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Le Corbusier es el arquitecto universal más influyente del siglo XX. Y sí, estuvo en Almería. O al menos la cruzó. En agosto de 1931 viajó a España junto a su primo Pierre Janneret y Fernand Léger. Recorrió la península, atravesando todo el arco mediterráneo con el objetivo de llegar hasta Argelia. Lo cierto es que para él, España y el norte de África eran los 'Territorios del Sur': «L'Espagne est derrière les Pyrènèes» Desde los Pirineos, y a bordo de un coche Voisin C7, pasó por Barcelona, Valencia, Alicante, Almería, Málaga, Marruecos y Argelia.
Sobre este viaje, Le Corbusier escribió un artículo en el número 8 de la revista 'Plans' publicado en octubre de 1931 con el descriptivo título: «Coupe en travers». También se conservan los 'carnet': unos bloc de notas de formato apaisado llenos de reflexiones, anotaciones y dibujos, y editados como facsímil por Juan José Lahuerta. El 'carnet' B7 es el referido a este viaje, titulado 'Espagne. Route 31b'.
En sus apuntes se muestra absolutamente impresionado por la carretera de la costa mediterránea así como de su promotor -trazada y construida en la dictadura de Primo de Rivera, aunque el viaje lo realiza una vez proclamada la II República- y que formaba parte del Circuito Nacional de Firmes Espaciales (y sobre cuya huella se trazó la N-340 o la actual A-7). La describe con gusto como una carretera de 9 metros de ancho y continua, construida «de golpe en un lugar en el que no existía previamente nada». Para él, la más hermosa que había conocido. No hay nada más eterno que un camino -dice: lo verdadero, lo justo, lo ahorrativo, lo ingenioso. Y sigue: es maravillosa, espléndida, con una forma contemporánea y un propósito majestuoso. Abusando de la metáfora, la define como un órgano vivo, como la sangre circulando que dará vida a una España pobre -a diferencia del tren, que para él corre sin detenerse.
Se recrea también en la virginidad del paisaje: las casas, en medio de ese paisaje, son castas; el camino está bordeado de cipreses, naranjos, olivos, algarrobos,... la carretera penetra en un territorio incontaminado por la civilización, sin mancha -escribe sin pudor. Incluso cuestiona la presencia de ellos mismos en su moderno Voisin, circulando a gran velocidad por ese paisaje estático y detenido en el tiempo. Resulta curioso el abuso de adjetivos como virgen, casto, puro o inmaculado. En sus anotaciones se desliza también la justificación paternalista del atraso y la pobreza en estos 'Territorios del Sur', e incluso de ellas se puede desprender la idea de pretender perpetuarlos como único modo de mantener vivas esas esencias primeras. Llega a aconsejar a los nuevos gobernantes: «República, ¡cuidado! Sería un atentado contra la propia vida si todo esto debiera conducir aquí a la desventura nórdica». Impregnado por cierta nostalgia colonialista francesa, remata: «No conozco a un país más hermoso, con 2.000 años de antigüedad y que viva en los mismos campos cultivados, al pie de las mismas sierras desnudas y desiertas».
A su paso por Almería, realizó dos dibujos. En el primero se ve a un hombre sobre un burro en unas albardas, situados en la esquina de una casa. Sólo el fragmento de una ventana aparentemente protegida por una reja y situada a la derecha, interrumpe el blanco lienzo de la fachada. Y otra casa situada en segundo plano, parece indicar que se trata de una población. El segundo dibujo se desarrolla en el paisaje: se trata de lo que podría ser una 'venta' -o una construcción agrícola- situada al margen de la carretera y dibujada rápidamente sobre el mismo coche en marcha. En él aparece una arquitectura típicamente mediterránea, abstracta, de volúmenes reconocibles y con cubierta plana, y desarrollada longitudinalmente en dos plantas, además de un cuerpo anexo de un solo nivel. Dispone de tres puertas y una composición de huecos -algunos horizontales, otros verticales y otros de formato cuadrado- dispuestos aleatoriamente, según la necesidad. Separado del volumen principal, aparece otro menor y que podría tratarse de un aljibe. Sobre el dibujo, Le Corbusier escribe: «En la llanura de Almería y Málaga, la carretera coloniza un inmenso desierto, se construyen ventas. Son de un estilo regional de lo más puro, ya que los transportes prohíben la importación de productos susceptibles de academizar».
Y en Almería, Le Corbusier tiene una epifanía laica sobre la conexión entre el paisaje y la arquitectura mediterránea con el cubismo, no sin antes quejarse de Velázquez y de Murillo por no haber entendido nada del color español. Y remata: son unos asnos, unos académicos. Para él, es Picasso quien lo encarna. Y añade: «Cerca de Almería (dirección a Málaga) está el primer cubismo con sus prismas y todos los secretos de su color. La gente se queja de que el cubismo es insoportablemente intelectualizado ¡claro que no! Está lleno de sensualidad de la tierra y de las cosas».
El interés de Le Corbusier por la carretera del 'Corredor Mediterráneo', insiste en su predilección por proyectos vinculados con las infraestructuras y la gran escala. Es decir, aquellos que ponen en valor el movimiento de las personas y de las cosas, como primer requisito para el desarrollo de la vida contemporánea. Por otro lado, su interés por el paisaje y las arquitecturas mediterráneas, subrayan su condición de heredero de la tradición humanística europea. Es decir, aquella que pone al Hombre -y su habilidad para adaptarse al medio- como tema central de sus propósitos. Ojalá muy pronto, aquel viaje en coche de 1931, ya se pueda realizar en tren.
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