Campo Baeza bajo la luz de Almería
Arquitectura
Alberto Campo Baeza es un artista singular y tenaz con tres obras en la provincia que bien resumen su trayectoria arquitectónica
Almería/TODO es diferente si se observa con una luz distinta. Cuando uno visita un lugar no debe llevar su luz propia, debe dejarse embaucar por la luz de cada sitio. Los pintores lo saben bien. La luz de los cuadros de Joaquín Sorolla nos ayuda a comprender mejor el mediterráneo valenciano. Se trata de una luz blanca y cálida, indecisa pero precisa. En los cuadros de Edward Hopper la luz de los atardeceres atlánticos en Long Island celebran la serenidad de una sociedad feliz. J.M. William Turner plasmó en sus cuadros la épica inglesa pero también la melancolía de una luz atmosférica, densa de materia y que aspira a tener forma.
Los cuadros de Antonio López muestran a la ciudad de Madrid bajo una luz enérgica pero contaminada.
En Almería la luz cae a plomo sobre el suelo y traza una nítida línea para oponerse a las sombras. Es una luz deseada y temida a partes iguales. Su brillo aspira a iluminarnos de alegría y su intensidad nos obliga a protegernos de ella. Esa contradicción bifronte ha dado forma a la arquitectura de Almería a lo largo de la historia buscando siempre una respuesta sencilla. Porque la luz también es fuente de energía, heraldo de las fluctuaciones térmicas y responsable de una estética termodinámica.
Si hay un arquitecto que ha sabido dominar la luz ese ha sido Alberto Campo Baeza (Valladolid, 1946). Se trata de un artista singular y tenaz que ha compaginado la práctica profesional con la docencia como Catedrático de Proyectos en la Escuela de Arquitectura de Madrid. Para entender la dimensión pública de Campo Baeza quizá ayude esta anécdota. Durante su visita a España como presidente de EEUU, el 10 de julio de 2016, Barack Obama invitó a almorzar en la embajada a un reducido grupo de comensales: José M. Álvarez-Pallete (presidente de Telefónica), Ana P. Botín (presidenta del Banco Santander) o Plácido Arango y su mujer la escultora Cristina Iglesias, y entre ellos se encontraba Campo Baeza.
En Almería ha construido tres obras que resumen bien toda su producción arquitectónica. En cada una de ellas ha tratado uno de los temas centrales con los que ha abordado su proceso creativo a lo largo de su carrera: el plano horizontal —en la Plaza de la Catedral—, el binomio cueva-cabaña —en las Oficinas para la Delegación Provincial de Salud—, y el estudio del espacio atravesado por la luz —en la reciente Casa de Mojácar—. En el año 1978, un jurado del que formaba parte Rafael Moneo otorgó el primer premio a la propuesta de Campo Baeza para el diseño y ordenación de la Plaza de la Catedral de Almería construida finalmente en el año 2000, debido a una cierta desconfianza de los poderes locales.
Un elemental plano blanco pavimentado de adoquines de mármol de Macael sirve de soporte para las 24 palmeras que se disponen en las trazas de los ejes virtuales que se prolongan hacia el exterior desde el entramado estructural de la Catedral. Ese plano luminoso de mármol blanco: subraya, dignifica y regala el protagonismo a la fachada de Juan de Orea y a los muros sin ornamento de la catedral-fortaleza. Campo Baeza también obtuvo mediante concurso el encargo de construir la Delegación de Salud de la Junta de Andalucía (2000). Se trata de un volumen rotundo y radical situado en un alargado solar de 40 metros de largo y sólo 8,5 metros de fachada orientada hacia la Carretera de Ronda, desde donde se produce el acceso compartido con el antiguo Instituto Provincial de Higiene.
Se trata de un rotundo prisma revestido de piedra ‘lumaquela’ cuyos profundos huecos se resuelven con unas contraventanas también de piedra. Eso permite que, cuando están cerradas, el edificio se presente como una sólida caja sin huecos. Sobre ese volumen de siete alturas se apoya un preciso belvedere formado por diez columnillas de acero y un elemental plano que a modo de baldaquino cubre una superficie resguardada del viento por unos cerramientos de vidrio sin carpintería. Desde ahí arriba es posible disfrutar de los cálidos atardeceres con el perfil del Cabo de Gata como testigo inmutable. Todo ello bajo el palio sonrosado de la luz crepuscular.
La Casa de Mojácar (2022) —con Modesto Sánchez como colaborador y Javier Callejas como fotógrafo— se construye en un pequeño solar con dos accesos situados en calles con diferente cota. El volumen de cuatro alturas se fragmenta en sucesivos retranqueos escalonados con la voluntad de establecer reglas de simpatía con la arquitectura tradicional de Mojácar, con la normativa urbanística y con algún precedente del arquitecto Roberto Puig o del pintor Miguel Cantón Checa. En el interior, una secuencia de espacios concatenados, de dobles alturas y de lucernarios configuran una atmósfera tensada por la luz natural y por el brillo del mar mediterráneo que se incorpora en el paisaje doméstico interior como un regalo. En esta casa la luz es tan blanca que azulea.
Esta terna de obras en la provincia tuvo un prólogo gracias a la generosidad de su maestro Julio Cano Lasso que le permitió firmar, junto con otros jóvenes arquitectos, la Universidad Laboral (1975); y tuvo un encarte a modo de fracaso con el proyecto no construido de un Hotel en Vera (1999). Alberto Campo ha disfrutado de todos los premios que se pueden recibir aquí y allá: el Premio Nacional de Arquitectura, Honorary Fellow AIA (USA), Piranesi Prix di Roma, RIBA International Fellowship (Reino Unido). Todos menos uno. En la cúspide de la carrera de todo arquitecto con una consolidada trayectoria internacional se sitúa el Premio Pritzker que, a falta de una categoría del Premio Nobel, es la máxima distinción que recibe un arquitecto en el mundo. Campo Baeza no lo tiene.
Le pregunté por ese premio, este verano, paseando una mañana por la Feria del Libro instalada en el Parque del Retiro de Madrid. Pensé que callaría, pero habló. Y ahora el lector pensará que hablaré, pero el que callo soy yo. Y así, entre las palabras inesperadas de uno y el silencio elocuente del otro, se podrá dibujar el estado de la cuestión. Deseamos que sigan habiendo días luminosos para este arquitecto y que pueda completar esas ausencias sombrías de su palmarés todavía incompleto.
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