociales del Hospital Universitario Torrecárdenas y del Hospital Universitario Poniente, para los casos más urgentes, así como con las trabajadoras sociales de Atención Primaria de Salud. Conforme me fui consolidando en esta agencia, pasé al departamento de Salud Mental, en el que trabajaba en coordinación con una psicóloga, Eladia (aprovecho para hacerle un guiño especial a mi compañera, que en breve se jubila), posteriormente llegaron Mercedes y Patricia. En este caso, nosotras recibíamos las propuestas de recurso residencial prescritas desde los Servicios Sociales Comunitarios, siempre consensuadas con las trabajadoras sociales de la Unidad de Salud Mental Comunitaria correspondiente; estudiábamos los casos en Comisión de Recursos Residenciales de Salud Mental, y se tomaba la decisión sobre el recurso más adecuado para la persona: Casa Hogar, Vivienda Supervisada o Unidad de Estancias Diurnas, todos ellos gestionados por FAISEM. Cuando me fui de la Agencia, una parte de mi corazón se quedó junto a mis compañeras.
R. G. F.: ¿En qué consiste tu trabajo en la Atención Primaria del Servicio Andaluz de Salud (SAS)?
Inmaculada: Bueno, en este caso soy la trabajadora social de todos los centros de salud que forman parte de la Unidad de Gestión Clínica del Bajo Andarax. Como trabajadora social del Equipo Básico de esta zona, atiendo demandas clínicas muy diversas, entre las cuáles voy a destacar: la intervención directa en situaciones de sospecha de maltrato; la atención a víctimas de violencia de género (aunque disponemos de un equipo multidisciplinar especializado en este tipo de violencias en el SAS); el posibilitar el acceso de todas las personas a la salud pública; el seguimiento de la salud de las personas menores de edad; el intervenir, en coordinación con la enfermera gestora de casos, en la valoración de las condiciones de vida de pacientes crónicos y en situación de dependencia, en aras de promover una mejora en su atención, en especial a aquellos que apenas tienen vínculo con el entorno. Del mismo modo, coordino con los Servicios Sociales Comunitarios, y con el Equipo Básico de Atención Primaria, la valoración conjunta de situaciones urgentes, prioritarias y especialmente problemáticas, para buscar soluciones acordes. También trato temas de interrupción voluntaria de embarazo, eutanasia y muerte digna, adquisición de material ortoprotésico, discapacidad, incapacidad, dependencia, procesos de exclusión y pobreza, etc. Las demandas de ayuda son de lo más diversas, pero en todas entronca la necesidad de resolver un problema socio-sanitario para alcanzar adecuadas cotas de bienestar en la vida de las personas.
R. G. F.: ¿Con qué grupos de personas en situación de vulnerabilidad trabajas en tu día a día? ¿Y, con qué tipo de personas usuarias te es más difícil trabajar y por qué?
Inmaculada: En el ámbito de la salud, trabajo con personas que lidian con enfermedades incapacitantes y graves y con poco apoyo familiar; también me llegan casos de maltrato y de violencia de género, que como sabes tienen etiologías distintas. Atiendo a personas con síndrome de Diógenes, o personas sin hogar, etc. Para mí, las situaciones más difíciles en el trabajo diario son las que involucran a la infancia, por ser las que más sentimientos de indignación me despiertan. Considero que todas las niñas y todos los niños deberían tener una infancia feliz, y que esto debería ser innegociable. Quiero insistir en que el despliegue de recursos destinados a las familias con menores a cargo debería ser inmediato y acorde a la singularidad del caso. Hay mucho adulto roto (con trayectorias marcadas por circunstancias traumáticas en su niñez), que hacen lo que saben y pueden por atender a sus hijos, pero con déficits visibles. Establecer un proceso de cambio con estas familias implica un acompañamiento cercano, y una gran labor pedagógica, así como salvaguardar la cobertura de las necesidades más básicas, para poder ir escalando en esa famosa Pirámide de Maslow, muy conocida en el desarrollo de mi profesión.
