Entrevista al fotógrafo Domingo Leiva. “Para conseguir una gran fotografía debe de ocurrir algo mágico en el momento de la toma”

Almería

“Eso es algo que no se provoca, pero que puedes prever de alguna manera y que has de estar preparado para captar”, manifiesta el fotógrafo.

Fotógrafo de viajes, Domingo Leiva / Rubén García Felices
Rubén García Felices

09 de marzo 2024 - 21:26

Almería/Si hay un fotógrafo almeriense viajero por excelencia, ese es Domingo Leiva Nicolás (Alhama de Almería, 24/07/1957), quien, con su espíritu nómada, ha viajado por todo el mundo en busca de espectaculares instantáneas, descubriendo lugares únicos y dándolos a conocer a través de sus fotografías. Licenciado en Psicología por la Universidad de Granada, ha trabajado durante veintitrés años como director creativo publicitario en diferentes agencias, para luego adentrarse de lleno en la fotografía de viajes. Sus imágenes, creadas con la técnica HDR (Alto Rango Dinámico), desarrollan un modo de ver el mundo que el mismo define como “realismo imposible”: “lo que aparecen en mis imágenes estaba presente en el momento de la toma, pero lo que se ve en la obra final no puede ser percibido por el ojo humano”, asegura Leiva. Incluso ha creado su propio estilo en la técnica HDR, siendo reconocido al primer golpe de vista por los espectadores. Domingo ha sido uno de los pocos fotógrafos españoles seleccionados por la agencia Getty Images para su colección de imágenes Creativas. Además, sus trabajos han sido portada de revistas, suplementos y periódicos, como National Geographic, Elle, El País, The Guardian o The Times. Asimismo, sus fotografías han servido como ilustración a libros y guías, como Complete Guide to High Dynamic Range Digital Photography (Lark Books, 2008) o Viaje al Levante almeriense. La Axarquía, otras poesibilidades (Arráez Editores, 2016); colecciones de carteles; calendarios; puzles; billetes de Lotería Nacional; y filatelia española, como el sello conmemorativo de la antigua estación de ferrocarril de Almería (2011). A lo largo de su trayectoria, Domingo Leiva también ha compaginado su labor fotográfica con la docencia, exposiciones de fotografía y campañas de turismo, desarrollando una importante actividad en estos ámbitos principalmente dentro de la provincia. Sin duda ha creado escuela y marcado estilo, tanto que su espacio en Flickr recibe miles de visitas diarias. Importante destacar que en el mes de mayo participará en la exposición "Diversidad y pluralidad en la fotografía almeriense actual" en la sala de exposiciones de la Universidad de Almería (UAL) que tengo el gusto de comisariar.

R. G. F.: ¿Eres una persona comprometida con la política de tu tiempo?

Domingo: Nací en la España franquista. Viví mi niñez inmersa en la “Formación del Espíritu Nacional”, que nos decía que debíamos sentirnos orgullosos de pertenecer a una nación con destino en lo universal. El silencio de plomo, envuelto en miedo, que impregnaba todo lo que tuviese que ver con la vida pública hacía muy difícil la toma de conciencia social para cualquiera que viviese en un pueblo pequeño y en aquellos tiempos remotos como era Alhama de Almería. Con una población muy republicana y que por lo mismo había sufrido la represión de manera especialmente dura. Sin embargo, mi madre a pesar de ser muy religiosa a la manera tradicional católica, tenía una fuerte tendencia, rebeldemente cristiana, a empatizar con las personas que sufren. Un sentimiento que trató con mucho empeño en transmitir a sus hijos. Hacerme ateo fue una liberación, ante la forma asfixiante en que se vivía el catolicismo de aquellos días. Pero nunca me pude liberar de la necesidad de ponerme del lado de los que lo están pasando mal. Desde los 15 años eso ha marcado mi actitud ante el mundo que me rodea. Primero militando en organizaciones clandestinas del movimiento antifranquista. El resto de mi vida he seguido siendo un anti-sistema. Mejor dicho, un “anti-este-sistema”. Actualmente, por simple salud mental, ni siquiera me intereso por la política nacional, que veo como un teatrillo intrascendente e indecente. No leo periódicos, ni siquiera veo la televisión. Creo que el futuro de la humanidad, y por tanto también el de los que vivimos en este rincón de la pequeña península euroasiática que es Europa, se está decidiendo de manera acelerada en otras partes del mundo y en unas esferas de poder que ni siquiera alcanzamos a percibir. La hegemonía de Occidente, que se ha mantenido durante casi cinco siglos, se está disolviendo como un azucarillo, y su gente se está volviendo temerosa, sumisa y con un profundo sentimiento de derrota. Un caldo de cultivo para la distopía orwelliana que estamos viviendo, y que me temo que precede a algo aún peor. La respuesta sencilla a la pregunta es que si, sigo comprometiéndome, pero dedico mucho más tiempo a tratar de entender el mundo donde vivo que a pasar a la acción para intentar transformarlo.

