Cien millas en busca del narco

Cuarenta años de Vigilancia Aduanera en Almería

Vigilancia Aduanera recorre a diario la costa almeriense en su batalla contra el narcotráfico, contrabando y fraude fiscal. En los últimos cinco años han intervenido 36,5 toneladas de hachís y 81 lanchas rápidas

Manuel Portero: "Tabacalera nos daba mil pesetas por cada caja de tabaco intervenida"

Los agentes se disponen a bajar al mar la embarcación auxiliar / Javier Alonso

Belén iza la bandera española con el escudo histórico de Vigilancia Aduanera, dos “H” coronadas que recuerdan que son descendientes del primer servicio marítimo de las Haciendas Reales en la época de Carlos III, en la patrullera Alca que permanece atracada en el muelle de poniente del puerto pesquero donde comparten dársena con las embarcaciones de la Guardia Civil de Almería. Son casi las ocho de la tarde y dará comienzo en breve otra jornada de navegación por el mar de Alborán en su batalla permanente, los 365 días del año, contra el tráfico de drogas, contrabando, blanqueo de capitales y fraude fiscal. Durante la mañana otra tripulación realizó vigilancia con la patrullera de velocidad Fénix y por la tarde esta embarcación de altura de la clase Rodman-101, con 4.800 kilovatios de potencia con los que alcanza un máximo de 32 nudos, zarpará con destino a las playas de Poniente, pero en dirección inicial a África sin virar ni marcar el rumbo hasta bien entrados en la mar porque los informadores de las mafias los vigilan desde tierra para saber cada uno de sus movimientos.

A bordo viajan nueve agentes, con el timón de Pedro, que lleva más de 25 años de capitán, y un joven jefe de máquinas asturiano con apenas un año de desempeño en Almería. El Servicio de Vigilancia Aduanera dispone de 70 agentes en acción combinada por tierra, mar y aire, de los que medio centenar están centrados en la interceptación y abordaje de planeadoras y del resto de embarcaciones del petaqueo y otras actividades ilícitas. Además de las dos patrulleras, cuentan con diez turismos y un helicóptero con base en el aeropuerto almeriense. La tripulación tiene formación en empleo de armas, navegación, extinción de incendios y primeros auxilios. Son sabuesos de alta mar con un formidable olfato policial que les permite localizar alijos de hachís y cocaína en los lugares más insospechados de la embarcación, porque años atrás no todo eran narcolanchas y en aguas de Almería se interceptaban catamaranes, veleros, pesqueros y mercantes con droga.

Oscuridad y silencio a bordo, el factor sorpresa

Nada más zarpar la patrullera, los agentes de Vigilancia Aduanera se convierten, como inmortalizó Arturo Pérez-Reverte en la novela La Reina del Sur, en sabuesos de alta mar, una especie de marineros que se hicieron policías, siempre escudriñando cualquier mancha en los radares y buscando a través de las ventanas con los prismáticos estabilizadores y con visión nocturna las embarcaciones sospechosas. Además de la vigilancia permanente del radar, cuentan con cámaras térmicas, al igual que el helicóptero, con las que podrían reconocer a alguien que se enciende un cigarrillo a cinco millas de distancia. Son un cuerpo de elite que juega con el factor sorpresa, de ahí que la oscuridad y el silencio en la noche sea su principal aliado durante la cacería de las narcolanchas.

A principios de siglo no bajaban de 30 toneladas de hachís al año, alcanzando en 2014 su pico más alto, en plena ebullición de la ruta del mediterráneo oriental de grandes buques, con 57.000 kilos del estupefaciente marroquí en cuatro operaciones. También consta en su hoja de servicios la patera más grande jamás llegada a la provinciacon 198 ocupantes. En los últimos cinco años (2019 a 2023) han decomisado 36,5 toneladas de hachís en aguas de Almería y han practicado 45 detenciones. Además, se han incautado 81 embarcaciones rápidas, 24 en el último año, en su mayoría vinculadas al petaqueo. Son más de 2.000 funcionarios en España, con carácter de agentes de la autoridad (policía judicial y fiscal), los que se integran en esta unidad de la Agencia Tributaria con más solera y antigüedad que la propia Benemérita, una auténtica pesadilla para los narcotraficantes del norte de África que han tenido que ir mutando cada cierto tiempo su modus operandi conscientes de que su ‘bestia negra’ les acabaría desmantelando el negocio.

