Alma de circo
El espectáculo aterrizó en Mojácar para ofrecer distintos números y la última actuación ha sido en Turre

¡Circo París llega hoy a esta localidad, con su maravilloso espectáculo de circo y fieras. Con la actuación especial de sus dos grupos de fieras: Jorge Elich, el domador más joven del mundo con sus leones africanos, y Tatiana Elich Cristo con sus tigres siberianos. El espectáculo ideal para toda la familia. Un viaje al mundo de la fantasía para niños de todas las edades, con leones africanos, osos en libertad, monos comediantes, llamas del Perú, camellos del desierto, caballos ponys, batusis americanos, búfalos de la India, canguros australianos, cabritas enanas, atracciones, equilibristas, malabaristas, anillistas, rulistas, contorsionistas, magos y los payasos Hermanos Albertinis. No lo olvides: hoy, en esta localidad, circo París!
Cristina Elich, tras unas vueltas por la localidad con la megafonía ambulante dale que te pego, detiene el coche cerca de su caravana apenas tres horas antes del comienzo de la función. Es la mayor de seis hermanos todos dedicados en cuerpo y alma, como el resto de la familia, al circo. La pasión por el circo está lacrada en algún gen recibido de sus bisabuelos, de sus abuelos, de sus padres, "no podríamos hacer otra cosa ni vivir de otra manera. Yo nací en una caravana, con eso te digo todo. Estamos acostumbrados a esta vida, que tiene momentos duros de estar para arriba y para abajo, es una vida a la que estamos acostumbrados desde chiquititos y es lo que llevamos en la sangre". Los cinco hermanos trabajan en el circo, cada uno en su especialidad: Tatiana es domadora; Jorge también es domador -está registrado en el libro Guinness de los récords como el domador de leones más joven del mundo-; Talía, otra de las hermanas de tan sólo diecisiete años, hace un número de platos; Jenny, veinte años de edad, hace un número de holla-hoop; otra de las hermanas, con nueve años y de nombre también Tatiana, hace otro número de holla-hoop; la propia Cristina, con una hija de nueve años que se pone 30 aros en el cuerpo y los mueve todos a la vez, es trapecista y malabarista.
Comienza a desvanecer el contorno de la sierra frente a la playa de Mojácar; en el círculo de caravanas formado alrededor de la carpa, destacan dos de ellas por sus terrazas, una cuajada de macetas con plantas, la otra de ropas tendidas y ambas con la Virgen del Carmen en la entrada. Todo es calma, nada indica que resta un soplo para que la tía Ángela -años antes equilibrista en bicicleta- se ponga en la taquilla; que José, el patriarca familiar al que un mal día su corazón le crujió, tome el micrófono para anunciar el comienzo del espectáculo del que él también forma parte con un número de magia en el que su mujer, Encarna, es su ayudante y Cristina desaparece y vuelve a aparecer por eso, por arte de magia. La magia del circo, el alma del circo que atrapa para sí a los que ya no pueden escapar de su embrujo.
Fuera de la carpa, la vida es normal describe Cristina: "los pequeños van al colegio los días que estamos aquí, luego, después, van otra semana al colegio del pueblo donde vayamos a trabajar. Los circos grandes tienen colegio, pero a nosotros no nos dan subvenciones y claro, no podemos. Nosotras vamos al supermercado, ponemos la lavadora, pues las tareas normales de la casa, porque las caravanas son modernas y tienen de todo no como las de antes. Fíjate que me saqué el carné de conducir en Murcia, estuve en casa de una amiga y me agobiaba, que tenía que salir a la calle. Estamos acostumbrados a esta vida. Tenemos una casa en Albacete, pero prefiero la caravana".
Cristina y sus hermanas de cuando en cuando se escapan a un poquito de diversión. Cuenta que "si en la discoteca me preguntan que de dónde soy, yo digo la verdad: del circo, y que no me creen, oye, se echan a reír". Entre ellas y el marido de la tía Ángela se ocupan de todo, no quieren que su padre haga ningún esfuerzo por lo del corazón. Montan y desmontan la carpa -en ocasiones la montan, actúan, desmontan y a otro pueblo-, se ocupan de los animales, de los vehículos, de los ensayos, de los permisos municipales, de las faenas que nadie ve.
Cada una de las hermanas mayores vive en su caravana, pero a la hora de comer se juntan todas con sus padres, con la familia; es el momento de contar historias, de hacer planes, de mañana allí y en una semana a tal pueblo. Es la buena gente del circo sin luces, sin colores, sin alardes, sin meterse con nadie, con el camino por delante.
Una cosa Cristina: el apellido, Elich, ¿no lo he escuchado antes? "Sí, de cuando mis primos estuvieron en Mojácar con un espectáculo de coches".
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