La Casa de Correos y Telégrafos de Almería
Historia
Ha comenzado a desaparecer el antiguo edificio de Correos, algo que llevaba esperando mucho tiempo la sociedad almeriense. Pero no se trata de un simple edificio, era nuestra Casa de Correos y telégrafos

Almería/Considerado feo y desagradable a la vista, hemos descubierto que es el único ejemplo almeriense de una corriente arquitectónica conocida como “brutalismo”. Desde nuestro punto de vista, el término se adecuaba a la estética que nos ofrecía. Ahora será el momento de un edificio inteligente, proyecto ‘Smart Green Cube’ (Agridomo), esperamos que lo sea lo suficiente para respetar y encajar en su entorno.
En este artículo no nos vamos a centrar en la parte material, qué día a día está desapareciendo, sino en la sentimental. Durante poco más de cuarenta años el edificio ha sido la referencia de las comunicaciones para los ciudadanos almerienses. En él hemos depositado nuestras cartas y telegramas, que nos permitieron comunicarnos con cualquier parte del mundo. Si sus paredes hablaran…
El bullicio de su vestíbulo, las luces siempre encendidas de su sala de dirección, cuan faro postal, los camiones y furgonetas en su muelle, la salida de los carteros para el reparto diario, el ruido de los buzones al depositar las cartas o su matasellado…, todo ello ya forma parte de nuestra historia postal.
El edificio se construyó para dar respuesta al continuo aumento de la correspondencia y de los servicios telegráficos.
En 1969 el volumen de objetos que trabajó Correos fue de 3298 millones en el ámbito nacional, 593 en el internacional y, además, 40369 millones de pesetas en giros postales. En cuanto al servicio telegráfico, se cursaron 83,2 millones de unidades y el del giro telegráfico alcanzó los, 11262,4 millones de pesetas.
Con él nos dotábamos de unas instalaciones más adecuadas donde desarrollar su actividad, la Administración principal de Correos y la de Telégrafos. Por desgracia no se buscó una nueva ubicación o la adaptación del que se estaba utilizando, decidiéndose sacrificar el impresionante edificio de Cuartara en eras del progreso.
Su autor fue el arquitecto Manuel Valdés Gamiz, que optó por emplear la corriente denominada “brutalismo” para realizar su diseño, que se encontraba de moda en ese momento. El uso del hormigón, como materia prima principal, las formas sencillas y sobre todo la funcionalidad, lo identifican con este estilo, al tiempo que lo hicieron ajeno al resto de los edificios de su entorno.
Su inauguración se efectuó a las 12 h 30 h del miércoles 13 de mayo de 1970. El acto lo presidieron los príncipes Juan Carlos y Sofía y contó además con la presencia del director general de Correos, León Herrera y Esteban, y del ministro de Gobernación, Tomás Garicano Goñi. La bendición corrió a cargo del vicario capitular de la Diócesis, Pérez Molina.
Ese mismo día se celebró el primer Consejo de Administración, que la Caja Postal de Ahorros, organizaba en una capital de provincia.
El edificio construido tenía cinco plantas con más de 3000 metros cuadrados. En este momento los servicios de Correos y telégrafos realizaban sus tareas de forma separada, hasta que mediante la ley 75 del 26 de diciembre de 1978 se integraran ambos cuerpos y se creará la Jefatura Provincial de Correos y Telégrafos.
En la planta principal del edificio se encontraba la entrada, a la que se accedía mediante unas escaleras que nos conducían al vestíbulo. Una vez en él, en la parte izquierda, estaba la Caja Postal de Ahorros. Quien con más de cincuenta años no ha tenido una cartilla de esta entidad, como decía la publicidad: “con la garantía del Estado”.
Enfrente las ventanillas de certificados y giro postal, y a continuación dos ventanillas, la de giro telegráfico y admisión de telegramas. Por último, una destinada a la venta de sellos, a cargo de Antonio “el de los sellos” al que sustituyó Sola. En estas ventanillas trabajarían apellidos como Monero, Cara, Nieves o Castilla.
La atención al cliente del servicio de Correos, en Almería capital, se completaba con una estafeta creada desde 1951 en la barriada de la Ciudad Jardín.
En la parte interna estaba la sala de clasificación del tránsito, donde “tiraban”, “ensacaban” y “amarraban” nuestros envíos, apellidos como: Callejón, los hermanos Pechina, Sorroche, Quesada, Cabrera, Nieto, Bernal, Gálvez, López, Fernández, Caballero, Antonio “el compadre”, entre muchos otros. En la parte final el muelle, con su continuo ir y venir de vehículos.
En el sótano se encontraba la cartería con sus apartados. Había unos ochenta carteros urbanos para dar servicio a los 32 barrios de la capital. Apellidos como Catena, de Haro, de la Rosa, Martínez, Albarracín, Brik, Del Águila, Galindo, García, Cantón, Trujillo, Capel, Llorente, Membrives, Espín, Almansa, Hernández, Rivera, Galindo o Cervantes, con sus carteras al hombro, recorrían todos los días las calles de Almería, siendo un elemento clave en la vida cotidiana de nuestra ciudad.
Su llegada siempre generaba expectación e incertidumbre a punto de resolverse. Ese ¡buenos días, cartero!, ¿Ahí algo para mí? Nos producía una sensación agridulce, primero por nuestro anhelo de que nos dijera que sí y el segundo, la intranquilidad de saber de qué podía ser y que noticias traería. Era una sensación parecida a la que sentimos hoy cuando suena una notificación en nuestro teléfono móvil.
En la primera planta, en la parte izquierda, se ubicaba telégrafos, en la derecha portadoras, sala de apartados y los repartidores de Telecomunicación.
