Almería en la Prehistoria: de la primera ciudad de la península a la ‘invención’ de las armas
Historia
Los yacimientos como Los Millares, Los Milanes y El Argar tienen bajo tierra las claves de cómo era la vida de nuestros antepasados hace miles de años
Hace unos 5.200 años, Almería era el territorio más avanzado de toda la Península Ibérica. Hasta ese momento, los pueblos que habitaban en Europa occidental tenían un alto nivel de movilidad, sin asentamientos fijos, aunque ya basaban su subsistencia en la agricultura y la ganadería. Pero algo sucedió, no se sabe muy bien qué, para que entonces unas mil personas llegasen a establecerse de forma permanente en un lugar, creando así una gran ciudad amurallada que fue la primera de toda la Península Ibérica. Fue en Los Millares, en lo que hoy es Santa Fe de Mondújar, a escasos 15 kilómetros de la capital de Almería.
¿Por qué se dio un desarrollo como el de Los Millares en este punto concreto del sureste y no en otros lugares? ¿Cuáles fueron los motivos que provocaron la aparición de una civilización así? Quizás nunca lo sepamos. Los arqueólogos tienen diferentes teorías que van desde la situación medioambiental de la zona hasta una mejor adaptación agrícola al entorno.
Sea como fuere, lo que es evidente es que lo que sucedió en Los Millares hace más de cinco milenios no tuvo parangón en Europa (al menos no hay nada similar que se conozca). La mayor innovación de esta civilización se produjo en lo referente a los enterramientos. Hasta ese momento del Calcolítico (Edad del Cobre) lo habitual era la inhumación en dólmenes, de los que hay vestigios del 3.600 a.C en Purchena (es decir, construcciones megalíticas consistentes en varias losas clavadas en la tierra en posición vertical y una o más losas, a modo de cubierta, apoyadas sobre ellas). Pero en Los Millares comienzan a enterrar a los muertos en tholos: un nuevo tipo de sepultura megalítica completamente diferente, con cámaras funerarias de planta circular de entre 2 y 5 metros de diámetro cubiertas mediante falsas cúpulas que se conseguían mediante anillos de piedras sucesivamente más pequeños. A estas cámaras se accedía por un pasillo que aparecía compartimentado por losas de piedra perforadas para facilitar el paso, a modo de puertas.
Los estudios realizados por Grupo de investigación GEA del departamento de Prehistoria y Arqueología de la UGR han desvelado que la necrópolis de Los Millares fue anterior a la construcción del propio poblado o ciudad. Unos 200 años antes, según los resultados del carbono 14. Para el catedrático Gonzalo Aranda esto puede explicar el porqué poblaciones dispersas que ocupaban el sureste de la Península Ibérica y que se desplazaban de un sitio a otro decidieron agruparse en una ciudad. “Quizás el carácter sagrado que tenía el sitio de Los Millares tuvo una gran importancia en el hecho de que decidieran congregarse en un gran poblado y se produjera así un fenómeno que era totalmente desconocido hasta entonces en la península”.
Fuera por el carácter sagrado del lugar o no, de lo que hay certeza según las evidencias científicas es que esta ciudad, la más antigua de lo que hoy es España, se fundó en la transición entre el IV y el III milenio (3090-2955 a.C., aproximadamente), es decir, hace más de 5.000 años. En su momento de mayor apogeo llegaron a vivir allí unas mil personas, una población realmente grande para la época.
Pero la importancia de la ciudad de Los Millares no solo reside en su antigüedad, sino también en su enorme tamaño (diecinueve hectáreas de extensión de las cuales seis pertenecen al asentamiento y trece a la necrópolis) y una monumentalidad excepcional y desconocida hasta la fecha. Tenía cuatro recintos concéntricos separados por grandes murallas y fortificaciones. Además, esta civilización tuvo una enorme proyección e influencia en los territorios cercanos, pues “exportó” la tipología arquitectónica del enterramiento en tholos por la cuenca del Gudalquivir, más tarde por la del Guadiana y finalmente llegó también al sur de Portugal.
Pero que Los Millares fuese la primera ciudad de su entorno no quiere decir que viviese aislada del resto del mundo, donde ya había otras importantes civilizaciones a lo largo del Mediterráneo. Los ricos ajuares funerarios encontrados en las tumbas incluyen objetos con materias primas exóticas llegadas de muy lejos, como el ámbar, el marfil o la cáscara de huevo de avestruz.
