Bares almerienses con gentilicios foráneos
Almería
“El Sevillano”, “El Segoviano”, “El Valenciano”, “El Alemán”, “El Montañés”, “El Cordobés”, “La Madrileña”, “El Canario”, “El Granaíno”, “El Catalán” …
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Almería/La costumbre hispánica de llamar por apodos o motes a la gente tiene especial incidencia en el caso de los gentilicios. Cuando naces en un lugar y vives o trabajas en otro, estás irremediablemente sujeto a que te bauticen con tu sitio geográfico de procedencia. La mayoría lo lleva con orgullo patrio e incluso hace gala del mismo bautizando sus negocios y empresas con el gentilicio de donde vino al mundo. En la hostelería es cosa común.
Uno de los chiringuitos más antiguos de la Costa de Almería es “El Sevillano”. Abrió alrededor de 1960 en el tramo final del hoy Paseo Marítimo, frente a la antigua residencia de ancianos de La Térmica. En 2006, Antonio Alonso Pérez (1947-03/10/2018) aún era su gerente. Amante del boxeo, subió al ring con los pesos medio y “superwelter” con el apodo de “Kid Sevillano”; fue campeón andaluz e incluso representó a Almería en el certamen nacional aficionado de 1977.
El 17 de diciembre de 2015 el chiringuito sufrió un incendio que devoró parte de la infraestructura; tras el fallecimiento de Antonio Alonso, hace cinco años y medio, el negocio se bautizó como “Chiringuito El Sevillano Beach”. El quiosco- churrería de la plaza Manolo Escobar de la capital se llamaba “El Sevillano y María hija”.
Los hosteleros nacidos, criados o que han tenido vinculación con Granada, y que se establecieron en nuestra provincia, también han rotulado el letrero de su bar con el gentilicio. El bar “El Granaíno” de Los Cortijos de Marín fue escenario de un mitin del PSOE en las elecciones andaluzas de 1990. En Aguadulce, en la antigua carretera nacional, está el “Restaurante Los Granaínos”, con buenas tostadas para el desayuno y una comida casera tradicional, además de tapas abundantes. Conserva el detalle exquisito de tener su logo –la granada de Granada- y nombre impreso en las servilletas, detalle que se va perdiendo poco a poco en la hostelería.
Córdoba también está representada en esta particular guía de gentilicios hosteleros almerienses. Hay que marcharse al Levante para conocer, en Huércal-Overa, a “El Cordobés”, aunque es conocido entre su habitual clientela extranjera como “Annie´s”; o al menos eso es lo que dicen en las redes sociales. En Chercos hay otro “El Cordobés”, donde ofrecen en un ambiente sosegado y rural carne al ajillo, choto, migas o trigo. En Pulpí estaba en 1977 el bar “El Cordobés”, en pleno centro del municipio, lo que se llamaba “Plaza del Caudillo”.
En La Gangosa (Vícar), a mediados de los años ochenta, estaba el “Bar El Malagueño”, un negocio hostelero que colaboraba con las fiestas patronales en honor de la Virgen del Carmen, sobre todo en los torneos deportivos, como aquella competición de 24 horas de fútbol sala de 1986. Hubo otro bar de igual nombre en la capital, a finales de los noventa, que llegó a instalar caseta de feria del mediodía en 1995.
Bares señeros
Si de gentilicios hosteleros hablamos, no podemos dejar de recordar a varios negocios que supusieron un antes y un después en la tradición del tapeo almeriense: “La Madrileña”, “El Valenciano” o “El Montañés”. Ambos han desaparecido, pero los almerienses más longevos seguro que guardan un buen recuerdo de sus cocinas.
