Contenta con su vida, desilusionada de la política

Esta será la última legislatura de una política que ha marcado la vida almeriense con un carácter único y muy particular

Contenta con su vida, desilusionada de la política
Óscar Lezameta

17 de marzo 2014 - 01:00

Mar Agüero, la más veteranas de entre las integrantes de la Cámara Alta, senadora desde 1989 y durante seis legislaturas, además de otra en el Parlamento andaluz, pone fin a su carrera política. Detesta que le digan eso de que se va a dedicar a su familia, sencillamente porque n es verdad, "siempre lo he hecho". Buena prueba de ello es el rincón que en el salón de su casa (una de las escasísimas veces que la ha abierto a un medio de comunicación), tiene dedicada a sus nietas, los verdaderos motores de su vida y quienes saturan la memoria de su teléfono móvil, unos juguetes encima de una alfombra que se ven en otros rincones y que le han echo que en las tiendas de juguetes "me reciben con los brazos abiertos". Ejerce de madre y de abuela, algo que la principio le horrorizaba y que ahora admite con soltura. Lo deja para "dedicarme a mí misma" aunque o parará quieta; no sabe hacerlo. Una enfermedad le ha hecho volver la cara a aquello que más le importa. Mar Agüero, política de las que no quedan, vuelve la vista atrás para recordar lo que ha hecho, cómo ha superado sus miedos y complejos y con el recuerdo feliz de todos aquellos que se han cruzado en su camino, algunos para dejar una amargura que no quiere ni recordar.

Trabajaba en una asesoría laboral cuando la política se cruzó en su vida, no al revés. "Fue José Antonio Segurado el que me dijo cómo fundar un partido político porque no tenía ni idea de qué hacer; me dijo que cogiera a 25 personas y yo fui la presidenta". Era 1985 y llegó hasta su Comité Ejecutivo Nacional. Cuatro años después, la formación se integró en el Partido Popular y Mar se estrenaba en el Senado; era la más joven de las que ocupaba su escaño y tuvo que sudar tinta para poder hacerlo. Una denuncia por una mala asignación de los votos, le llevó hasta el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía. "Me costó entrar por primera vez y me ha costado ahora en lo que va a ser mi última legislatura, la sexta".

Tiene muy claro el porqué se va. "La primera es por una cuestión generacional; los más veteranos tenemos que dejar paso a los más jóvenes y de eso estoy totalmente convencida, ya que en mi caso apoyé a Nuevas Generaciones cuando nadie deba un duro por ellos". No obstante, y en esta ocasión es la primera vez que asoma en su voz y en sus gestos un atisbo de amargura, es "porque la política de ahora tiene poco que ver con la que practiqué cuando comencé; antes ibas a los pueblos y te escuchaban cuando hablabas, porque les contabas cosas que no sabían y te preguntabas; ahora no pasa eso ya que con internet y las nuevas tecnologías, saben incluso más que tú".

De todas maneras no es lo que más le duele. Eso lo deja para la "desilusión que te produce el comportamiento de algunas personas". "¿De tu mismo partido?" "Eso es normal, porque son con los que más contacto tienes y en algunas ocasiones te desilusionan". A pesar de que no le faltan ganas (¿escribirá ese libro que falta a la política almeriense?) obvia los nombres, aunque los tiene muy presentes, así como de aquellos que siempre han estado a su lado, especialmente en los malos momentos, "porque cuando todo va bien, todos están contigo. Sin duda ninguna Ángel Acebes y Carlos Iturgaiz".

Al primero de ellos le conoció "cuando era senador por Ávila, no me podía imaginar que después llegaría a donde llegó y ha estado muchas veces en mi casa, tanto él como su mujer y sus niños en sus primeras comuniones". Del segundo jamás olvidará que "cogió un vuelo desde Bilbao a Barcelona y desde allí se presentó en mi casa cuando estaba muy mal. Me dijeron que había un amigo muy amigo, pero no me dijeron el nombre. La verdad es que no me apetecía ver a nadie, porque me costaba incluso moverme. Cuando me asomé y le vi, me eché a llorar hasta el punto que no podía ni bajar las escaleras; me senté en un escalón y me hinché a llorar. Apenas estuvo una hora en casa, después de volvió, pero vino para verme. Eso jamás lo olvidaré y fue un gesto impresionante".

Tiene una manera de entender esa actividad política que no cuadra con la actual de crispación a cualquier precio: "mira, hace poco me encontré con Paulino Plata; me dio un abrazo, me felicitó por haber superado mi situación personal y me dijo que era una de las personas que más había ayudado a defender el tema de la pesca a lo largo de mi carrera política. Esa es la manera en la que yo entiendo la política; jamás he hablado mal de nadie, ni he insultado a nadie, por eso me llevo bien con todos los políticos".

Su libro de memorias estaría plagado de anécdotas. Una de las que más recuerda es la que la hizo merecedora del galardón del Cebollo de Oro, a la frase más disparatada pronunciada por un político almeriense en el último mes y que se entregaba en un programa de la Cadena Ser en Almería. El periodista le llamó a su teléfono móvil para preguntarle sobre la última avalancha de llegada de pateras y sobre la propuesta que se llevaba a las cámaras acerca de la anunciada reforma de la ley de inmigración. Ella estaba aparcando su coche y no se le ocurrió otra respuesta: "El 99,99% de los inmigrantes que llegan en patera no se ha leído la Ley de Extranjería". Fue motivo de comentarios varios días e incluso el dibujante Antonio Moreno le dedicó una viñeta "que conservo en el que se ve una patera llena de inmigrantes y uno de ellos está con un libro en la mano leyendo la ley de Entranjería". No sólo fue a recogerlo con gallardía, sino que en lugar de agradecer a familiares y amigos, dio las gracias al periodista que le había sacado esas declaraciones porque "sin él jamas me habrían dado este premio". Genio y figura.

El mismo que demostró cuando en una de sus interminables negociaciones con los pescadores de Almería, salió de la hoy desaparecida lonja de pescadores del puerto de la capital con un vestido y en el trayecto que hay hasta la Subdelegación del Gobierno, apareció en la calle Arapiles con otro. Sólo había una posibilidad de tal cambio. "Ten en cuenta que yo fui una de las pioneras en llevar un kit de supervivencia, donde llevaba todo lo necesario, como algo de higiene por si te venía la regla y ropa para poder cambiarme cuando iba a algún sitio y podías mancharte y en mi caso, imagínate con la pesca". En su haber, el sector de la pesca aún recuerda su apoyo a sus reivindicaciones y no es extraño, ante cualquier problema que respondan con la frase "si Mar Agüero estuviera aquí ..." De hecho, sus intervenciones desde su escaño, obligaron a que los grupos tuvieran portavoces específicos para esa materia.

Todo eso quedará atrás muy pronto, tanto como le quede a esta legislatura. Llegará entonces el momento de darse un tiempo de bregar con aquello que jamás dejó de hacer, de volcarse más en sí misma, de dejar que las cosas pasen a su tiempo, de aumentar los cuatro o cinco libros que lee al mes, ejercer de abuela y de madre, una carrera que jamás ha abandonado; aconsejará a su hija María, protagonista de un disgusto cuando le dijo que iba a dedicarse a la política; a enjuagarse las lágrimas viendo a Eva ser Rocío Jurado, "tampoco creas que me hizo mucha gracias cuando me dijo que quería ser actriz" y a su "aprendiz de periodista que me hizo la primera entrevista de mi vida". Volverá a ser lo que nunca dejó de ser, Mar Agüero.

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