Primero probaron con botes de fibra y lanchas neumáticas -los agentes les llaman gomas-, después con narcoveleros, más tarde con mercantes y barcos de pesca en los que se disparaba la capacidad de transporte del cargamento ilegal y ahora estas redes disponen de potentes planeadoras que vuelan a 60 nudos con hasta cuatro motores fueraborda de 300 caballosde potencia cada uno. A pesar de la supremacía náutica, de los riegos que implican los pilotos expertos y temerarios de las mafias, las dos patrulleras de Vigilancia Aduanera no bajan la guardia y responden a diario con seguimientos y persecuciones que en ocasiones, ya sea por accidente, avería o falta de gasolina, acaban en interceptación. El hachís está disminuyendo exponencialmente, pero no saben la explicación. Tienen que estar entrando por otro punto de la península. Las narcolanchas que localizan van cargadas de petacas, pero ni rastro de estupefacientes.

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Una jornada a bordo de la patrullera Alca de Vigilancia Aduanera en Almería

En los más de 200 kilómetros de costa almeriense, las organizaciones hoy concentran su actividad en el transporte de personas -el punto más caliente de la península con 6.323 inmigrantes en 2023- y el abastecimiento de combustible a otras embarcaciones. El petaqueo se ha incrementado en el Poniente y tiene un reproche penal mínimo que no contribuye a su contención. En la Curva de Adra, relata un agente en plena travesía, han detenido a un vecino en cuatro ocasiones en un mes. “Le intervenimos el barco y las petacas, pero se compra otro y sigue con la actividad”, afirma con resignación. Este año todavía no se ha incautado ni un solo kilo de hachís, pero hace tan sólo unos días cazaron una petaquera con 130 bidones que sumaban 3.200 litros. “Antiguamente las gomas se interceptaban al sureste de mar de Alborán cargadas de chocolate. Ahora las encontramos vacías, sin alijo, o portando petacas”, añade el capitán de la patrullera Alca. Desde finales de la pandemia, el narcotráfico ha dado un peligroso salto de calidad en la provincia con medios y recursos de última generación.

“Nunca sabes si va a ser un día tranquilo”, comenta un agente de la Alca sobre la presencia de narcolanchas

Estas redes adquieren cocheras, naves y fincas en diferentes puntos de la geografía provincial, pero sobre todo en Níjar, Retamar y el Poniente, y se lanzan al mar para el avituallamiento de planeadoras, mayoritariamente de fabricación portuguesa, que navegan entre siete y diez días sin tocar tierra. Son grupos cada vez más especializados, profesionalizados y violentos que han llegado a amenazar punta de pistola a los agentes de Vigilancia Aduanera. Los arrestados de las primeras gomas eran sobre todo marroquíes y después entraron los españoles al frente de guarderías y puntos de descarga. Y en las principales operaciones del hachís más actuales se han encontrado vínculos con las bandas gallegas y del Estrecho de Gibraltar. Los del petaqueo suelen ser de Almería y su actividad comenzó durante el contexto de restricciones del covid y los problemas de suministro de combustible en el norte de África. Desde España partían para darle las petacas a medio camino o para que pudieran emprender la vuelta.

