Celia Viñas Agitadora cultural, docente comprometida

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75º aniversario. En marzo de 1943 arribó a la ciudad la flamante catedrática de Literatura Celia Viñas Olivella (Lérida, 1915-Almería, 1954). Diez promociones de alumnos pasaron por su aula

Antonio Sevillano

11 de marzo 2018 - 02:30

Con Carmen de Burgos, María Enciso e Isabel Millé, la adoptada y adaptada Celia Viñas Olivella (Lérida, 16-VI-1915) conforma el genuino cuarteto femenino de las Letras almerienses. Aunque, curiosamente, que yo sepa, nunca las mencionó en sus escritos, aunque probablemente lo hiciese en el aula. Además de poeta y cultivadora de literatura juvenil, bucólica, religiosa o teatral, la "señorita Celia" se convirtió en la docente vocacional que revolucionó la enseñanza en la negrura de la posguerra, en un paisaje de naufragio. Celia Viñas continuaba -sin alardes- los postulados de la Institución Libre de Enseñanza y el Régimen sin enterarse, ensoberbecido en sus ideales falangistas. La metodología impulsada por la II ª República en las Misiones Pedagógicas no le era ajena: a su padre, el maestro Gabriel Viñas Morant, lo depuró del escalafón de Magisterio el Tribunal de Responsabilidades Políticas.

Con tales antecedentes resulta sorprendente que admitieran a trámite su expediente opositor a una de las seis cátedras de Lengua y Literatura libres en España al comienzo de la posguerra. Después, la actuación del presidente del tribunal calificador resultó decisiva para que Celia -mujer, catalana, culta, desafecta- obtuviera el nº 1 en 1943. Y eligió el Instituto de 2ª Enseñanza de Almería, ciudad mediterránea como la mallorquina de donde procedía. En ese contexto hay que entender su entrega total como enseñante, su vitalismo, sus crisis personales, su ansiada búsqueda del amor de pareja y de la maternidad negada. Una Celia listísima que supo navegar en las procelosas aguas del franquismo. Como ocurriera con el guitarrista "cuchichí" Pepe Richoly, a quien presentó espléndidamente en la Villaespesa, o su querido vecino -en la casa de los Siete Balcones- e inicial introductor en la ciudad, Manolo del Águila.

Casada con el profesor Arturo Medina, su matrimonio duró un suspiro, apenas un año En la plaza Bendicho campea su busto, esculpido en bronce, obra de Jesús de Perceval

Tras un agotador viaje, a su llegada se hospedó en el establecimiento más lujoso de la capital: "A las siete de la tarde entramos mi maleta y yo en el Hotel Simón, habíamos salido a las siete de la mañana". Y después como pupila fija en La Rosa, hostal en c/. Marco (Las Posadas), luego Gran Pensión Andalucía, con fachada por la de Granada, frente a la iglesia de San Sebastián. Bebió agua en el "cañillo" de Puerta de Purchena y al 12 de marzo de1943 ya comenzó a impartir clase a alumnos de 4º de Bachiller en la Escuela de Artes y Oficios -sede del Instituto anterior al actual edificio de calle Javier Sanz. Once cursos, once promociones de niños y niñas que la adorarían eternamente. Adolescentes que tuvieron la fortuna de beber de su sapiencia y métodos; de ser sujetos activos de una avanzada pedagogía que le ocasionó a Celia no pocos problemas entre un amplio sector de la escandalizada, cateta y envidiosa ciudad. No entendían que diese determinadas asignaturas en contacto con la Naturaleza; clases sobre los orígenes de la Alcazaba milenaria desde la propia fortaleza, de atardeceres amigables con alumnos de ambos sexos en el rompeolas del Zapillo y giras por maizales y boqueras de la Vega, san Telmo y san Cristóbal. Giras de mochila, alpargatas y bicicleta.

ALUMNOS PRIVILEGIADOS, ALUMNOS AGRADECIDOS

Capaz de representar obras de teatro y autos sacramentales, de orientar un programa radiofónico estudiantil o de hacer asistir a los chavales, "libremente inducidos", a conferencias en la Biblioteca Villaespesa, en el Paseo, fue el revulsivo educativo que la juventud esperaba. Mucho se ha escrito de su proximidad al Movimiento Indaliano y a Jesús de Perceval, de la brillantísima presentación de estos en el Museo de Arte Moderno de Madrid -ante la atenta mirada de Gerardo Diego y Eugenio d´Ors-, pero bastante menos de su vínculo con la Villaespesa (socio nº 127) e Hipólito Escobar, su director. Ahí dio a conocer Estampas de la vida de Cervantes, y antes y después, en distintos marcos: Trigo del Corazón, Canción tonta del Sur, Plaza de la Virgen del Mar (estrenada en el teatro Apolo en abril de 1949; con Tadea Fuentes, amiga y continuadora en el aula), Palabras sin voz y Del foc i la cendra. Y tras su fallecimiento, variados textos: Como el ciervo herido, Canto, Poesía última, Antología de Adonais, Oleaje, El primer botón del mundo y trece cuentos más, Viento Levante, De esto y de aquello y, la última, coincidiendo con la exposición del Centenario de su nacimiento, comisionada por Mª Dolores Durán: Una tarde con Celia.

De aquella amplísima nómina de catecúmenos es obligado citar a Gabriel Espinar, María Moltó, los hermanos Bustos, García Ferré (el del Libro gordo de Petete), Paco Moncada, Mariluz López, Leopardo Anchóriz, Gómez Arcos, Dionisio Godoy, Fernández Revueltas, Paco Pérez Company, Ángel Sánchez, Araceli Gómez, Martínez Capel, Rosa Mª Granados, Gaspar Cuenca, Juan Tesoro, Pepita Carretero y un larguísimo etcétera. Casada en Palma de Mallorca (septiembre, 1953) con el también profesor de Literatura Arturo Medina Morales, vivieron un corto periodo de tiempo en calle General Luque, frente al cuartel de La Misericordia, hasta que le sobrevino la muerte. Intervenida de una miomatosis múltiple, la operación se complicó, falleciendo el 21-VI-1954 en el sanatorio del Dr. Domingo Artés (aunque fue otro el cirujano). Desde el de la actriz Conchita Robles (1922), Almería no conoció un sepelio más multitudinario

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