R. G. F.: ¿Cuáles son las mayores limitaciones que encuentras para desarrollar tu trabajo?
Inmaculada: Las limitaciones más grandes para desarrollar mi trabajo las he encontrado en la estrechez "de miras" de otras profesiones con las que me he tenido que coordinar, aunque esto no sucede siempre, por suerte. Me explico: la profesión que ejerzo no ha tenido un gran reconocimiento académico y social en España, porque hasta el año 2009 era una diplomatura universitaria. A partir de esa fecha, pasó a convertirse en Grado, equiparándose al resto de titulaciones oficiales, a través del cual se puede acceder a estudios de doctorado, lo que incentiva la presencia de trabajadores sociales en procesos de tesis doctoral, e incluso en labores de investigación. En nuestro país, al contrario que en el resto de Europa, el Trabajo Social se desarrolló fuertemente en la década de los 80, pero mucho ha tenido que correr (más que el Correcaminos) para tratar de equipararse al resto de países del entorno europeo. Me he sentido molesta en alguna experiencia laboral en la que he tenido que escuchar comentarios del tipo: "tú céntrate en lo tuyo, tus paguicas", como si mis funciones principales consistieran en realizar trámites administrativos. Convivir con la desconsideración de otras profesiones no es fácil, pero este es otro motivo que refuerza la idea que expuse en párrafos precedentes, de que el Trabajo Social es para personas valientes.
R. G. F.: Tu día está repleto de gente con dificultades, ¿qué es lo que te da alegría?
Inmaculada: Para responder a tu pregunta voy a tratar de evocar situaciones concretas: en el trabajo, me proporciona satisfacción cuando percibo que un o una usuaria se siente aliviada tras una consulta, o cuando observo que una persona ha logrado resolver un problema que le estaba provocando mucho malestar, por señalar algunos ejemplos. En mi vida personal, me alegra la vida una conversación interesante, un café frente al mar, una hora de entrenamiento personal y fitness, salir a tomar alguna cerveza de vez en cuando y echar unas risas. Bailar, ir al cine, quedar con amigas y amigos, escribir y leer. Todo esto me da fuel. Y desde que nació mi hijo, tenerlo cerca me llena de amor.
R. G. F.: La trabajadora social no gestiona la miseria, defiende la dignidad...
Inmaculada: Este titular que aportas me despierta sentimientos encontrados. A ver, los recursos son escasos, esta frase es muy recurrente en mi ámbito profesional. Afirmo que muchas veces no conseguimos cumplir objetivos porque no contamos con las ayudas para hacerlo, o no en el momento preciso. Me preocupa que los mecanismos para acceder a ellos están repletos de trampas burocráticas, y el hecho de que las Administraciones sean cada vez menos accesibles también juega en contra. Ahora, curiosamente, una de las principales demandas que recibo en consulta es para facilitar que la persona ciudadana pueda entrar en diálogo/ conversación con otras Administraciones Públicas, pues, como señala la campaña publicitaria "Soy mayor no idiota", la brecha digital ha dejado a una masa importante de población con la puerta cerrada en las narices. Muchas personas no conocen el mundo digital, no saben solicitar citas (suele hacerse online) y los teléfonos dispuestos suelen estar colapsados… El acceso presencial a la Administración Pública es mucho más complicado tras la pandemia. Considero que hemos perdido en calidad y calidez por estos motivos. Desde el Trabajo Social siempre defendemos la dignidad, y esta debe ser la utopía en el horizonte, siguiendo las palabras de Eduardo Galeano. Guardar los propios (pre) juicios en una caja, sobre todo los que limitan a otros, y echar la llave. Más, también, trabajar por defender la dignidad propia, pues quién no defiende su propio valor frente a otras personas, difícilmente podrá defender el ajeno. Todo esto se puede aprender en el transcurso de la vida, desarrollando una atención plena en estas cuestiones.
R. G. F.: Visitar a los usuarios en sus hogares es, en ocasiones, una parte fundamental en la rutina de tu trabajo. ¿Es ésta la mejor manera de conocer la situación real de las personas con las que trabajas?
Inmaculada: La visita a domicilio ofrece información vital sobre cómo es la vida de las personas, pues los espacios hablan por sí solos. Considero que es fundamental para realizar una valoración social de una situación sobre la que se está trabajando, y sobre la que debemos adoptar acuerdos, o decisiones. Además, también considero que es un marco de referencia ideal para entablar una entrevista, pues los seres humanos somos muy territoriales, y parece que una conversación sobre un asunto que nos preocupa, en nuestro propio entorno, nos calma y desestresa…, salvo que la visita tenga connotaciones de control, por ejemplo, en el caso del seguimiento de menores en riesgo, que en este caso supone todo lo contrario. Pero en estos últimos casos, es todavía más importante conocer bien el entorno.
R. G. F.: Imagino que te habrás topado con demasiados casos de niños y niñas que han sido privados de una infancia feliz por encontrarse en una situación de acusada pobreza...