Durante el trayecto abordan un catamarán en inspección rutinaria / Javier Alonso

Los primeros petaqueros eran particulares con amarres en puertos deportivos, pero al conocerse su actividad los expulsaron -ocurrió en el Club de Mar de la capital- y ya operan en la clandestinidad desde cualquier espigón o bahía. Hoy forman parte de mafias que cuentan con todo tipo de tecnologías, desde drones y cámaras en sus instalaciones y en las proximidades de los edificios policiales para controlar cualquier movimiento, además de lanchas rápidas que no se pueden abordar en el mar. Cuando una patrullera de Vigilancia Aduanera se cruza en su camino emprenden la huida y se esfuman en cuestión de segundos. “Las perseguimos hasta el límite legal cuando entran en aguas de Marruecos”, añade el capitán. Las aguas territoriales son 12 millas y otras 24 millas la zona contigua. A partir de ahí no se pueden abordar y lo saben. El helicóptero juega un papel clave en la vigilancia porque puede divisar el cargamento y en ocasiones hacia dónde se dirige cuando encaran el litoral.

Anotaciones del capitán en su cuaderno en un puente de mando silencioso y sin apenas luz

“Nunca sabes si va a ser un día tranquilo”, asegura otro de los agentes en el puente de mando. Los turnos de esta unidad marítima son de siete días de trabajo y siete de descanso -de miércoles a miércoles- y al menos doce horas entre un servicio y otro. A veces la jornada se prolonga porque siguen la pista de un posible alijo o reciben un mensaje cifrado identificando a una embarcación sospechosa desde la sala de comunicaciones del SVA en Madrid. En otras ocasiones llegan las alertas desde los organismos de otros países como la gendarmería francesa o servicios de inteligencia europeos y también desde la flota de pescadores de Almería que en más de una vez han confundido a sus patrulleras con las semirrígidas y han revelado involuntariamente su posición a los narcos a través de las comunicaciones compartidas.

Intervenciones en Almería 2019-2023

Narcolanchas: Vigilancia Aduanera ha intervenido 81 embarcaciones o lanchas semirrígidas (RHIB) en los últimos cinco años. 1 en 2019, 10 en 2020, 23 en 2021, 23 en 2022 y 24 en 2023. A nivel nacional fueron 91 en el último ejercicio, de la que 86 se corresponden con operaciones en Andalucía.

Hachís y detenciones: Las aprehensiones en el ámbito marítimo del SVA en el último lustro suman 36,5 toneladas. 7.768 kilos y 6 detenidos en 2019, 10.867 kilos y 14 detenidos en 2020, 8.801 kilos y 12 detenidos en 2021, 3.143 kilos y 9 detenidos en 2022 y 5.883 kilos y 4 detenidos en 6 operaciones en 2023.

La Alca tiene autonomía para tres días de navegación y capacidad para 21 toneladas de combustible. Avanza en dirección a Almerimar a una media de 22 nudos y todas las miradas están puestas en los equipos de radar y vigilancia. Los funcionarios del SVA se reparten las guardias. Javier, un gallego que después de cada turno semanal hace 1.500 kilómetros para volver a casa, tiene que estar pendiente de 23:00 a 23:40 horas. Después irá Simón y el último será Antonio desde las 00:20 hasta el cierre. Los que no hacen vigilancia ni tienen funciones de navegación pueden cenar o distraerse con un libro, el móvil o jugando al ajedrez. Pero la calma dura bien poco y el capitán divisa en el horizonte un catamarán que deben supervisar porque la ruta no queda muy clara en el sistema AIS, que determina la trayectoria en tiempo real. Son poco más de las nueve de la noche y los agentes se enfundan sus chalecos y cascos de protección para salir a la cubierta y bajar la embarcación auxiliar.