R. G. F.: ¿Cómo han influido tus vivencias en el mundo de la publicidad en tu experiencia actual como fotógrafo de viajes?

Domingo: Yo la publicidad la viví como un accidente. Estudié psicología pensando en ayudar a las personas, y acabé utilizándola para convencerlas de que comprasen o hiciesen cosas que no siempre las iban a ayudar. He de reconocer que, aunque siempre me sentí incómodo con la finalidad que tenía mi trabajo, disfrutaba del proceso creativo. La publicidad es el arte aplicado al engaño y la seducción consumista. Pero hay arte en ella y artistas con mucho talento lo ponen a su servicio como forma de ganarse la vida. Empecé como redactor y acabé como director creativo. Y como tal me tuve que familiarizar con todas las disciplinas artísticas. De ellas la fotografía era la que más me atraía y la que se convirtió en mi afición más persistente. A ello contribuyó muy probablemente que Carlos Pérez Siquier era uno de nuestros colaboradores, y más tarde amigo. Su mirada capaz de descubrir la belleza en cualquier lugar, su sencillez de formas, su manera de componer, de ver la luz… me fascinaba cada reportaje que nos entregaba. Yo quería ser capaz de mirar como él.

R. G. F.: ¿Cuál es tu objetivo como fotógrafo de viajes?

Domingo: Cuando decidí dejar la publicidad, pensé que ya no quería trabajar en nada con lo que no disfrutase plenamente. Me planteé como reto convertir mis aficiones en mi profesión. Y lo que hacía en mis vacaciones era viajar y hacer fotos de los sitios que visitaba. Lo primero que hice fue preguntarme qué debía hacer para convertirme en fotógrafo viajero. Me puse en contacto con algunos directores de medios especializados en el tema y todos me dijeron lo mismo: primero haz las fotos por tu cuenta y después ofrécenoslas, bien como reportaje cerrado que incluya el texto, bien formando parte del catálogo de los bancos de imágenes con los que solemos trabajar. Con el declinar de la rentabilidad de los medios tradicionales, el tiempo de los fotógrafos que trabajaban por encargo había pasado a la historia en este sector. Así que me adapté a esas condiciones y disfruto de todo lo que hago. Mi objetivo es pasármelo bien cada minuto, en la preparación, durante el viaje y en la fase de procesado.

R. G. F.: En tus viajes abordas tanto la fotografía social, como la fotografía urbana y la de paisaje. ¿Eliges tus destinos en función de lo que quieres o no quieres fotografiar?

Domingo: Cuando elijo un destino tengo una idea general de lo que quiero fotografiar. Pero esa idea puede ir cambiando en el proceso de estudio de las temáticas del destino. Dedico mucho tiempo a fijar las temáticas antes de partir cámara en mano. Necesito familiarizarme con el destino a través del trabajo de otros fotógrafos que han estado allí. Es imprescindible tener la mirada entrenada y atenta para desentrañar la belleza en lo que está ocurriendo ante tus ojos en cada momento. La improvisación tiene escasas posibilidades de éxito si no va acompañada de una actitud proactiva, basada en el estudio del tema.

R. G. F.: Has recorrido los cinco continentes con tu cámara fotográfica. ¿Qué lugar del mundo te gustaría visitar que no hayas visitado ya?

Domingo: El mundo es tan rico y fascinante que cuesta trabajo decidirse por un destino u otro. Pero hay lugares como Asia Oriental o África en los que el viaje siempre es una experiencia cultural abrumadora. Hay muchos países en esos dos continentes donde me gustaría poder viajar, cuando termine el proceso de rehabilitación de este desgraciado accidente que me va a tener parado durante un año (me rompí el tendón cuadricipital en mi último viaje).

R. G. F.: ¿Dónde fue ese accidente?

Domingo: En Zaragoza, de la manera más tonta del mundo, en plena calle y a pleno día. Un accidente bastante dramático. El proceso quirúrgico ha sido complicado y doloroso. Ahora estoy en la primera fase de la rehabilitación.

R. G. F.: ¿Viajas sólo o acompañado?

Domingo: Nunca viajo solo. El placer está en compartir el viaje con mi mujer y algunos amigos. Yo suelo organizar el viaje, pero muchas veces lo consensuo con mis compañeros. En los viajes hay mucho tiempo para hacer cosas que no se hacen con la cámara fotográfica. Disfruto especialmente de los viajes en los que mis acompañantes son también amantes de la fotografía, pero también si no lo son. Cuando llega la hora de fotografiar, tomo mi equipo y me olvido de todo. Los demás saben que va a ser así y disfrutan por su parte de lo que a ellos les gusta en el lugar que estemos. Nunca hay conflicto.