El mayor esplendor de la ciudad duró en torno a 500 años, pues los estudios del catedrático Gonzalo Aranda muestran que a partir del 2500 a.C. se produjo el abandono de la mayor parte del poblado, quedando reducida el área de hábitat a un pequeño asentamiento localizado en el recinto más interno de la meseta de Los Millares.
Coincide esta merma de población con la fecha de construcción de los trece “fortines” que se localizan en zonas elevadas próximas, hasta que en el año 2.200 a.C, aproximadamente, se produjo el abandono definitivo del poblado.
Pero mientras que Los Millares era una ciudad floreciente, seguramente la más importante de su época, el resto de Almería no estaba vacía. A unos 30 kilómetros al noroeste se ubicaba otro poblado, el de El Peñón de las Juntas (Abla), que tenía un recinto fortificado y una necrópolis, la de Los Milanes. Precisamente en este yacimiento descubierto en los años 50 está ahora centrando sus investigaciones el Grupo de investigación GEA. Desde hace un mes y medio, un grupo de entre 9 y 14 personas excavan de lunes a viernes en algunas de las 18 sepulturas que hay localizadas, también de tipo tholos. “Son contemporáneas a las de Los Millares, pero aún hay que datar los restos humanos que hemos recuperado para saber si son anteriores o posteriores”, explica Gonzalo Aranda, director de la investigación. Será el carbono 14 el que dé las respuestas.
Un descubrimiento importante: cremaban a sus muertos
Por lo pronto, las excavaciones en Los Milanes ya han comenzado a dar resultados muy sorprendentes. “La principal novedad es que hemos podido documentar la existencia de un ritual funerario que hasta ahora desconocíamos en el sureste español: la cremación”. Es decir, que en algún momento, estos primeros almerienses (permítase la licencia literaria) decidieron incinerar a los fallecidos y depositar los restos en una de estas tumbas colectivas de tipo tholos.
“En una de las sepulturas de Los Milanes hemos registrado miles de restos óseos humanos que habían sido cremados previamente en otro lugar y depositados después en la necrópolis”, afirma Aranda. Para el catedrático de la Universidad de Granada esto se trata de una novedad de investigación de primer nivel que se suma a lo que ha comenzado a documentarse también en otras zonas de la Península Ibérica, pero que hasta ahora no se había visto en el sureste. De hecho, en la cercana necrópolis de Los Millares no se han hallado restos de cremación.
El yacimiento de Abla es otro de los ejemplos de ese apogeo que tenía la Almería de hace miles de años. Quienes están visitando el lugar estos días quedan asombrados de los hallazgos que las excavaciones están sacando a la luz. Junto a las sepulturas también hay manifestaciones culturales como la llamada “piedra de las pezuñas”, cuyo significado se está estudiando. Se trata de una enorme piedra o panel de grabados con diferentes petroglifos que se asemejan a pezuñas petrificadas, de ahí el nombre popular que recibe. Es quizás la piedra más extraña, pero también hay otras con cazoletas (un pequeño hueco artificial excavado en la superficie de algunas rocas), un petroglifo que es mucho más habitual en la decoración de las sepulturas megalíticas.
El Argar, una sociedad con clases
Viajemos ahora hacia el este de la provincia. El final de Los Millares coincidió con el surgimiento de otra cultura tremendamente importante, y de nuevo con Almería como máximo exponente: El Argar. De hecho, los estudios cronológicos manifiestan que pudieron ser coetáneas, pero en cualquier caso de forma muy breve. “El final del mundo calcolítico dio paso a las sociedades argáricas con unos patrones sociales, económicos y culturales muy diferentes, sin que esto signifique que no haya grupos humanos que sigan manteniendo sus vinculaciones con el mundo previo”, asegura Aranda. De hecho, las investigaciones del Grupo GEA descubrieron que algunos argáricos reutilizaban las sepulturas megalíticas anteriores.
Estamos en la Edad del Bronce. El año 2.200 a.C, aproximadamente, es decir, hace algo más de 4.000 años. Pero, ¿tenían algo que ver los argáricos con los pobladores de Los Millares? Es difícil de responder. Gonzalo Aranda cree que las transformaciones sociales y políticas generan formas culturales diferentes, “lo que no quiere decir que sean poblaciones radicalmente diferentes a las previas; las sociedades evolucionan y cambian en sus formas de vida y manifestaciones culturales, pero eso no significa necesariamente que haya un reemplazo poblacional o la llegada de pobladores de otro lugar”.