Inmaculada: Sí, claro que sí. Una cosa que me genera, además, malestar, son todos los casos que me derivan las compañeras enfermeras escolares, sobre menores que presentan caries rampantes y graves, con una edad inferior a los 5/6 años de edad. Las unidades de convivencia con situaciones económicas muy precarias, están más preocupadas por la supervivencia, que por la cobertura de aspectos básicos como es el seguimiento de la salud de los más pequeños, así como guardan menos cuidado en elementos de protección y seguimiento de unas condiciones mínimas de higiene. La pobreza nunca es fotogénica, así como tampoco favorece a quién la porta. Nadie la desea, pero hay personas a las que les lleva generaciones escapar de ella.
R. G. F.: Respecto a las personas sin hogar, ¿cómo es posible que las instituciones públicas no les ofrezcan una protección social que les permita vivir con dignidad en un hogar propio?
Inmaculada: Menuda pregunta, esto sí que es abrir un "melón de par en par". Para las personas sin hogar, el alojamiento alternativo se gestiona a través de los diferentes programas de sus ayuntamientos; en el caso de Almería, para toda la provincia se cuenta con un sólo Centro Municipal de Acogida. A través de ellos, el equipo de Trabajo Social trabaja con modalidades de corta y media estancia, en función del tipo de proyecto social que se esté trabajando con cada persona, y su pronóstico de recuperabilidad social. Considero que sería muy beneficioso para este colectivo contar con recursos de baja exigencia, que son establecimientos sencillos y de acceso directo para dormir, de manera que ninguna persona tenga que verse forzada a dormir en la calle: ninguna. Este proyecto sería muy necesario para todas las ciudades, también para la nuestra, Almería. En las calles duermen personas que presentan problemas importantes de salud, como trastornos mentales, adicciones, más todas las problemáticas de salud asociadas a un estilo de vida marginal y expuesto a las inclemencias del tiempo. Como ves, te he contestado a medias, pues tu pregunta es tan utópica, que no encuentra un reflejo en el diseño de las políticas sociales que conocemos en la actualidad. Si, ciertamente hay algunas modalidades de "alquiler social" a muy bajo coste, pero son tan escasas, que no me parecen representativas para responder a tu pregunta. La asignatura del tema vivienda sigue pendiente. Imagínate la cantidad de personas que pueden perder su vivienda con las enormes y progresivas subidas del euríbor, las hipotecas están alcanzado máximos históricos nuevamente. La gente va a tener que elegir entre alimentarse o pagar facturas y letras bancarias. Otro drama asomando por la puerta.
R. G. F.: ¿Cuál es tu opinión acerca de que en las residencias de mayores se permita que personas menores de 65 años con trastornos mentales graves vivan en ellas en contra de su voluntad?
Inmaculada: Con carácter general, no me parece bien que las personas sean internadas en contra de su voluntad, independientemente de su edad. Esta es la respuesta de una persona que defiende la autonomía a ultranza. Ahora bien, hay situaciones de riesgo que deben ser estudiadas en profundidad y de manera individualizada, que exigen la adopción de medidas extremas, como es la institucionalización forzosa. Te voy a ilustrar con un ejemplo: suponte el caso de una persona con un grave trastorno del comportamiento, o demenciada (quizá con 50 años), que no tiene red de apoyo familiar, así como tampoco conciencia de enfermedad; se niega a medicarse y/o se expone a situaciones de grave riesgo para su seguridad e integridad, o la de terceras personas. Como no es consciente de los riesgos de las situaciones que genera, no adopta ni una sola medida para su protección, ni la de otros. En estos casos, las juezas y los jueces lo tienen claro, y ordenan su internamiento involuntario para protegerlos de un "mal mayor" que la privación de libertad. Me parece que es un tema sobre el que no conviene generalizar, y que cada caso debe ser evaluado, como decía, desde la singularidad de su situación y su entorno.
R. G. F.: Por favor, explícame en qué consistió exactamente tu intervención en la mesa redonda que tuvo lugar en Huelva durante los días 19 y 20 de mayo del 2022, dentro del VII Encuentro de Equipos de Tratamiento Familiar, y que llevó como título "Investigación en el Programa de Tratamiento a Familias con Menores en situación de riesgo y desprotección".