R. G. F.: ¿Qué trabajo previo necesitas para conseguir una gran fotografía?

Domingo: Normalmente estudio el espacio y la evolución de la luz en el lugar, mucho antes de desplazarme allí. Me familiarizo con el sitio a través de fotografías realizadas por otros fotógrafos. Sobretodo para no perder mucho tiempo en llevar a cabo fotos “obvias”. Cuando estoy en la localización hago una visita sin cámara y a una hora en la que se que la luz no es nada interesante. Invierto todo el tiempo que sea necesario en mirar el sujeto de la fotografía desde todos los puntos de vista. Busco primeros planos y elementos inesperados que aporten originalidad al relato. Defino el punto exacto donde voy a colocar el trípode, pensando en el equilibrio compositivo y la alineación de los elementos que van a guiar el recorrido visual que yo busco. Y después vuelvo al lugar cuando se va a dar el momento lumínico preciso. Normalmente dispongo de apenas 10 minutos para hacer la foto, y casi nunca se trata de un solo disparo. La ventaja es que la foto estaba ya hecha en mi mente antes de captarla con la cámara, y el momento decisivo ya no necesita demasiada inversión de tiempo. Pero para que sea una gran foto debe de ocurrir algo mágico e irrepetible en el momento de la toma. Algo que no se provoca, pero que puedes prever de alguna manera y que has de estar preparado para captar.

R. G. F.: Para quién no haya oído hablar nunca de fotografía HDR, ¿podrías explicarle brevemente en qué consiste?

Domingo: Mi relación con el HDR tiene mucho que ver con la hora en que hago las fotos y el tipo de luz que tengo que manejar. En los momentos extremos del día, sobre todo cuando hay iluminación artificial, las zonas de sombras son casi negras y las luces muy brillantes. La diferencia entre la medición de la luz que hay en las sombras y la que hay en las áreas más brillantes es lo que se llama el “rango dinámico” de la imagen. Para que las zonas oscuras no salgan negras o con mucho “ruido” y las más claras no se quemen, se utilizan técnicas de fusión de la información de diferentes exposiciones de la misma foto, que acaban en una imagen con un “Alto Rango Dinámico” o HDR por sus siglas en inglés, donde la calidad y el detalle de la información es muy rico en toda la gama de luces de la escena. A estas alturas y con el software de procesado con el que contamos es una técnica cada vez más sencilla y utilizada por más y más fotógrafos. Durante algún tiempo estuvo de moda lo que se llamaba el procesado HDR que personalmente me disgusta estéticamente.

Domingo Leiva / Rubén García Felices

R. G. F.: Cuéntanos un poco tu metodología para conseguir las mejores imágenes en HDR.

Domingo: El HDR es un medio para resolver un reto que plantea la luz en un momento determinado del día. No es un fin en sí mismo. Para conseguir ampliar el rango dinámico de mis imágenes suelo hacer tres exposiciones, una para las sombras, otra para los medios tonos y otra para las altas luces. Después suelo seleccionar la información más rica de cada una de ellas, mediante capas de Photoshop. Antes lo hacía con programas de fusión que llevan a cabo el proceso automáticamente. Pero en general me gusta complicarme la vida y por eso lo hago de manera artesanal siempre que tengo tiempo y ganas, porque el resultado es más controlado.

R. G. F.: Volvamos a tus viajes. De todos los países que has fotografiado, ¿recuerdas alguno en los que hayas tenido problemas o sorpresas desagradables con la gente para tomar fotografías?

Domingo: Si te fijas en mis fotos de calle, el punto de vista es siempre un poco bajo. Eso se debe a que nunca me echo la cámara a la cara. La llevo colgada de forma disimulada. Calculo mentalmente, me sitúo lo más cerca que puedo, utilizo un angular medio, calculo la composición y disparo en modo silencioso. La persona fotografiada nunca lo sabe. Podría pedirle permiso, pero entonces estaría haciendo un retrato. Toda la espontaneidad del momento, la autenticidad de la escena, habría desaparecido y eso no es lo que busco. Si alguien se da cuenta de que lo he fotografiado y se molesta, borro la imagen y le pido disculpas. Pero eso me ha ocurrido muy contadas veces. Cada vez más gente que hace fotografía de calle decide pasarse al teléfono móvil. Con él pasas desapercibido. Hay miles en todos sitios y a todas horas. Con una cámara todo el mundo se pone a mirar a ver qué haces.

