Díjole, ¡qué bueno que viniste!
Almería taurina
El maestro almeriense Ruiz Manuel conoce los toros de la ganadería, torea de salón en La Monumental y es agasajado por toreros legendarios y diferentes aficionados mexicanos

TRES días del paseíllo en La Monumental de Méjico, ya descansando en D.F., Ruiz Manuel se plantea el día en plan reglaje definitivo para poner su cuerpo a prueba de las circunstancias ambientales, estamos a más de dos mil metros de altitud y se nota, y anímicas una vez que vea los toros en vivo por primera vez. Para la primera tiene una inial intención de ir a los Viveros de Coyoacán, lugar frecuentado por profesionales del toreo para entrenar, pero la pereza y la pausada puesta en orden de parte del equipaje que se quedó a buen recaudo mientras andábamos por el país de tientas hace que las horas de la mañana se agoten sin control. Cambio de planes: compra de desayuno con fruta, carísima, y otros productos lácteos y bollería para desengrasar el cuerpo de tanto taco consumido.
Camino a la plaza con el fiel Alfredo Cervantes, con calor soporífero y un sol pleno e inmisericorde, arribamos hasta las taquillas donde ya luce desde hace unos días el cartel anunciador de la corrida con el nombre bien resaltado de Ruiz Manuel. Acto seguido piso por primera vez las entrañas de La Monumental. Quieren que mi primer impacto visual sea desde nivel del albero. Una escultura del gran "Cantiflas" a un lado, otras de Silverio Pérez y Manolo Martínez al otro, placas conmemorativas en bronce, cuadros alegóricos más arriba se ven antes de adentrarnos en enormes rampas para llegar a nivel cero porque, ya saben, la plaza está bajo el ras de la calle y por eso se le llama el embudo. El primer encuentro son los corrales que desde hace un día cobijan la corrida de San Mateo. Y a Ruiz Manuel le cambia la cara cuando los analiza en su actitud y configuración. "¡Esta corrida es muy fuerte para lo que suele ser en Méjico! El cárdeno me gusta más. Ese tiene mucha leña. Aquel está más en tipo..." masculla el torero en este encuentro no virtual con los astados. Mientras saludos y cambio de impresiones con el caporal, lo que en España conocemos como mayoral, y con la amiga Cecilia que además de ser encantadora lo es de pura ley como aficionada. Apunto los que me gustan por trapío y tipo, tonterías de aficionado porque luego hay que ver al toro en la plaza, y cómo los enlotaría y cual me gustaría que le tocase al torero almeriense para meter un sonado triunfo en el esportón.
Cuando llegamos al nivel pretendido el túnel se bifurca en dos; a izquierda hacia el estadio colindante donde juega el Cruz Azul y a la derecha la arena de la plaza de toros. Por una de las bocas se ve el verde intenso del césped y por la otra el ocre de la arena. Y sí, a mano derecha, poco a poco se va abriendo esa boca para en su final allá alzarse el inmenso espectáculo de esa plaza, la más grande del mundo. Y si impresiona vacía, uno no se puede hacer a la idea como será vivir sensaciones con los tendidos ocupados y con un olé tan especial y único que nadie acierta a describir pero que dicen bien merecen conocerlo. Impresionado, mientras el torero se entrena poniendo a tono músculo con carreras, flexiones y estiramientos para después desdoblar y montar los trastos para torear de salón con el temple y pases soñados. Oportunidad para captar imágenes para el recuerdo.
Ya de vuelta al hotel nuevo cambio de planes porque es solicitada la presencia de Ruiz Manuel en un almuerzo con toreros de Méjico, aficionados y prensa especializada. Sin saber muy bien dónde se va, y con ciertas reticencias lógicas, se accede a tal invitación y somos recibidos por el aficionado Jorge Anciola Echavarría y su encantadora esposa en su casa una vez que el servicio de aparcacoches se lleva el nuestro. Accedemos a una vivienda impresionante por su belleza, elegancia, amplitud y gusto en la decoración hasta que llegamos a un amplio jardín donde allí estaban entre otros los legendarios matadores de toros Mariano Ramos y Alfredo Gómez "El Brillante", que elaboró una sabrosísima paella regada con caldos de la baja California mexicana con parecidos muy cercanos a los Rivera del Duero, y el más joven Christian Ortega. De nuevo abrumados por la hospitalidad y el cariño, nos llenan de atenciones con la consideración a la que uno no está acostumbrado. Magníficos anfitriones, excelentes aficionados, apasionados conversadores nos llevan hasta el compromiso de que apuntan en sus quehaceres visitar sin lugar a la excusa nuestra feria taurina de Almería. Y ya estamos con los brazos abiertos para recibirlos.
Mañana día de relajado con más entrenamiento, visita a la basílica de Guadalupe y otros lugares turísticos, compras obligadas y más comida especialidad del país en lugar escogido por ser de calidad. Ya les contaré. Los días se agotan para llegar a la gran cita. ¡Qué nervios!
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