Carmen de Burgos en Melilla (I)
Crónicas desde la ciudad
Las fotografías que ilustran la crónica de hoy y de mañana son inéditas. Pertenecen a Epifanio Pérez, nieto de D. Carlos Pérez Burillo, amigo y acompañante de las hermanas Burgos Seguí en África
Apesar del parentesco que les une, Carmen de Burgos Seguí "Colombine" (Almería 1867-Madrid, 1932) no tiene suerte con el alcalde de su ciudad natal Un parentesco tan lejano como para haberla olvidado en las entretelas del tiempo. Y es que o el regidor tiene muy mala memoria -carencia poco deseable en un político con tantas tareas y cargos acumulados- o torea por lo fino al contribuyente cada vez que le viene en gana. En conversación informal, en un Pleno y cuando descubrieron el azulejo en su honor en la casa de la Plaza Vieja que la vio nacer -con entrada por calle Mariana, o viceversa-, hasta en tres ocasiones ha prometido públicamente que un espacio urbano de la capital llevaría su nombre. Primero en el reducido ensanche ganado a la calle Murcia; luego que le dedicarían un enclave tan singular como el Paseo Marítimo y por último que sería a espaldas de la Casa Consistorial, embocada a la bajada de Arráez. Han pasado dos años y si en algo tan sencillo no cumple sus promesas ¿qué podemos esperar en situaciones complicadas?
Carmen de Burgos se marchó de Almería en 1901 llevando de la mano a su hija María, de corta edad, sin deudas de gratitud contraídas con la burguesía provinciana a la que pertenecía. Y si ahora regresase tampoco tendría motivos para agradecer tanto ninguneo hacia su persona. No estaría molesta con el común de sus paisanos que tras la ominosa posguerra ha trabajado para rescatarla de la desmemoria colectiva, pero sí dolida por el desdén del equipo de gobierno que actualmente rige los destinos municipales. ¡Cuanto sectarismo, cuanta incultura!
Se fue a Madrid en busca de una sociedad menos hipócrita. De un clima menos opresivo y de más limpios horizontes morales e intelectuales. Ahí te quedas Almería, se dijo, abandonando todo un mundo de recuerdos infantiles vividos en su inolvidable Rodalquilar, en el paradisíaco cortijo materno de La Unión hoy en ruinas ("En esa tierra mora se formó libremente mi espíritu y se desarrolló mi cuerpo. Nadie me habló de Dios ni de leyes: yo hice mis leyes y me pasé de Dios"). Aquí dejó a sus padres y seis hermanos vivos y a tres hijitos de corta edad enterrados en el camposanto de San José. A un marido brillante y lúcido pero golfo e incumplidor en el hogar. A un suegro sobrado de bondad y sacrificio, D. Mariano Álvarez, en cuya imprenta de calle Las Tiendas aprendió los rudimentos periodísticos y donde vio la luz "Ensayos Literarios" (1900), el primer título de su vastísima bibliografía, prologado por el erudito paisano Antonio Ledesma Hernández. Y dejó atrás, por último, a su amada Escuela municipal de niñas pobres "Santa Teresa", de la plaza San Sebastián, en cuyas inmediaciones residió un tiempo. Con su hermana Catalina, la providencial Caty, segunda de los diez vástagos habidos en el prolífico matrimonio consumado entre José de Burgos y Nicasia Seguí, se reencontraría pronto en el "autoexilio" tras negarse el Ayuntamiento a la petición de Carmen de que ésta le relevara al frente de la Escuela de niñas.
PERFIL
Para una breve semblanza biográfica de nuestra protagonista encargada por el Instituto de Estudios Almerienses escribía (2009), al alimón con la co-autora Anyes Segura, la oportuna contraportada:
Docente, pedagoga, escritora, corresponsal de guerra, viajera, conferenciante, agitadora cultural, feminista activa, republicana, defensora de los valores humanos en general y de los derechos de la mujer en particular… Este es el atractivo perfil que distingue a Carmen de Burgos Seguí "Colombine" (Almería, 1867-Madrid, 1932). Ella, junto a María Pérez Enciso "María Enciso" y Celia Viñas Olivella, forman el triunvirato de mujeres almerienses que mayor y más brillante producción literaria legaron a las Letras españolas. Y sin lugar a dudas, uno de los personajes femeninos más importantes de todo el primer tercio del siglo XX.
Su vida y obra, su memoria histórica, fue ocultada por el régimen franquista a las generaciones surgidas tras la guerra incivil y durante la no menos oprobiosa posguerra. Su densa trayectoria fue borrada de los textos de enseñanza en todo el territorio nacional hasta la Transición política. Afortunadamente tal vacío historiográfico ha sido paulatina y justamente restituido gracias al interés y generosidad de un nutrido conjunto de iniciativas de tipo académico e institucional por salvar la figura de una mujer singular en nuestra Historia y Letras.
REGRESOS A ALMERÍA
Antes de abordar mañana su estancia en Melilla (1909) que justifica el título del reportaje, es oportuno reseñar sus visitas posteriores a la capital después de fijar su domicilio en Madrid. Carmen regresa a Almería (abril, 1904) comisionada por el madrileño Diario Universal para cubrir la breve visita del rey Alfonso XIII en la que el acto central fue la inauguración del cargadero de mineral de hierro de El Alquife (Cable Inglés). Aprovechó para abrazar a la familia, aunque no me consta que se entrevistara con su esposo, Arturo Álvarez, quien dos años después falleció, pobre y solitario, en el Hospital Provincial a consecuencia de unas fiebres tifoideas. Curiosamente, en el Registro Civil sigue constando como marido, de cuyo matrimonio ¡no deja hijos!
En agosto de 1909, estando en Málaga dispuesta a embarcar hacia Melilla comisionada por El Heraldo de Madrid, hizo un viaje relámpago para estar unos días con los suyos y, tengo leído, que de nuestro Puerto zarpó definitivamente en el vapor de línea "El Siglo". El dato, de ser cierto, difiere de la gacetilla publicada en el diario Telegrama del Rif melillense de 24 de agosto. La alusión a Cruz Roja es de capital importancia para cuando tratemos su "corresponsalía de guerra":
En el vapor "Cabo Nao" llegó ayer la bella y notable escritora Carmen de Burgos, "Colombine", redactora de El Heraldo de Madrid del cual ha recibido el importante encargo de estar al lado de la Cruz Roja de Melilla, dar cuenta de sus trabajos e informar a los lectores de aquel diario de cuanto a heridos o enfermos se refiera (…) Sea bienvenida la distinguida periodista al teatro de la guerra.
De la tercera, en octubre de 1913, nos queda un acuerdo municipal plenario de felicitación y el recibimiento popular brindado a "una gloria de las Letras nacionales", que regresaba de Argentina junto a su hermana Catalina en el trasatlántico "Infanta Isabel". Y de la conferencia dictada (y posteriormente publicada) en un abarrotado Círculo Mercantil e Industrial.
La cuarta y postrera venida a su nunca olvidada Almería fue especialmente emotiva para una mujer que lustros atrás ya había abrazado el ideal republicano. En septiembre de 1931 formó parte de la embajada que rindió homenaje a D. Nicolás Salmerón en su natal Alhama. Entre sus amigos y correligionarios desplazados de Madrid figuraban el ministro de Instrucción Pública, Marcelino Domingo; el de Hacienda, Indalecio Prieto; la directora General de Prisiones, Victoria Kent, y el filósofo Miguel de Unamuno.
Fotografía:
(Colección particular de D. Epifanio Pérez)
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