Durante el trayecto, falsos ecos se repiten en la pantalla de la patrullera por el oleaje, boyas de pesca, pájaros y cetáceos

En apenas unos minutos ya está en el mar aproximándose al navío con bandera italiana. La neumática se acerca y uno de los agentes sube a bordo del catamarán fabricado en un astillero francés. Procede de la Línea y van hacia Palma de Mallorca como escala previa al destino final en Cerdeña. Los dos tripulantes le entregan la documentación y seguros y todo está en regla. También se realiza una inspección ocular y en caso de sospecha se haría una revisión más exhaustiva de los camarotes y resto de dependencias. La mayoría de las aprehensiones de cocaína se han realizado en veleros de lujo que parecían fondear disfrutando de las aguas de Almería. A veces el nerviosismo y en otras el relato por su incoherencia -les preguntan por separado- los acaban delatando. Si dicen estar de pesca les piden ver las capturas y algún que otro narco ha mostrado una caña con el precinto todavía y sin estrenar. No cuela, en el SVA se las saben ya todas y a 30 millas de la costa no va a ir nadie a pescar.

Belén fue contramaestre de Salvamento Marítimo y ahora trabaja en Vigilancia Aduanera / Marian León

Los agentes realizan cada noche inspecciones rutinarias a todo tipo de embarcaciones, aunque suelen ser más flexibles con las que tienen habitualmente en la zona como los pesqueros y mercantes de los que reciben todas las coordenadas y un parte actualizado de información. Las de recreo, en su mayoría, son de británicos con residencia fiscal y atraque en España, pero que no han pagado el impuesto especial de matriculación. Comprueban el seguro, registro del barco y si todos los tributos están en orden como buenos funcionarios de Hacienda. Si la infracción está relacionada con licencias y seguros de navegación se remite a la Capitanía Marítima y si es fiscal se deriva el expediente a la Agencia Tributaria. Una vez concluida la operativa vuelven a la Alca y, una vez a bordo, suben a cubierta la auxiliar con una grúa de brazo articulado. Cuando hay que interceptar una narcolancha no se utiliza y optan por abordar con la patrullera a la que despliegan las defensas (boyas laterales) por si hay colisiones en la aproximación.

Los agentes en la cubierta nada más salir del puerto pesquero / Iván Gómez

Ha ocurrido en más de una ocasión. Hace un par de años les embistió con la lancha rápida un piloto kamikaze en su huida cayendo dos de los ocupantes al mar. En una fría noche de abril dieron caza a esa planeadora cargada con 4.000 kilos de hachís que no paró ni estando averiada. Al final tuvo que pedir auxilio el patrón porque explotaron los motores después de las arriesgadas maniobras. Y es que los agentes del SVA se juegan la vida en este tipo de intervenciones contra los criminales, también en tierra. En la custodia de un alijo en El Palmer, un vehículo intentó atropellarlos y un agente resultó herido. En otra ocasión cayó un funcionario al mar en pleno abordaje de una narcolancha y el pasado año perdía la vida Carlos Esquembri, capitán en Almería, en su despliegue con el buque Fulmar en aguas de Canarias.

El radar localiza las embarcaciones próximas, aunque a veces salen falsos ecos en pantalla

Pegados al radar durante todo el trayecto, se repiten los ecos falsos por las perturbaciones de la mar gruesa (oelaje y rompeolas), así como por los gallos que son boyas de redes de pesca e incluso pájaros y cetáceos. Aparecen en pantalla sin que haya blancos. Pero nunca se subestiman posibles objetivos. “A siete millas no puedes dar con una goma en la vida”, comenta un agente. “Pues el otro día marqué una a ocho”, replica el compañero. A la altura de Punta Entinas, la patrullera Alca inicia el camino de retorno al puerto en el que atraca a las dos de la madrugada. Noche sin rastro de narcolanchas, pero no siempre es así. A veces encuentran grupos de hasta doce que en unos segundos se dispersan. Cuentan con sistemas ‘gps’ con alarma que les avisan si una embarcación se aproxima entrando en una franja de cinco kilómetros. Mañana será otro día. Este cuerpo de seguridad, con formación y adiestramiento permanente, seguirá buscando sin tregua los cargamentos ilegales. Cien millas en busca del narco.