Sobre el origen de El Argar, los doctores Alfredo Mederos (Universidad Autónoma de Madrid) y Fernando Molina (Universidad de Granada) presentaron en el I Simposio celebrado en Antas en abril de 2022 los resultados de sus análisis de los restos óseos del yacimiento antense y de El Oficio (Cuevas del Almanzora). Los datos del carbono 14 concluyeron que el origen de El Argar (Antas) podría estar en el año 2044 a.C y su fin en el 1413 a.C, con una fiabilidad del 97%. “La Edad del Bronce del sureste ibérico podría tener su inicio en el 2200 a.C en tierras de Murcia (en Lorca) y que de allí se extendiera luego a la Cuenca de Vera (Almería) entre los años 2100 y 2050 a.C.”, aseguran.
Sea Antas o no el origen de la nueva cultura argárica, lo evidente es que esta sociedad fue muy diferente a todo lo anterior. “Los valores que imperaban en el Calcolítico estaban asociados a la solidaridad, igualdad, reciprocidad, a pesar de que existieran tensiones sociales entre diferentes linajes” dice Gonzalo Aranda. En El Argar, por el contrario, se distinguen por primera vez las clases sociales, con una minoría dominante, tal y como desvelan los ajuares encontrados en las tumbas. Se pasa del enterramiento colectivo, en tholos, a las sepulturas individuales o en pareja, con la peculiaridad de que se hacían en tinajas (enorme vasijas de barro) o en cistas (cuatro piedras planas colocadas formando un rectángulo). Las sepulturas se colocaban en el suelo de las propias viviendas. Así, los muertos pasan de estar en las necrópolis a reposar en las mismas casas, lo que habla de la mayor relevancia que se le da a la familia o el linaje.
Otra de las características que definen a la cultura argárica es la elaboración de las primeras armas pensadas para atacar o defenderse de otros hombres. Hasta entonces lo habitual era que se utilizasen las mismas herramientas que se usaban para la caza o para las labores del día a día. Pero la metalurgia argárica comenzó a forjar alabardas (especie de hachas) y espadas con el fin de matar a personas. Simplificándolo mucho, se podría decir que “inventaron” las armas especializadas. Una innovación sin duda muy relevante y que muchos estudiosos relacionan con la belicosidad de esta cultura. De hecho, se sabe que existía una élite de guerreros que eran los que tenían acceso a estas armas.
En algunos foros, seguramente no muy especializados, esto ha servido para llegar a catalogar a El Argar como la primera dictadura de occidente: una sociedad altamente jerarquizada, belicosa y en la que una minoría poseía las armas. No obstante, el arqueólogo Gonzalo Aranda está en contra de esta afirmación, que considera descabellada. “El número de armas encontradas es exiguo (conocemos unas 70 y poco alabardas y unas 14 espadas). ¿Pero fueron utilizadas como elementos de ataque o defensa? Por supuesto no podemos decir que no, pero si buscamos marcas o huellas de las afiladas hojas de estas armas en los restos antropológicos que hemos encontrado en las tumbas de yacimientos argáricos, no las encontramos. Por lo tanto, no tenemos contrastación empírica del uso de las armas”, dice el profesor de la Universidad de Granada.
Con el fin del Argar quizás también llegó el final de la hegemonía de Almería en la Prehistoria. De repente, por causas que se desconocen, la civilización entera se esfumó: colapsó. Fue en el 1550 a.C. Después, nunca más hubo enterramientos en tinajas ni una sociedad similar. ¿Qué pasó? Hay teorías que hablan de una revolución popular contra la clase dirigente; otros dicen que se esquilmaron todos los recursos… La respuesta quizás aún esté enterrada en yacimientos como el de Antas, en el que Luis Siret y Pedro Flores excavaron más de mil tumbas pero que aún tiene muchos secretos que desvelar.
Los Millares, Los Milanes, el Cerro de las Agüicas, Cortijo Nuevo, El Argar, El Oficio, Fuente Álamo, Gatas… Son solo algunos de los yacimientos que cuentan la historia de lo que fue esa Almería prehistórica. Las piedras, los huesos, restos de cerámica y metales cuentan historias de hace miles de años, de cuando quién sabe qué motivos provocaron que en el sureste español florecieran las culturas más importantes del momento. Merece la pena seguir investigando.
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