La Catedral de Almería en la vida de... José Cano García, presidente de Asempal
Almería
La Catedral de Almería celebra su V Centenario
El templo, fortaleza y monumento ha marcado la vida de muchos almerienses
La Catedral de Almería se llena de actividades con motivo de su V Centenario
Almería/La primera vez que me sitúe frente a la fachada de la Catedral de la Encarnación de Almería tenía 10 años. No descarto haber estado con anterioridad, pero mi recuerdo es de un día muy concreto, el día que ingresé interno como alumno del Colegio Diocesano, ubicado entonces en la plaza de la Catedral. Fueron varios los acontecimientos unidos en ese día, entre otros, el comienzo desde el que luego incardiné mis estudios superiores.
Cuando se es niño se distorsionan las proporciones, y eso sentía cada vez que salíamos a jugar los compañeros de clase y yo a la plaza de la Catedral al pilla-pilla o a escondernos, alzaba la mirada, sentía mi pequeñez frente a la robustez y solidez del monumento.
Las piedras colocadas para defender la ciudad de los ataques berberiscos eran a nuestros ojos, por lo menos a los míos, un escenario amable en el que jugar, pasear y/o comernos el bocadillo en el recreo de las 11 horas.
Recuerdo cómo los niños más pequeños alzaban sus brazos para llegar a los leones que bordean la torre que majestuosa marca las horas de la ciudad, y la satisfacción de alcanzarlos para introducir las manos entre las fauces de unos animales que nos atraían y causaban respeto a partes iguales.
A veces, nos sentábamos delante de la escultura del obispo Diego Ventaja y jugábamos a adivinar quien era ese señor tan importante si había sido merecedor de haberle erigido allí una escultura. En ese momento, de inicio de nuestra formación, desconocíamos de quien se trataba, pero fue partícipe de nuestras conversaciones infantiles intentando adivinar de quién se trataba.
En este ejercicio de rememorar mi relación más personal con el monumento catedralicio que cumple cinco siglos, como no señalar la experiencia de participar junto a toda la chiquillería en la película Patton, rodada en el año 1969 y que consiguió 7 Oscars de la Academia de Hollywood. Bajo nuestra mirada de niños, ver la plaza de la Catedral ocupada por multitud de tanques fue, sin duda, un momento que compartimos durante meses en nuestras conversaciones. Todos los compañeros competíamos por agitar nuestros pañuelos para recibir ficticiamente a los americanos y salir en la película.
Ponerte a rememorar es abrir la puerta a recuerdos que, aunque creemos olvidados recobran protagonismo presente. Y uno de esos momentos, ligados a la Catedral, es cuando conocí, junto al resto de mi clase, al obispo Ángel Suquia Goicoechea, del que recuerdo su sonrisa y alegría, pero también, los nervios que pasamos cuando empezó a hacernos preguntas. Recuerdo el desconcierto ante la posibilidad de no saber la respuesta llegado mi turno. Son momentos que repaso con profundo respeto por aquel hombre que fue obispo de Almería durante tres años (1966-1969) llegando a arzobispo de Santiago de Cosmpostela y de Madrid, además de presidente de la Conferencia Episcopal Española.
Si mi infancia estuvo prácticamente ligada al exterior del templo catedralicio, más tarde vendría el descubrimiento interior, además del conocimiento de momentos históricos de la ciudad ligados al emperador Carlos V y a Fray Diego Fernández de Villalán, un ejemplo de emprendedor y empresario de su época, capaz de remar contra las adversidades, superó muchas, para que hoy disfrutemos de su obra y de la Luz del sol que convirtió en emblema de Almería, el sol de Villalán.
Si tuviera que decantarme por un lugar, o un espacio en el interior del templo, este sería la capilla primigenia de la Catedral presidida por el Cristo de la Escucha. Al cruzar la verja que separa este espacio de la girola del templo, siempre siento la sensación de adentrarme en la historia. Una historia que conmemoramos, por sus 500 años de vida, y en la que celebramos el Año Jubilar.
La Catedral de Almería está presente en muchos de los recuerdos de mi infancia, como lo están los profesores que tuve, la formación que adquirí y los valores que recibí en el Colegio Diocesano pues todo ello contribuyó a hacerme la persona que soy hoy.
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