70 agentes y dos patrulleras en Almería

Cuando en enero de 1985, un joven de Tíjola llamado Manuel Portero Castaño cogía el timón de la Vigilancia Aduanera en la provincia, tras su paso por las jefaturas de Algeciras y Vigo de este organismo policial de la Agencia Tributaria al que había entrado en 1979, apenas eran cuatro funcionarios y tenían un coche de segunda mano con matrícula de Madrid. Cuarenta años después, son 70 agentes en acción combinada por mar, tierra y aire, de los que medio centenar están destinados en la unidad marítima, y disponen de una decena de turismos, un helicóptero con base fija en el aeropuerto de El Alquián y dos patrulleras de altura y velocidad (Alca y Fénix I) y son punta de lanza en la represión de los delitos e infracciones de fraude fiscal y blanqueo de capitales, contrabando y narcotráfico.

Pablo Almarza está al frente del Servicio de Vigilancia Aduanera en Almería / Iván Gómez

En el despacho del máximo responsable en Almería, Pablo Almarza Pozuelo, se amontonan todo tipo de diplomas y medallas, un sinfín de reconocimientos que acreditan el largo historial de hazañas y aprehensiones a lo largo de estas cuatro décadas. También hay recortes de prensa que relatan episodios como el de las cuatro toneladas de cocaína que incautaron el 3 de febrero de 2007 al interceptar el mercante finlandés OCT Challenger, algunos de los buques de la extinguida ruta del hachís del Mediterráneo Oriental y la patera con casi 200 inmigrantes, la más grande hasta la fecha en Almería, que auxiliaron a finales de los ochenta cuando lo eran todo en aguas del mar de Alborán y no operaban todavía en la provincia ni Salvamento ni el servicio marítimo de la Guardia Civil.

Manuel Portero se jubiló después de casi cuatro décadas al frente del SVA en Almería / Javier Alonso

Aunque las mafias del tráfico de drogas cuentan hoy con los recursos más avanzados y se han reducido las aprehensiones de hachís a mínimos históricos, el Servicio de Vigilancia Aduanera siempre ha sido la pesadilla de los narcos y los amigos de la economía sumergida. Su trayectoria está marcada por grandes operaciones en algunos ejercicios en los que triplicaron los alijos de los servicios antinarcóticos norteamericanos, la popular DEA con la que mantienen una estrecha colaboración. Hoy apenas intervienen hachís porque las mafias tienen recursos ilimitados, pero no pretenden bajar la guardia a la espera de que lleguen mejores medios como las patrulleras de alta velocidad recientemente adquiridas. Pablo Almarza relevaba al frente del servicio a principios de 2022 a Manuel Portero después de 37 años ininterrumpidos. Cuenta con un equipo de funcionarios de implicación máxima que tienen en el punto de mira hoy al petaquero.

Carlos Esquembri falleció el pasado año en una operación en Canarias / Javier Alonso

En recuerdo del capitán Carlos Esquembri

Carlos Esquembri Hinojo (Melilla, 1964) fallecía en marzo de 2023 en aguas al oeste de Canarias cuando trataban de abordar un narcovelero desde una de las embarcaciones auxiliares del buque de operaciones especiales Fulmar. El vuelco de la neumática acabó con la vida del capitán que compaginaba la actividad en el Fulmar con la de la patrullera Alca con base en Almería. Un duro varapalo para la plantilla del Servicio de Vigilancia Aduanera en la provincia al que se había incorporado hacía más de un cuarto de siglo. Su liderazgo había hecho posible alguna de las grandes operaciones contra los buques que cubrían la ruta del Mediterráneo Oriental porque era un sabueso de alta mar siempre a la búsqueda del narcotraficante a los que buscaba a través de sus prismáticos y los radares. Una delegación almeriense del SVA con el jefe Pablo Almarza al frente se desplazó al funeral en Melilla a bordo de la patrullera Alca para rendirle un merecido homenaje con persecución incluida de narcolanchas en el viaje de vuelta. Descansa en paz, capitán.

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