Ana Julia actuó de forma “fría y meditada” según la Fiscalía

Tribunales

l Los abogados de Ángel y Patricia dicen por su parte que la autora confesa del crimen tuvo una “frialdad estremecedora”

EFE

31 de enero 2019 - 06:00

Ana Julia Quezada actuó de manera "meditada, fría y reflexiva" cuando el 27 de febrero del año pasado mató a Gabriel Cruz, el hijo de 8 años de su por entonces pareja, Ángel Cruz, según la calificación provisional de la fiscal, que la acusa por un delito de asesinato con alevosía por el que pide prisión permanente revisable.

El escrito, al que ha tenido acceso Efe, señala que sobre las 15.30 horas de ese día el niño le dijo a su abuela, en cuya casa de Las Hortichuelas Bajas de Níjar se encontraba, que iba a jugar con sus primos, y que Quezada estaba "pendiente de sus movimientos".

La fiscal mantiene que abordó al niño en el camino de cien metros que iba de la casa de su abuela a la de sus primos y le pidió que la acompañase para ayudarla porque iba a pintar en una finca del padre de Gabriel en Rodalquilar, en un lugar aislado a varios kilómetros, lo que accedió ante la "confianza" que tenía en ella al estar "íntimamente vinculada a su entorno familiar desde el inicio de la relación sentimental con su padre".

Ana Julia Quezada dio esperanzas a su, por entonces, pareja, Ángel Cruz, y a la madre del niño, Patricia Ramírez.
Ana Julia Quezada dio esperanzas a su, por entonces, pareja, Ángel Cruz, y a la madre del niño, Patricia Ramírez. / Javier Alonso

Una vez en la finca, mientras el pequeño estaba "confiado" y "totalmente ajeno a la intencionalidad criminal" de la mujer, según la Fiscalía, de forma "súbita y repentina", con intención de ocasionarle la muerte, lo tiró contra una pared y después le tapó con las manos la boca y la nariz y lo asfixió.

Posteriormente, desnudó al menor y lo enterró junto a una alberca en el exterior de la finca, que cubrió con tierra y piedras, tras lo que guardó las ropas y se las llevó a casa de la abuela del niño, a donde acudió tras ser alertada por Ángel Cruz de la desaparición de Gabriel, esperando el momento oportuno para deshacerse del cadáver.

El día 5 de marzo tiró las prendas a un contenedor de vidrio en el barrio de Retamar de Almería.

La fiscal incide en que durante los once días que duró la búsqueda del niño acudía a diario y que ante la presión mediática "simuló un estado de aflicción, mostrándose en ocasiones compungida y apesadumbrada y en otras alentando los ánimos de los familiares, involucrándose en las batidas de búsqueda".

Acudía a diario a la finca donde estaba enterrado y se mostró conpungida y apesadumbrada

Señala que el 3 de marzo propició el hallazgo de una camiseta del niño en un lugar que había frecuentado con una expareja suya, con la finalidad de despistar a la Guardia Civil y dirigir las sospechas sobre este hombre.

La acusada participó de forma activa en la búsqueda de Gabriel.
La acusada participó de forma activa en la búsqueda de Gabriel. / Javier Alonso

El 11 de marzo desenterró el cuerpo de Gabriel y lo metió en su coche para buscar un invernadero donde ocultarlo, "profiriendo durante el trayecto expresiones carentes del más mínimo sentimiento de humanidad", hasta que fue detenida cuando intentaba acceder al garaje de su domicilio en Vícar.

La fiscal pide para Ana Julia Quezada prisión permanente revisable por el delito de asesinato y 5 años más por cada uno de los otros dos delitos.

El niño pudo salvarse de haber recibido atención médica

Los letrados de Ángel Cruz y Patricia Ramírez consideran que Gabriel podría haberse salvado. En su escrito de acusación afirman que el menor quedó “aturdido por la violencia de los golpes y por la superioridad física de la acusada” e insisten en que “aún en ese estado, podría haber sido reanimado de haberse solicitado asistencia médica”. Todo ello pese a que, a diferencia del fiscal, sostienen que Quezada se aprovechó del “escenario que la acusada se había procurado respecto al niño” y comenzó a “golpearlo reiteradamente, con violencia y con un objeto contundente” en la finca de Rodalquilar del padre de éste. Subrayan que los padres del niño, Ángel y Patricia, padecen un trastorno de estrés postraumático en el contexto de un duelo complicado y trastorno de adaptación con reacción depresiva prolongada por lo ocurrido. Piden prisión permanente revisable por un delito de asesinato, tres años de cárcel por un delito de lesiones psíquicas a Patricia, cinco años más por un delito de lesiones psíquicas a Ángel, y sendas penas de dos años de prisión por dos delitos contra la integridad moral, además de 250.000 euros para cada padre. La acusación particular mantiene que durante los once días que duró la búsqueda, en la que participaron “miles de voluntarios”, generó “falsas expectativas sobre la posible aparición de Gabriel, se dirigía a Patricia y Ángel reiteradamente, manifestándoles expresiones tales como ‘hoy lo vamos a encontrar, hoy va a aparecer. Le vamos a dar Coca Cola’”. Apostillan que el 3 de marzo, con la “intención de distraer la atención de los investigadores y la de añadir más sufrimiento a los padres”, colocó una camiseta del niño en una zona ya rastreada horas antes, y que el 9 de marzo, cuando se celebró una multitudinaria manifestación en la capital almeriense, “no dejaba de proclamar que el menor iba a aparecer”.

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