Inmaculada: En esa intervención, realicé una presentación sobre la toma de decisiones éticas en servicios sociales, en la intervención con personas menores de edad y sus familias. La intervención, por tanto, versó sobre los conflictos éticos que las y los profesionales encontramos en nuestra práctica profesional, siempre los hay, otra cosa es que no sepamos o no queramos verlo. Es importante saber identificarlos (son problemas morales) y debemos saber reflexionar sobre ellos, utilizando un método, para encontrar el curso de acción más prudente y responsable para todas las partes intervinientes e involucradas. Es más fácil negar un problema moral, que tratar de analizarlo y deliberar sobre él. Si lo niegas, no tienes que hacer nada, sólo "lo de siempre, mirar hacia otro lado" y seguir con tu vida. Si lo detectas, deberás analizarlo en grupo y deliberar para encontrar el curso de acción más adecuado. Tendrás, por tanto, que ser suficientemente humilde para reconocer que no tienes todas las respuestas, y que alcanzar el conocimiento en equipo –desde posiciones igualitarias– es mucho mejor para todas las personas.
R. G. F.: Respecto a tu participación en el XXII Congreso de la Sociedad Andaluza de Calidad Asistencial que fue celebrado en Almería en 2017, en el que interviniste en una mesa redonda sobre "Humanización en el entorno socio sanitario". En tu intervención como trabajadora social hablaste sobre "atención humanizada" y "atención deshumanizada". ¿Cuáles son las diferencias? ¿Y, cómo podemos reconocer a un profesional inhumano en el trato directo con el usuario?
Inmaculada: Esta intervención fue muy emotiva para mí, dado que comencé la presentación hablando del médico de familia que tuve la suerte de tener durante mi infancia y adolescencia, mi queridísimo doctor D. Manuel Alonso Pinos. Expuse a la audiencia (en su mayoría médicos y médicas de Atención Primaria) cuáles eran las características que hacían de D. Manuel un profesional excelente y único (incluso a los ojos de una niña). De manera indiscutible era su interés, y el buen trato que dispensaba a sus pacientes, siempre amable. Lamentablemente, hay personas que trabajan en la atención directa a la ciudadanía y que se sienten agotadas, quizá con una vocación erosionada por el paso del tiempo, o por deficitarias condiciones de trabajo. Estas personas no suelen querer conectar con lo que trae la persona a consulta, de modo que casi no le sostienen la mirada; proporcionan contestaciones poco amables y recurren con mucha facilidad a la queja. Tiene que ser duro, también, estar muy quemada y verse forzada a levantarse cada mañana para acudir a trabajar. No niego esta realidad. Este tema es peliagudo y quiero abordarlo sin juicios. Todas las personas sabemos discriminar entre lo que es una buena y una mala atención, es muy intuitivo. Hay una frase que dice "las personas olvidarán lo que dijiste y lo que hiciste, pero nunca olvidarán cómo las hiciste sentir". Ahí está el quid de la cuestión. El psicólogo Fidel Delgado afirma que la persona que está quemada es la última en darse cuenta, pero su olor a chamusquina es insoportable para el resto. Para mí, personas como D. Manuel Alonso Pinos deberían ser estudiadas en un laboratorio, para descubrir los secretos que envuelven esas actitudes tan respetuosas y comprometidas. Fíjate, la última vez que me atendió fue antes de irme a estudiar a Granada, hace más de 25 años, y su recuerdo sigue latiendo en mí.
R. G. F.: Tienes tu propio blog inmaculadasol.com en Internet en el que escribes sobre Trabajo Social y Ética. ¿Me puedes explicar cómo trabajas tu blog y cómo seleccionas los temas?
Inmaculada: Bueno, Rubén, la verdad es que no tengo un plan (risas)..., aunque me gustaría tenerlo ahora que lo mencionas. Por lo general, tengo una carpeta en mi ordenador dedicada al blog, de manera que siempre que siento algún tipo de inspiración, abro un documento Word y comienzo a escribir. Como tengo el hábito hecho, escribo muy a menudo; pero, de todos esos escritos, algunos ven la luz y otros no, o no en el momento en el que he comenzado a escribirlos. Me inspira mucho leer a otras y otros profesionales del Trabajo Social, y aquí tengo que mencionar la plataforma nacional de blogs de Trabajo Social, a la que pertenezco desde hace más de una década, impulsada por Rafael Arredondo Quijada desde el Consejo General de Trabajo Social: la BlogoTSfera. Destaco, por ejemplo, a la colega, también almeriense, Belén Navarro Llobregat con su blog trabajosocialytal.com. Me gusta su estilo literario y su enfoque siempre crítico. Recomiendo mucho seguir a esta gran mujer. Me apasiona la comunicación, y suelo sentir el soplo de escribir a través de las experiencias que vivo, situaciones cotidianas e incluso relacionadas con mi trabajo diario. En la actualidad, por cierto, estoy terminando un artículo sobre el que llevo trabajando desde hace más de un año, para enviarlo a una revista de Trabajo Social. Y no es que lleve todo el año escribiéndolo, sino que lo tomo y lo retomo cada equis tiempo (llevo varios escritos en cartera) hasta que un buen día salga a la luz.
