Opinión
Las uvas de Isabel y Pedro
Tribunales
Almería/H.C., la marroquí que presuntamente asfixió a su hija recién nacida en Vícar en marzo de 2020, aseguró este lunes que no pidió nunca una azada a una vecina para enterrarla. Es más, sostuvo que se desmayó después de que la pequeña naciese muerta y con el cordón umbilical enrollado en el cuello. Y sin embargo, su ADN está en la herramienta de labranza que presuntamente se utilizó para remover la tierra en la que se encontró oculto el cadáver de la bebé bajo unos grandes bidones azules de agua.
Los agentes de la Guardia Civil que realizaron la inspección ocular del lugar del crimen y recogieron las evidencias que se entregaron al Instituto de Medicina Legal (IML) de Almería, que este martes han declarado como testigos-peritos, se han convertido en el gran pero de la versión ofrecida por la acusada apenas 24 horas antes.
A preguntas de la fiscal Teresa Prieto, que sostiene que H.C. actuó en todo momento sola, la acusada explicó que una vecina llegó a su vivienda cuando el dolor de parto se presentó para llevarse a otra de sus hijas, así como que no pudo llamar a nadie para ir al hospital porque ésta le dijo que “le faltaba tiempo”.
H.C. incidió en que la niña “no estaba llorando” y que tenía el cordón umbilical alrededor de la cabeza y del cuello, tras lo que aseveró que dicha vecina se la colocó en el pecho, momento en el que pudo “tocarla” aunque no la cogiese directamente, y que fue dicha persona la que le dijo que “no la tocase más porque estaba muerta”.
Añadió que le pidió un vaso de agua y que se desmayó, de forma que perdió la consciencia hasta el día siguiente, a la vez que insistió en que ella no asfixió a su bebé, y que no sabe quién pudo enterrarla, porque cuando se despertó ya estaban los vecinos en su casa y que poco después se presentó allí la Guardia Civil.
Durante el interrogatorio del letrado Manuel Blánquez, acusación particular en nombre del padre de la criatura, negó como ya había hecho anteriormente que pidiese una azada con la excusa de ir a plantar una parra y así poder usarla para deshacerse del cuerpo, como también rechazó que le dijese a nadie que la pequeña se encontraba en el hospital.
Un relato que se ve contradicho por el de los citados agentes de la Guardia Civil, quienes han explicado este martes al jurado popular presidido por el magistrado Jesús Miguel Hernández Columna que al entrar en la casa en la que ocurrieron los hechos, que ya se encontraba precintada en ese momento, encontraron restos de sangre en diferentes puntos, y han precisado que encontraron esta azada en una “casa cercana” a “unos metros” de la de la acusada.
Han señalado que tomaron muestras en tres puntos diferentes, tras lo que estos isopos se remitieron al laboratorio, a la vez que se preservó la azada. Gracias a esto se descubrió que la misma tenía restos biológicos de la dueña del instrumento y de la acusada. Precisamente, el letrado Blánquez insiste en la acusada acudió a algunos de sus vecinos para pedir una azada con la excusa de plantar una parra frente a la vivienda; una postura que la defensa ejercida por el abogado Alejandro Jiménez rechaza al entender que, tras el parto, la acusada se habría desvanecido y habría estado impedida para ello.
También han declarado agentes que redactaron el atestado inicial, que han manifestado que a su llegada a la casa les indicaron que una vecina, la misma a la que H.C. señaló este lunes como la mujer que la asistió en el parto y a la que los agentes conocían de “otras actuaciones”, fue la que les indicó que la acusada podía haber tirado algo a una balsa de riego.
Asimismo, han trasladado que fueron las vecinas de H.C. las que les apuntaron que “antes estaba embarazada” y en ese momento ya no, por lo que creían que había dado a la luz y “había tirado la placenta y al recién nacido”.
“Sólo nos decía que no”, han apostillado en referencia a la negativa que les dio H.C. al ser preguntada sobre si había estado embarazada. A pesar de ello, buscaron en los alrededores y detectaron que bajo unos bidones de agua, junto a la puerta de la acusada, había tierra “removida de poco tiempo” y un “sarmiento plantado de pocos días”.
“Los vecinos decían que lo había enterrado, y por eso me fijé en los bidones, y entre un compañero y la Policía Local removimos la arena hasta que vimos un trapo, y vimos la cabeza y hombros de un bebé”, ha abundado uno de ellos.
Otros agentes de la Policía Judicial de la Guardia Civil han añadido que vieron la placenta en una “balsa de riego en desuso y completamente llena de basura”, toda vez que han reconocido que la encontraron porque una vecina les indicó dónde debían buscar, ya que -de acuerdo a otro guardia- ella ya la había encontrado allí.
El agente que realizó el reportaje fotográfico de la escena del suceso ha asegurado, por su parte, que el cuerpo estaba “perfectamente formado y parecía que acababa de nacer”.
La calificación de la fiscal señala que la mujer dio a luz a una niña a lo largo del 7 de marzo de 2020 en su domicilio, tras "ocho o nueve meses de gestación", y que la acusada usó sus manos para estrangularla hasta provocar la muerte de su hija por asfixia mecánica ese mismo día.
Tras esto, la habría enterrado bajo un gran bidón junto a la puerta de su vivienda y añade que la placenta se halló en una bolsa arrojada a una balsa de riego próxima al domicilio de la acusada.
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