2025, al año de Franco (I). 20 de noviembre de 1975
Cultura
Este año se cumplen 50 años de La Transición en España
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Las conmemoraciones históricas pueden ser altamente significativas. Muy próximo a cumplirse el 50º Aniversario de la muerte de Francisco Franco Bahamonde, Generalísimo de los Ejércitos, un compungido Carlos Arias Navarro comunicaba a los españoles por la única televisión en aquellos años: “Españoles, Franco ha muerto”. La, para muchos, triste noticia, fue también, para otros muchos, una buena nueva, un hecho largo y resignadamente esperado que, a la vez que cerraba las puertas de un pasado tan oscuro y turbulento, como lamentable, las abría para un futuro nuevo y esperanzador.
Ya, muy perjudicado por sus patologías, y sin la fuerza y mando que se le había caracterizado años atrás, coincidió ese noviembre quince días antes de su muerte con la llamada Marcha Verde sobre el Sahara. El Príncipe Juan Carlos había sido nombrado jefe del Estado español en funciones debido al agravamiento de la enfermedad del dictador, que tuvo que ser intervenido en el Pardo y seguidamente trasladado y hospitalizado en La Paz.
Hassan II aprovechó la crisis del absoluto poder franquista para invadir el territorio saharaui con miles de civiles desarmados, analfabetos y hambrientos y algunas columnas militarizadas camufladas, con el apoyo más o menos explícito de Estados Unidos y Francia. Durante tres intensas jornadas la guerra fue una posibilidad inmediata. Al final, Hassan II ordenó la retirada y el acuerdo con Madrid estableció un calendario de desalojo bajo la mediación de Naciones Unidas y la firma de Mauritania, Marruecos y España.
Una vez situados en el tiempo, volvemos a aquel jueves, 20 de noviembre de 1975. Cuando la ciudadanía se levantó para ir a trabajar y se conoció la noticia, se vislumbraba una nueva época para la historia de España. El dictador que había gobernado durante 36 años, había muerto a los 83 años en una cama del Hospital de La Paz, en Madrid, aquella fría madrugada tras una larga agonía. Un hecho que dejó helado el corazón de muchos, y prendió la llama de la esperanza en otros muchos.
A todos por igual, sin excepción, sin embargo, nos invadía el nerviosismo, la tensión y el miedo a la nueva etapa desconocida. A pesar de que Franco había dicho aquello de que “todo, todo está atado y bien atado”. La imagen de Arias Navarro transmitiendo la noticia a través de aquella televisión en blanco y negro se coló en los hogares españoles de la misma forma que la música sacra y clásica en las emisoras locales. Los periódicos sacaron ediciones especiales. Las banderas a media asta, la suspensión de las clases en los colegios o las lágrimas de unos contrastaban con la alegría y el descorche de botellas de champán de otros. En Andalucía y doy fe por que lo vi en primera persona, los más nostálgicos pudieron entonar la canción de aquel verano anterior, “Sevillanas del adiós”.
Como caso anecdótico, podemos decir otro 25 de noviembre, pero en este caso de 2016 murió también en su cama, Fidel Castro. Y pese a las teorías, proyectos y anhelos de libertad del pueblo cubano y del conjunto de la sociedad internacional, la muerte de Castro no supuso el final de la dictadura. A los hechos me remito.
La diferencia entre un caso y otro es evidente. En España, tanto desde los rescoldos, que aún existen, del propio Movimiento Nacional como la oposición democrática, se conjugaron para transitar hacia una democracia plena en la que imperara el Estado de Derecho y la convivencia sana entre unos y otros. Por una política de “buena vecindad” eso no lo garantizaba la muerte del dictador.
Habría cambios. Claro que los habría, ese era el sentir general, pero la sucesión estaba asegurada en la figura del rey Juan Carlos I. Siguieron dos gobiernos designados por las leyes del franquismo, y un proceso de apertura con altibajos. Tanto el partido único o Movimiento Nacional como el sindicato vertical no fueron disueltos hasta bien entrado 1977. Hubo decenas de muertos, violencia en las calles, presos políticos hasta octubre de ese año, y coyunturas difíciles. Las cosas cambiarían, sí; pero en 1975 no empezó la democracia.
La Transición (1975-1982) es el proceso por el que España pasó de una dictadura a una democracia. Ésta llegó con la victoria electoral del PSOE, en octubre de 1982, por mayoría absoluta, hecho que significó la consolidación de la democracia. En este sentido, se puede observar una evolución en los valores y en la mentalidad de los españolitos de a pie, lo cual puede encontrarse reflejado en el cine de esas fechas. De esta manera, se pueden analizar seis de las películas que se realizaron – “Furtivos” (1975), “Las largas vacaciones del 36” (1976), “El diputado” (1978), “Siete días de enero” (1979), “Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón” (1981) y “Volver a empezar” (1982) – para comprender mejor los problemas y los cambios que tuvieron lugar en este periodo, así como la visión que de éstos tenía la sociedad española, tratando de demostrar que la historia y el cine están más relacionados de lo que parece.
Para los demócratas "lo que es extraordinario es el ruido que ha generado este evento en la sociedad antes de empezar”, y creo que es preferible hablar de "recuerdo" que de "celebración o conmemoración". Amigo lector, se cumplen cincuenta años de la muerte de una persona que marcó la historia de España y, 50 años después, una sociedad civil fuerte recuerda el cambio profundo que esto supuso y hoy disfrutamos con plena libertad.
Podemos decir que todas las democracias europeas han recordado y explicado qué supusieron sus dictaduras. "En Italia se ha hablado del fascismo de Mussolini, en Alemania, del nazismo, de Hitler. No es algo distinto en España, lo único es que nosotros tuvimos una dictadura por tres décadas más. Es muy positivo la importancia de "difundir conocimiento, investigación y pruebas, y no propaganda y opinión" sobre las dictaduras.
El Gobierno ha designado a Carmina Gustrán como la nueva comisionada para de organizar los actos conmemorativos. Bajo el título oficial de “Comisionada para los Cincuenta Años de Libertad”, esta historiadora se convierte en la figura clave para liderar uno de los proyectos más simbólicos y sensibles del calendario político y cultural de 2025.
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