El servicio de reparto telegráfico se efectuaba con una plantilla de cercana a 20 personas, con jornadas de 24 horas. Apellidos como Torres, Vidal, Rodríguez, Morales, Ferrer, Haro, Hidalgo, Muñoz o Cadenas, nos llevaban los telegramas, en especial los días de San José, San Juan, San Francisco o la Virgen del Carmen, que tenían que “doblar turno” para poder repartir todas las felicitaciones que llegaban.
Esta planta se completaba con la habitación de los celadores y otra más pequeña, donde pernoctaba la Guardia Civil, encargada de la seguridad. En la parte izquierda se encontraba el despacho del delegado jefe de Telégrafos. A continuación, habilitación, jefe de tráfico y dependencias generales (comercial, interventor, etc.).
En la segunda planta se ubicaban las dependencias burocráticas de Correos y sus responsables, donde dirigieron los servicios postales: Rivera, Blesa, Caballero, Cañabate, Ugena, Federico, Martínez, entre otros.
La tercera estaba destinada a tres viviendas: la del administrador de Correos, el delegado de Telégrafos y la del conserje del edificio.
Existía, además, un Pabellón Postal en la Estación de tren, por donde llegaban todos los envíos. Para su transporte, desde de marzo de 1933, a través de una línea ambulante de Almería a Baeza, con dos funcionarios y tres turnos. Apellidos como Martínez, Bernal, Toledo, Ramos o López realizaron esta función.
De la Administración de Correos dependían los servicios de la provincia, que se prestaba mediante las:
Estafetas técnicas, que trabajaban toda clase de servicios y que en ese momento se ubicaban en: Adra, Albox, Alhama de Almería, Berja, Canjáyar, Cantoria, Cuevas de Almanzora, Dalias, Fiñana, Garrucha, Gérgal, Huércal-Overa, Lubrín, Purchena, Sorbas, Tabernas, Vélez Rubio y Vera.
En estas mismas localidades existía una oficina de telégrafos, en local independiente, y que dependía del delegado-jefe de Telégrafos, en aquel entonces, Antonio Goy a quien le sustituyó Antonio Castilla, que estuvo en este puesto hasta la integración de los dos cuerpos, con su secretario Serra.
Estafetas fusionadas, agrupaban los servicios de correos y telecomunicación con una organización única, a cargo de funcionarios formados para ambas prestaciones, y en un mismo local. Estaban en Gádor, Mojácar, Roquetas de Mar, Serón y Vélez Blanco.
Agencias postales, ubicadas en los núcleos de población, que tenían más volumen que las carterías de mayor importancia y autorizadas para realizar la prestación de más servicios. Se encontraban en: Abla, Albanchez, Alhabia, Arboleas, Carboneras. El Ejido, Laujar de Andarax, Lucainena de las Torres, Macael, Nacimiento, Olula del Río, Oria, San Miguel de Pulpí, Uleila del Campo y Zurgena.
Por último, las carterías rurales, establecidas en núcleos de población con Ayuntamiento, en lugares cabeza de subdivisión municipal o parroquia. Disponían de ellas: Abrucena, Aguadulce, Alcolea, Alcontar, Benahadux, Enix, Fines, Herrerías, Huércal de Almería, Los Gallardos, Lubrín, Lúcar, María, Olula de Castro, Partaloa, Fuente Victoria, San José, Senés, Somontín, Tíjola, Turre.
Durante estos 40 años, se cambiaron tabiques y negociados, se suprimieron las viviendas de los responsables y ordenanza, la cartería paso por casi por todas las plantas, se habilitaron dependencias para los sindicatos e incluso dispusieron de un bar, gestionado por Ramón. Pero lo más importante fue que se creó la Jefatura Provincial de Correos y Telégrafos y al frente de ella un jefe provincial.
Durante estos años Correos pasó de ser de una Dirección General a un organismo autónomo de carácter comercial, luego una entidad pública empresarial, para terminar en el 2001 en la actual Sociedad Estatal. Su personal se transformó de funcionarios a laborales fijos.
La Caja Postal de Ahorros, el banco del Estado, que nos enseñó a ahorrar desde pequeños, vimos como en 1991 se separó de Correos, transformarse en Argentaria, para terminar, privatizándose tras la fusión en 1999 con BBV.
Millones de envíos se cursaron y repartieron: cartas personales, de negocios, tarjetas turísticas, periódicos, revistas o información bancarias. Los giros nos permitieron mandar dinero a cualquier parte, de forma económica o rápida, según nuestras necesidades y dispusimos de un excelente servicio telegráfico.
En cuanto a sus responsables, después de Ramón López, llegaron Antonio Rigau, Jesús Martínez, José Cárdenas, Francisco Sánchez, Pepe Martínez y el que a la postre sería el último jefe provincial, Carlos de Torres Pecci.
El abandono del edificio en el 2011, por aluminosis, no solo representó un cambio de domicilio, sino que la Jefatura Provincial dejó de existir y los servicios que se prestaban en él se diluyeron en la ciudad: Calle Francisco Rabal, San Juan Bosco y Avenida de Sierra Alhamilla, dejándonos huérfanos de una figura, el jefe Provincial, que representaba la máxima autoridad postal en Almería.
Sirva este artículo para recuperar una pequeña parte de nuestra historia postal y como homenaje a todas las personas que trabajaron en él y que con su esfuerzo y dedicación garantizaron nuestras comunicaciones postales y telegráficas, convirtiendo este servicio público en uno de los más valorados por los almerienses.
Agradecer a Pedro José Martínez Huete, Ginés Valera, Antonio Ortega y a Juan Antonio Cadenas Segura sus aportaciones para este artículo, sin las cuales no hubiese sido posible.
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