Cerro de San Cristóbal (IV)

Ermitas. Los eclesiásticos Pascual Gabriel Orbaneja y fray Joaquín Delgado estudiaron el origen de tales capillas devocionales en la capital. Solo perduran la de San Antón, San Juan y San Antonio

Cerro de San Cristóbal (IV)
Cerro de San Cristóbal (IV)
Antonio Sevillano

30 de diciembre 2018 - 05:08

COMO espacio de culto en fechas puntuales, la ermita devocional es la antesala al templo convencional e iglesias conventuales. Menos solemne y de mayor popularidad entre el común de la feligresía. Más lúdica y participativa cuando se acercaba la festividad del patrón titular. Las primeras bendecidas en la capital –sobre primitivas mezquitas menores nazaritas- estaban adscritas a las cuatro parroquias fundacionales de la Diócesis (Sagrario, Santiago, San Pedro y San Juan); a la que se sumaron las de San Sebastián y San Lázaro (en el barrio de Las Huertas). Todas bajo la responsabilidad de sus beneficiados y presbíteros, encargados al mismo tiempo de oficiar misas y novenarios; siendo en gran medida sostenidas económicamente por los propios devotos a través de limosnas o donaciones. Incluidas las imágenes y estampas que lucían en el testero principal y laterales.

Como espacio de culto puntual, las ermitas eran la antesala a los templos e iglesias conventuales

De reducidas dimensiones y ubicadas por lo general en las afueras de cada localidad, en Almería capital lo hicieron mayoritariamente a intramuros, salvo la de Santa María de Belén -en el paraje al que le dio nombre-, construida a expensas de Agustín de Velázquez en 1734, y la de San Miguel, en El Alquián. Más reciente las también desaparecidas de Ntra. Sra. de Montserrat –famosa por la popular romería septembrina de “los melones”- y San Antonio, en Los Molinos de Viento (barrio de La Misericordia), en terrenos donados por María Jover –marquesa consorte de Cabra- con motivo de la trágica riada de 1891. Y ya en nuestros días la de Torregarcía, lugar playero en que la tradición fija la arribada de la Virgen del Mar, patrona de la ciudad.

ORBANEJA

Pascual Gabriel Orbaneja (+1690), canónigo y deán de la seo-catedral y autor del primer libro eclesiástico editado (por su hermano José) en Almería (1699), dedicó a las ermitas (escritas con “H”) un esclarecedor capítulo. De él tomamos las notas. En el interior amurallado cabe subrayar la de: -San Antón, “en la Almedina, junto a la Catedral antigua”; con una densa historia y muy desvirtuada respecto a su arquitectura original.

-Santa Ana, también en el barrio almedinero.

-Santa Lucía, colindante a la Puerta de Pechina e integrada como capilla en la iglesia de Santiago.

-San Juan Evangelista, en la Alcazaba; al servicio de la tropa y moradores cristianos.

-San Gabriel, calle Real, frente a Casa Puga. De las más céntricas y concurridas; con altar exterior en la festividad del Corpus y parada obligada el viernes Santo de la procesión del Entierro de Cristo.

-San Roque, “en la situación que llaman la Chanca, a la entrada de la Judería (antigua)”, posiblemente sobre los cimientos que ocupó la sinagoga.

O anexas a la Puerta de la Vega (Divino Rostro, Rostrico), del Mar (San Francisco de Paula, de propiedad privada) y de la Imagen (Almedina). La hace lustros desmantelada de San Cristóbal también fue, presumiblemente, de fundación regia tras la incorporación de Almería a la Corona castellana; convertida en icono representativo del Cerro junto al asimismo derruido castillo artillado. Del conjunto reseñado solo perdura la de San Juan, San Antón y San Antonio.

Ilustración de una publicación sobre la vida de San Indalecio
Ilustración de una publicación sobre la vida de San Indalecio

ANTENA EN EL CERRO

Del erudito deán nos trasladamos a los artículos del fraile-historiador Joaquín Delgado, O.P. (1904-1964), a nuestro juicio quien con mayor acierto se extendió sobre la que nos ocupa. Comentaba en entregas anteriores que nuestra capilla –propiedad del Obispado y regentada por la parroquial de Santiago- gozó de una intensa actividad sacra y laica, sucediéndose en su entorno viacrucis (con 14 estaciones), verbenas y bailes populares, fuegos artificiales e incluso (cuando ya era un solar) competiciones deportivas de ciclismo, trial y motocicletas.

A título de excepción, en 1898 celebró su ceremonia de misacantano el vecino José Martín Ruiz, “y con tal motivo estuvo la fachada de la ermita adornada con faroles a la veneciana”. La primera noticia datando su antigüedad se remonta a un plano militar de comienzos del s.XVII y se mantuvo hasta 1930, ya como edificio exento. A aquella le “demolieron las torres y murallones de la fachada y campanario, quedando reducida al diminuto crucero y presbiterio”. En idéntico emplazamiento, la puerta principal cambió su orientación a Levante y se coronó con una mínima espadaña, “con esquilón tan pobre como ella”.

La vivienda del santero gozaba de patio interior y aljibe de considerable capacidad. Aventura Delgado que la talla o pintura del santo titular recaló en Gádor. Aunque regresaremos a los aciagos días de la guerra civil, adelanto lo manifestado en la “Memoria de la situación de Almería como consecuencia de la dominación Roja”: ”Ermita de San Cristóbal.- Totalmente destruida”. La imagen de mármol solo sufrió ligeros desperfectos, “quedando milagrosamente íntegra”.

Buena parte de las ermitas a intramuros y en el exterior se instalaron en mezquitas sacralizadas

Abundando en el heterogéneo uso del lugar, en junio de1964 inauguraron un centro emisor de TVE en la granadina Sierra de Lújar, montando al año siguiente un poste repetidor de la señal en San Cristóbal, asegurando así una recepción con menos interferencias. Con éste y el habilitado en la desembocadura del río –que captaba a la antena alicantina de Sierra Aitana- daban cobertura a la ciudad y pueblos próximos. Tal novedad tecnológica era consecuencia de la puesta en servicio en Prado del Rey (Madrid) de los primeros estudios de Televisión Española. Valga igualmente señalar que décadas atrás el recinto cristiano de la Alcazaba también se pobló de antenas, en este caso perteneciente a una Estación Radiotelegráfica militar. Corría el primer cuatrimestre del antedicho 1930 cuando al erigirse el monumento al Sagrado Corazón, la ermita de San Cristóbal sufrió un considerable empequeñecimiento.

Era el principio del fin de su antañona silueta en el Cerro. Coincidiendo con el 25º aniversario de la inicial consagración del “Santo”, a comienzo de los pasados años Cincuenta planearon recuperar la típica edificación que “la equivocada buena voluntad mutiló gravemente”. En el paquete de medidas se incluía la reparación de las murallas y torreones. Finalmente, ni una cosa ni la otra.

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