Manuel Cruz Ruiz (1945-2020) y su esposa Dolores Márquez Alemán –matrimonio formado en junio de 1973- eran los dueños de “La Madrileña”. Aquel era un local que mantenía el encanto de los cafés y bares del Paseo de los años setenta, con sus camareros vestidos de camareros y un betunero en la puerta sacando lustre a los zapatos de los clientes que, antes, se habían metido un carajillo entre pecho y espalda. En Tíjola, a mediados de los setenta, había otro “Bar El Madrileño” que, en 1978, incluso tenía teléfono público. Allí, muchos vecinos del pueblo contactaban con los familiares emigrantes en Tarrasa y Sabadell. Eso sí, la conferencia había que pedirla por centralita y la conexión al número 298 de Tíjola podía tardar horas.
Vicente Sánchiz tenía en su “El Valenciano” de Aguadulce todos los elementos de calidad para cocinar bien el pescado y, sobre todo, los calamares y las paellas. De la capital levantina era y asumía con orgullo su gentilicio Antonio Mateo García, que regentó durante algún tiempo el centenario “El Pasaje” de El Ejido.
Punto y aparte merece “El Montañés”, como alusión a las tierras de Cantabria. El restaurante tuvo una larga historia en la vida social almeriense desde los inicios del siglo XX. Su fundador, el industrial y fabricante de bebidas del Paseo San Luis y luego de la calle Séneca, Carmelo Briñón Jiménez, abrió sus puertas durante la noche del 1 febrero de 1917 con charanga y reparto de vinos, aguardientes y marisco, como recogió la prensa de la época.
Había negocios que trasladaban su sede a las proximidades del bar para atraer a los innumerables clientes de “El Montañés”. El restaurante fue pionero en las comidas por encargo para llevar a domicilios, cuestión que parece hoy novedosa con las aplicaciones del móvil, pero que ya pudieron disfrutar nuestros abuelos y bisabuelos. En “El Montañés” estuvo trabajando de cocinero largo tiempo el tabernero Diego Sánchez Plaza (1896-1968) que les dio un impulso a las recetas que, por desconocidas, eran novedosas en la capital. También allí se reunían peñas gastronómicas, sobre todo antes de la Guerra Civil; al acabar la contienda lo regentó Antonio Fornieles Rubí (1911-05/1986). Durante los años del despegue económico “El Montañés” lo gestionó el empresario hostelero de la calle Cádiz, Francisco Moreno Hernández (1902-20/05/1980). Puso de moda sus paellas de gambas y marisco y gozaban de prestigio sus reuniones de tertulias literarias y artísticas. Fue después, José Moreno Rodríguez, el tercero de sus cinco hijos, quien lo regentó.
En tantas décadas de bares y tapeo, hubo tiempo para que innumerables locales adaptaran como nombre algún gentilicio de España o de la provincia. En 1976 ya estaba abierto en Almerimar el asador “El Segoviano” de Luis Bermejo Herranz, con sus especialidades de rabo estofado a la riojana, carne a la brasa y cochinillo asado. Cuando “El Segoviano”, en 1997, se trasladó al edificio “La Estrella” de la urbanización ejidense, su antiguo local fue ocupado por otro negocio hostelero con nombre de gentilicio: “Mesón Cervecería El Canario”. Su dueño era Antonio Ortega y se especializó en el tapeo almeriense.
En Venta Gaspar de La Cañada adquirió fama el bar “Los Taberneros” de Manuel Rodríguez. Un empresario generoso que hace más de veinte años llegó a ceder un terreno propio para que la compañía eléctrica Endesa instalara un transformador y beneficiar así a sus vecinos que sufrían cortes de luz.
En el local donde estuvo el bar “El Carmen” de Berja abrió el “Bar El Catalán”. Allí ponían de tapa “Espeluznaos” y con las gambas elaboraban “piruletas”, tortillas, “Twister” o te las rebozaban con harina y huevo. En Vera, camino de Puerto Rey, está “Keoke, El Extremeño”, y de “El Alemán” de Aguadulce ya ni te cuento con esas salchichas de carne germánica de un metro de longitud regadas con jarras de cristal rebosantes de cerveza y espuma blanca…
Tanto gentilicio hostelero no hace más que reafirmar que somos la primera potencia gastronómica mundial. ¡En España… se come genial! Se lo dice un almeriense.
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