Cementerio Inglés. Personajes (y II)

Prohibición. El consulado británico acogió en su cementerio los cadáveres de dos insignes almerienses a quienes el Obispado negó su enterramiento en el municipal de San José

Cementerio Inglés. Personajes (y II)
Cementerio Inglés. Personajes (y II)
Antonio Sevillano

09 de noviembre 2014 - 01:00

CUANDO en contraposición al ritual clásico las incineraciones se aproximan o superan a las inhumaciones en nichos y fosas, escribir del cementerio de San José (sin la coletilla "y de Santa Adela"), puede sonar a anacrónico. Sin embargo, forma parte del acervo histórico, cultural, antropológico y sentimental de nuestra ciudad. No es gratuito por tanto que arqueólogos y paleógrafos presten especial atención en sus excavaciones a las tumbas descubiertas, ya que de su estudio la comunidad académica traduce rasgos determinantes de primitivos asentamientos iberos y mediterráneos en territorio almeriense. Caso paradigmático es el estudio de la necrópolis de Villaricos (Baria) llevado a cabo por el belga Luis Siret. Ello justifica que, salvando las distancias en el tiempo, regrese al Cementerio Británico.

ANTE NOTARIO

Comentaba ayer las razones que indujeron a la influyente colonia británica a solicitar al Ayuntamiento un espacio donde dar sepultura a los súbditos de religión protestante: concesión administrativa en octubre de 1877, ubicación (Marchal de Iniesta), extensión, etcétera. Quedaba pendiente el contenido sustancial de la escritura firmada en febrero de 1906 (¡tres décadas de retraso!), ante el notario Rosendo Abad Sánchez, por el alcalde Gregorio Rodríguez Dionis, y de otra parte Mr. John Murrison, vicecónsul en Almería del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda, inscrita a renglón seguido en el Registro de la Propiedad. Así, el Municipio fijó la transacción en la simbólica cantidad de 888 pesetas (una por cada metro cuadrado de la parcela y solo a efectos fiscales), siendo de cuenta del peticionario "la cerca y camino que ha de facilitar la conducción de cadáveres por el exterior del católico y la apertura y colocación de puertas y rejas". La cesión "es de modo gratuito, perpetuo e irrevocable (…) pudiendo disponer libremente del mismo con arreglo a las Leyes internacionales". Mr. Murrison, por último, "acepta esta cesión en nombre de la Nación que representa, dando las gracias al Excmo. Ayuntamiento de esta Capital en nombre de aquella".

Dicho status se ha mantenido hasta ahora en que, si damos crédito a lo manifestado por el concejal de Salud y Consumo, el recinto (desprovisto de arbolado y jardines, modesto e íntimo, a semejanza del madrileño de Carabanchel) revierte al Municipio por decisión del Gobierno de su graciosa majestad la reina Isabel II. Pero no siempre se cumplió escrupulosamente lo escriturado. Bajo la alcaldía (años sesenta) de Gómez Angulo cerraron el acceso independiente y abrieron otro (el actual), que lo pone en comunicación con el católico. Más adelante (junio, 1980) un acuerdo de Cabildo suspendió los enterramientos durante un lustro al plantearse dudas legales sobre la propiedad (dudas que igualmente contempló un pleno de Diputación); trasladando a los fallecidos a los cementerios de La Cañada (en Costacabana existía una nutrida colonia inglesa) y Mojácar. Finalmente apareció la escritura, cuya copia de la copia me facilitó amablemente Gaspar Cuenca, penúltimo vicecónsul y gestor del Fondo del Cementerio Británico. Este señor me proporcionó asimismo un plano con delimitación de tumbas; recibos a abonar por familias residentes en cuotas de dos a diez mil pesetas anuales según el mantenimiento fuese por cinco años o a perpetuidad; tasas de inhumaciones puntuales y conservación de la capilla anglicana. En base al detallado plano con los nombres de los que allí figuran, más el cotejo riguroso de las lápidas que lo jalonan y su refrendo en fuentes archivísticas, podría confeccionarse el completo catálogo referencial de una parte nada desdeñable de la historia local. Y recuperar la memoria de personajes singulares, a imagen de la estela dedicada a Celia Viñas en el primer recinto de San José. De este modo se honraría a súbditos de ascendencia europea (nacionalizados o no) y a los dos almerienses ya citados en un artículo anterior. Tengo asumido que la sugerencia no será tenida en cuenta o que algún "listo" la hará suya, pero es mi obligación de ciudadano plantearla.

MAUSOLEO DE LITRÁN

Como sincero tributo de admiración, mi primera colaboración en Diario de Almería estuvo dedicada a José Litrán López (1845-1889). Ignorado por la historiografía local, hasta ese momento un ominoso manto de olvido cubría la vida y obra del preclaro hijo de Almería. Brillante ateneísta, paradigma de la honestidad y extremadamente generoso frente a las necesidades de los menesterosos, este benefactor de la humanidad salvó de la muerte segura a cientos de paisanos durante la letal epidemia de cólera morbo que azotó la capital y provincia en 1885. Solo por ello sería merecedor del nombre de una calle (ya la tuvo, pero en la posguerra se la quitaron) y una estatua que lo perpetúe. También fue, sin pretenderlo, protagonista de una tan despreciable como anticristiana decisión del obispo Santos Zárate, negándole la sepultura en San José dada su condición de republicano (amigo D. Nicolás Salmerón), agnóstico y venerable masón.

Del suceso se ocupó la prensa nacional y revistas internacionales y aceleró la construcción del Cementerio Civil, aledaño al Católico. Indignados ante la injusticia, la colonia británica permitió la sepultura en el suyo. Adosado al muro de poniente, es el único mausoleo ya que el resto descansan en tierra, "en territorio inglés". Al concluir la incivil guerra unos desalmados profanaron la tumba en un impune acto vesánico. Visto lo cual, hace años recogí trozos esparcidos de la lápida funeraria y pude medio reconstruirla. Espero que ahora la restauren en un gesto de desagravio.

OLALLO MORALES Y FISCHER

José Mª Pérez de Perceval elaboró la apasionante biografía (IEA, 1984) de Olallo Morales Lupión (Berja, 1852-Almería, 1889), el otro paisano ahí enterrado (su hija Teresa yace a su lado). Rico por herencia paterna y arruinado, viajero por el mundo, emprendedor industrial y valedor del ferrocarril a Linares-Madrid, se casó en Johannesburgo con Zelma Wislkman quien, al quedar viuda, marchó a su Suecia natal. Su primogénito, de igual nombre, tiene el reconocimiento internacional como afamado compositor y pianista. Santos Zárate también le denegó el "suelo sagrado", en su caso por librepensador y demócrata. Los Fischer ocupan una quíntuple fosa familiar (esposa Cecilia e hijos), encabezada por el patriarca Herman Federico Fischer (Copenhague, 1848-Almería, 1918). Un apellido poderoso de la burguesía local de finales del XIX: terrateniente, exportador uvero, cónsul de Dinamarca y propietario de la finca Santa Isabel (Cortijo Fischer, hoy delegación de Cultura y Educación de la Junta). Podríamos continuar con nombres de militares de la segunda Guerra Mundial o de los tripulantes del destructor inglés "Hunter", explosionado en 1937 en la desembocadura del Andaráx, pero debo concluir. Antes, y a título de curiosidad, reseño la última inscripción identificada: Mr. Harold Arbeiter, residente en urbanización La Parra: 18 de junio de 1986.

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