Asesinato de la actriz Concha Robles
crónicasdesdelaciudad
Crimen machista. En enero de 1922 -durante la representación en el teatro Cervantes de "Santa Isabel de Ceres"- el comandante Carlos Berdugo asesinó a tiros a su esposa, la actriz Concha Robles
En 2009 un grupo de alumnos del IES "Bahía de Almería" (Ainhoa Collar, Beatriz Plaza, Rita Mª Rodríguez y Miguel Revueltas), tutelados por la profesora Carmen Rubio, recibieron de manos del ministro de Educación y Ciencia, Ángel Gabilondo, un prestigioso premio de investigación otorgado por la comunidad educativa de Madrid. El joven equipo optó por un tema doblemente sugestivo: el tratamiento historicista del asesinato de la actriz Conchita Robles, de gran trascendencia social en una pequeña capital de provincias. Y de otro, el análisis de un caso de violencia de género con brutal desenlace, en el primer cuarto del pasado siglo XX, y sus connotaciones con la actual pandemia machista. Un trabajo elaborado desde el rigor y contrastando distintas fuentes, ajeno a fenómenos esotéricos y otras estupideces paranormales con cabida en programas televisivos mínimamente creíbles. ¡Manda narices que el sensacionalismo de un desvergonzado friqui local degrade la alevosa muerte de Conchita hasta convertir su memoria en un "circo" espectral, en el "fantasma del Teatro Cervantes"!
DOBLE CRIMEN
Coincidiendo este domingo con el 96º aniversario del luctuoso suceso, retomo un artículo anterior. María de la Concepción del Pilar Fe Juana Robles Pérez nació el 7 de octubre de 1887 en el nº 14 de c/. Real de la Almedina; hija del concertista de guitarra Juan Robles (nieta por línea paterna de un fundador de la Banda de Música Municipal) y de Pura Pérez, de familia burguesa vinculada a la abogacía. El matrimonio marchó a Madrid y allí surgió la vocación teatral de la joven paisana. Trabajó en la compañía de Rosario Pino, María Guerrero-Fernando Mendoza y María Palou y Ernesto Vílches, entre otras, consolidándose como primera actriz dramática en la década inicial de la centuria anterior. En 1918 se casó con Carlos Berdugo Boti (con "b", de bandido), comandante de Caballería; de 45 años y 14 mayor que ella, viudo y con dos hijas. La convivencia duró escaso tiempo dado el carácter violento y celoso del militar. Sobrados testimonios (incluido un exhorto judicial) indican que Conchita ya sufrió malos tratos -verbales y físicos- durante una prolongada estancia en Granada; motivo más que sobrado para que se apartara de él y demandara la anulación matrimonial. Junto a su madre regresó a Madrid, estableciéndose seguidamente en Valencia.
Se reintegró a la actividad escénica en la compañía Tudela y Monteagudo, con la que giró por España. A nuestra ciudad arribaron en enero de 1922 para cumplir un abono de diez representaciones. El día 21 estaba anunciada "Santa Isabel de Ceres", del dramaturgo Vidal Planas, basada en el sórdido submundo de la prostitución, con muy crudas y realistas escenas. Enterado su esposo, radicalmente opuesto a su regreso a las tablas, la siguió hasta Almería (el mes antes habían dictado auto de separación). La noche del crimen, el hermoso teatro inaugurado el año anterior tenía totalmente vendido su aforo dada la expectación de que venía precedida la obra. Carlos Berdugo se introdujo subrepticiamente en el Cervantes y oculto entre bastidores esperó el momento de consumar la traición. En el primer acto, cuando Concha se disponía a salir a escena, se percibió de su presencia y de que empuñaba una pistola. Intentó protegerse detrás del aprendiz de la imprenta "Celedonio Peláez", Manuel Aguilar Ruescas, pero el malnacido disparó sobre ambos por la espalda. La actriz murió en el acto y el chaval a las pocas horas en el Hospital Provincial. El agresor intentó suicidarse con la misma arma aunque, no lo consumó.
La rabia y el dolor se apoderaron de una ciudad horrorizada por el doble crimen: un chiquillo de 16 años y una almeriense de 36, atractiva, famosa y admirada profesional. El entierro constituyó una multitudinaria manifestación de duelo. Carlos Berdugo, a quien los doctores Aráez Pacheco y Gómez Campana le extirparon un ojo, fue atendido espiritualmente por el obispo Martínez Noval, al tiempo que recibía muestras de afecto del estamento militar (su padre había sido general) y de influyentes familias castellanas. El juez de Instrucción le tomó declaración y, al parecer, se hizo cargo de una carta dirigida a sus superiores. La prensa local no recoge ningún telegrama remitido a las madres de las víctimas dándoles el pésame, ni que el prelado de la diócesis participara en el sepelio.
CONSEJO DE GUERRA
El asesino (ni presunción de inocencia ni gaitas) estuvo acompañado por sus hermanas hasta que avanzado febrero -ya bajo la jurisdicción militar- fue recluido en el cuartel de La Misericordia. El capitán de la Guardia Civil, José Clarés, lo trasladó el 20 de abril al hospital de Cartagena. Al ser dado de alto ingresó en la prisión militar de la Torre del Cuarte (Valencia).
El 27 de mayo de 1924, bajo la presidencia del gobernador militar, general García Trejo, se instaló en la Capitanía General de Valencia el Consejo de Guerra que había de juzgar al comandante de Caballería por la muerte de su esposa y del niño Manuel Aguilar (en el sumario figura como tramoyista y no como aprendiz). El procesado renunció a asistir a la vista, permaneciendo en un despacho contiguo vestido de uniforme. En su declaración afirma, entre otras falsedades, "que la madre de la víctima influía en ella para que trabajara en el teatro; que se hallaba dispuesto a aumentarle la pensión (…) y que la conducta equívoca de su mujer dio lugar al hecho". Sorprendentemente, el director de la Compañía, Alfonso Tudela, declaró en su contra; incluso, en el afán de denigrarla, la agencia de detectives privada contratada aseguraba "que vivía en Valencia en una casa de huéspedes de dudosa conducta; que es neurasténica, desequilibrada, de carácter voluble, coqueta y apoyada en su madre". En esta línea de bajeza moral siguieron numerosos infundios, hasta que el fiscal los desmontó uno a uno, demostrando que en todo momento Concha guardó una conducta honesta y decorosa. Se leyeron testimonios de la madre, de compañeras actrices, empresarios teatrales y del marqués de Tamarón. Un certificado del alcalde de Granada ratificaba "que la señora Robles observó una conducta ejemplar", amén de una prueba determinante: el contrato entre los esposos para vivir separados, de lo que se desprende que Berdugo autorizaba tácitamente a su mujer a incorporarse a los escenarios.
Tras cuatro intensas sesiones, acusación y fiscal elevaron a definitivas sus conclusiones: parricidio con alevosía y atenuante de obcecación y homicidio en la figura del niño Aguilar Ruescas. Su defensor, la libre absolución ya que mató a su esposa ¡por amor! El 31 de mayo dictaron sentencia contra Carlos Berdugo Boti: cadena perpetua por parricidio y catorce años por la muerte del chaval. El 16 de enero de 1925 el Tribunal Supremo de Guerra y Marina confirmó la anterior y aumentó las indemnizaciones económicas a las familias. En abril llegó a Melilla en una conducción de presos comunes, para desde aquí pasar al penal de las islas Chafarinas, donde comenzaría a cumplir condena.
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