R. G. F.: Una vivencia memorable en tus viajes a Latinoamérica.

Domingo: Guatemala es el país que más me ha fascinado de América. Chichicastenango con su inmenso mercado maya, sus iglesias de culto sincrético, dispuestas a modo de templos precolombinos, las chamanes llevando a cabo sus rituales en las escalinatas… me pareció una experiencia casi alucinógena.

R. G. F.: Has realizado reportajes fotográficos en China, Vietnam, Nueva Zelanda, Nueva York, Atenas, Lisboa, Guatemala, Colombia, Japón, Alemania, Etiopía, Escocia... Si tuvieras que escoger solo tres de ellos, ¿con cuáles te quedarías y por qué?

Domingo: Nueva Zelanda reúne una réplica de los paisajes más maravillosos del planeta, en una versión peculiar. Después de estar casi un mes recorriendo ese país me cuesta sorprenderme con cualquier nuevo paisaje que veo. Guatemala, porque te va dejando con la boca abierta a cada paso que das. Volcanes en erupción, pirámides sobresaliendo del techo de la selva, ciudades coloniales, culturas precolombinas casi intactas, espacios naturales como Río Dulce, que te llevan por un caudal de bellezas naturales hasta una ciudad de antiguos esclavos, por la que aún no se puede acceder por vía terrestre. Y todo prácticamente intacto. Porque el turismo, debido a la falta de seguridad del país es casi una anécdota. Y el norte de Etiopía, especialmente Lalibela durante la fiesta de la Epifanía en sus iglesias excavadas en la piedra. Fue una de mis experiencias fotográficas más intensas.

R. G. F.: ¿Cómo surgió tu exposición "Miradas sobre China"?

Domingo: Fue una iniciativa de la sinóloga Patricia Amate. Fue quien se puso en contacto conmigo para poner en marcha la iniciativa. Ella es una enamorada de China. Ha vivido y estudiado allí muchos años y quería llevar a cabo un evento que acercase ese país tan desconocido en Occidente al entorno de la Universidad de Almería. Fue una maravilla trabajar con ella. Se encargó prácticamente de todo. Ella hizo una selección de las imágenes que yo le presenté de mi viaje a China y las acompañó de textos en español y chino que ayudaban a comprender el contexto. La exposición viajó a la Universidad de Málaga y a otros espacios expositivos. La pandemia acabó con su itinerancia.

R. G. F.: ¿Y ahora me puedes decir cuántas fotografías tuyas ilustran los puzles de la colección de Educa Borras?

Domingo: Fueron ocho. Pero después se han hecho puzles con fotos mías en empresas especializadas en este tipo de productos de Polonia, Corea del Sur, Turquía, USA y Reino Unido.

R. G. F.: Tenemos en común a un buen amigo, Juan Antonio Varona Arciniega, que hace tan sólo unos meses recibió el I Premio Iberoamericano Fernando Fernández Montero. ¿Cuéntame vuestra historia de amistad, cómo os conocisteis?

Domingo: Tuve la suerte de conocerlo a través de mi amigo el pintor Martín Pastor, que participaba en las caminatas de su grupo de senderismo. Me invitó a una de ellas. Lo conocí caminando, pero por el camino nuestros destinos se iban cruzando. Yo también fui profesor de la UIM, en mi caso de marketing político, participé en proyectos europeos vinculados a la Diputación de Almería, donde él trabajaba. No te podría decir en qué momento nuestra relación llegó al punto de poder calificarse de “amistad”, porque han sido muchas cosas durante muchos años. Pero, como todo el que lo conoce sabe, Juan Antonio es una de esas personas buenas y generosas, al mismo tiempo que inteligentes, tan raras de encontrar, que te hacen recuperar la fe en la humanidad, y de la que uno quiere sentirse amigo.

R. G. F.: Si, una buena persona siempre entregada a los demás, de las que pocas quedan. ¿Y de qué te sientes más agradecido en toda esta trayectoria o de gente que te has encontrado por el camino?

Domingo: Me siento muy afortunado habiendo podido disfrutar de los últimos 16 años de mi vida haciendo lo que me gusta, casi sin ninguna limitación. Pero para llegar a ellos he tenido que vivir un largo aprendizaje y un duro esfuerzo, en condiciones muchas veces muy adversas. Casi de toda la gente con la que he colaborado estos años he aprendido algo. De unos más y de otros menos. Con todos me siento de alguna manera agradecido. Pero posiblemente la persona que más influyó en el camino que iba a tomar mi vida profesional fue Enrique Martínez Leiva. Fue mi jefe durante 12 años. El descubrió mi talento para la actividad creativa y con su tremenda energía y su exigencia infinita me hizo crecer y ganar confianza en mí mismo.

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