R. G. F.: Acabo de leer tu última entrada en el blog en la que reflexionas sobre la figura de la objeción de conciencia y su posible aplicación al ámbito de la intervención social. ¿Me podrías resumir las conclusiones a las que has llegado durante tu investigación sobre el tema?
Inmaculada: Si, me apetecía muchísimo investigar este tema, porque no hay tantas referencias por escrito aplicadas al ámbito específico del Trabajo Social. La primera referencia escrita que encontré, fue la del autor Óscar Cebolla (2011) quién se preguntaba si la objeción de conciencia era algo al alcance de la profesión de Trabajo Social, o por el contrario era un sueño. Decidí seguir nutriendo el debate, y mi aportación particular es que la objeción de conciencia es un instrumento intelectual que sirve para fundamentar nuestras resistencias (o negativas) a cumplir con un determinado mandato (explicitado en normas, prácticas o procedimientos) debido a que sentimos que su cumplimiento nos lesiona en un aspecto importante de nuestra integridad: nuestro espíritu, nuestras creencias religiosas o los valores que nos parecen absolutamente irrenunciables. Sin embargo, quiero destacar que ejercer la objeción de conciencia nunca puede suponer la limitación de un derecho a otra persona (un tercero), motivo por el que es necesario darle un cauce formal dentro de las organizaciones e instituciones, y disponer de los medios necesarios para evitar dañar a terceras partes. Esos cauces formales deben permitir a la persona acogerse a este acto personalísimo, poder fundamentar razonadamente su petición y comunicarla a las instancias superiores, de manera que se pueda estudiar la petición, de cara a realizar los máximos esfuerzos posibles por gestionar la petición de la forma más benevolente posible.
R. G. F.: En una de tus entradas comentas que tienes muchos textos escritos sobre tus propias experiencias vividas dentro y fuera de España, en tus tantos viajes, y que aún no te has atrevido a publicar, por motivos diversos que no vienen al caso. ¿Pero, te atreverías a contar ahora alguna de esas experiencias buenas o malas que llevas guardadas en tu mochila?
Inmaculada: Es cierto, tengo muchos escritos que no han visto la luz, quizá los más vivenciales. Cuando escribo sobre asuntos que tienen que ver con mi historia de vida, suelo sentir el pudor de hacerlos públicos, aunque sienta que esas experiencias podrían ayudar a otras personas, por entenderlas superadas. Son escritos en clave de "lecciones aprendidas", que salen del horno cuando yo estoy preparada. Algunas de estas experiencias las llevo al ámbito de la investigación científica, para publicarlas de manera más formal y objetiva, utilizando la metodología específica que le aportará el rigor necesario.
R. G. F.: Una pregunta que a veces hago a mis entrevistados y entrevistadas: si pudieras cambiar una sola cosa de la realidad, ¿qué cambiarías?
Inmaculada: De manera general, cambiaría la injusticia y la opresión hacia las personas y las comunidades, lo que en palabras de Paulo Freire se traduciría no en darles poder o beneficios, sino en no quitárselos. Además, dado que soy mediadora familiar, y, al trabajar con familias en las que reinan los conflictos, con el consiguiente sufrimiento para los hijos e hijas, cambiaría la forma de afrontar las separaciones y divorcios. La judicialización de estos procesos se basa en el enfrentamiento, y lo que yo propongo es vencer los impulsos que podamos sentir de atacar, castigar, vengarnos o herir a la persona que sentimos nos ha herido. Considero que las parejas (sobre todo las que tienen descendencia) que deciden poner fin a su relación, deberían agotar todas las vías pacíficas para alcanzar acuerdos, y de la forma más benevolente y respetuosa posible. Me gusta hablar de la Separación Consciente, acuñada por Katherine Woodward Thomas (2015). Este tipo de separación se caracteriza por la buena voluntad, generosidad y respeto, y por intentar hacerse el mínimo daño posible, el uno al otro. Se centra en crear estructuras y acuerdos nuevos, concebidos para que todas las personas implicadas puedan ganar, progresar y crecer a partir de ese momento. Se caracterizan por los abundantes actos de bondad, gestos de generosidad y amabilidad, y por los esfuerzos genuinos para hacer lo correcto por las razones correctas que se dan en ellas. La mayor parte de las veces esto será un esfuerzo consciente. No debemos nunca olvidar que mamá y papá viven en el corazón de las hijas e hijos para siempre, de modo que nuestro respeto y nuestra bondad serán los suyos, su resiliencia frente al proceso.
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