Así fue el terremoto que destruyó Vera en 1518

Historia

El 9 de noviembre el suelo tembló con fuerza dos veces derribando todas las viviendas y provocando 150 muertes

Recreación de la ciudad de Bayra antes del terremoto. / Vera, Donde Mi Tierra Llega Al Mar

El cerro del Espíritu Santo destaca sobre el perfil de casas bajas de la ciudad de Vera. Imponente, con una estatua del Sagrado Corazón en su cima, mira pasar la vida del nuevo pueblo desde que un terremoto dejó enterrada para siempre su historia y la vida de 150 personas. Fue el 9 de noviembre de 1518, hace justo 504 años.

Tal día como hoy, pero de 1518, los habitantes de Bayra —eran repobladores cristianos llegados del Reino de Murcia tras la Reconquista, sellada con las capitulaciones de junio de 1488— probablemente estarían paseando tranquilamente por las estrechas y empinadas calles construidas en la ladera del cerro que ahora se llama del Espíritu Santo. Quizás nunca se sepa con exactitud cómo era esa ciudad (¿quizás parecida a la actual Mojácar?), pero se está excavando e investigando para arrojar luz sobre ello.

Desde lo más alto, donde estaba su alcazaba, podrían contemplar sin dificultad alguna el Mar Mediterráneo y la vecina población de Muxacar (actual Mojácar). Seguramente muchos de ellos estarían trabajando en sus huertos, regados mediante acequias con el agua procedente del río wadi Bair o río de Vera —el actual río Antas—.

Seguro que nadie podría imaginar que ese martes sería su último día en aquella ciudad. Aunque los más supersticiosos tenían motivos para estar preocupados. Ese mismo verano de 1518 habían ocurrido cosas extrañas en la comarca. Presagios de que algo malo se acercaba. En julio, las norias se pusieron en movimiento ellas solas en el campo de Huércal-Overa. Días después, las campanas de la iglesia de Lubrín tocaron, sin que ninguna persona las voltease. Así lo cuenta José Ángel Tapia en su libro ‘Historia de la Vera Antigua’. ¿Hechos sobrenaturales? ¿Presagios? Posiblemente fueran movimientos sísmicos previos al gran terremoto.

Yacimientos Arqueológicos de Vera. / Vera, donde mi tierra llega al mar

Cayó la noche. Probablemente ya muchos estaban durmiendo a las 23:00 horas de ese día 9 de noviembre. El silencio dominaba la ciudad. De súbito, la tierra bramó con fuerza, temblando como estremecida por un escalofrío que recorrió desde la falda hasta la cima.

Alonso de Sepúlveda, vecino de Bayra, era uno de los que dormía. Vivía en una casa vieja y en mal estado, como casi todas las que formaban aquella ciudad. De repente, el techo se les vino encima y las paredes se desmoronaron como si fueran de papel. Sus padres murieron allí mismo, sepultados. Él quedó malherido, también bajo la tierra. Su testimonio quedó recogido por escrito para siempre y se conserva en el Archivo General de Simancas.

La casa de Andrés Perpiñán, otro de los vecinos de esa ciudad del cerro, también quedó reducida a escombros. Les cayó encima a él, su mujer y sus tres hijos. Cuando lo sacaron tenía un brazo roto y la cabeza malherida, pero sobrevivió.

La misma suerte tuvieron todas y cada una de las viviendas de la ciudad: unas 200 según los testimonios que se conservan. Ni siquiera resistió la alcazaba de la cima. “Sus cimientos, que eran grandes peñas, se hundieron”, contaba Alonso de Sepúlveda. Todos estos testimonios los recoge Gabriel Flores en su libro ‘La vida en Vera: capítulos de su historia’.

El “célebre castillo” del que había hablado el viajero Jerónimo Münzer en 1494, ya no existía. Apenas quedaron unas piedras dispersas por la ladera y los restos de sus cimientos y puertas, que aún hoy perduran —desde los trabajos realizados en 2018 se aprecian mucho mejor desde la lejanía—. El silencio que reinaba unos minutos antes se convirtió en sollozos. Unos lloraban porque estaban gravemente heridos, sepultados por las piedras. Otros, porque no hallaban entre tanto caos a sus seres queridos. Todos, de pronto, habían perdido lo que tenían.

Recreación de la vista aérea de la alcazaba. / Vera, donde mi tierra llega al mar

Un segundo temblor y la nueva ciudad

Pero no quedó ahí la cosa. Poco después el suelo volvió a temblar por otro terremoto tan violento o más que el primero. Las construcciones que habían logrado resistir, se vinieron abajo. Murieron unas 150 personas: hombres, mujeres, niños, ancianos…

Solo quedó en pie “una pequeña capilla de la iglesia donde estaba el Corpus Domini”, algo que se tomó como un gran misterio “pues parece que el soberano Señor, que allí estaba, permitió que la naturaleza tuviera poder sobre los edificios que eran más fuertes que la capilla, pero que ella se conservara sin ruina”. Así lo relató el emperador Carlos V a su embajador en Roma. No obstante, hoy lo que queda en el cerro es solo un aljibe, que quizás fuera usado como ermita.

Ha pasado más de medio milenio ya de la destrucción de Bayra que, como consecuencia, dio lugar a la construcción de la actual Vera, en el llano cercano, junto a la Fuente Chica. Una ciudad que mandó erigir el emperador siguiendo la traza propuesta por el corregidor Francisco de Castilla: planta cuadrada, cerrada por muros de tapial, con ocho torres, con almena y troneras y dos puertas; una al camino de Granada o Puerta de Arriba, y otra hacia el mar —la puerta de abajo o del sol—. Hoy, por desgracia, no queda nada que aquella muralla que protegió a la ciudad, por ejemplo, del asedio del morisco Abén Humeya en septiembre de 1569.

El cerro ha dado lugar a muchas leyendas. Por ejemplo, dicen que fue la propia Isabel la Católica quien visitó Vera tras el terremoto y lanzó un tiro de ballesta desde lo alto del cerro para determinar el lugar en el que se tenía que construir la nueva ciudad. Una historia muy divulgada por el boca a boca y que incluso ha aparecido alguna vez en los medios de comunicación provinciales, a pesar de lo absurdo de su planteamiento. La presencia de la famosa reina católica habría sido un misterio incluso mayor que la resistencia de la capilla ante el terremoto, pues Isabel de Castilla murió el 26 de noviembre de 1504, es decir, 14 años antes del seísmo de Vera.

El cerro del Espíritu Santo. / Vera, donde mi tierra llega al mar

Hoy, la vieja Bayra a simple vista no es más que un cerro lleno de matorrales, chumberas y pedruscos, coronado por la imagen de un Sagrado Corazón de Jesús —instalado el 17 de julio de 1948—. Pero es mucho más que eso. Es el símbolo de Vera y su mayor icono. El recuerdo de su historia y un yacimiento con un potencial aún por descubrir, en el que está trabajando la Universidad de Granada.

El cerro del Espíritu santo es un lugar que despierta la curiosidad de quienes visitan el pueblo por primera vez y que fascina a los veratenses que desde que se instalaron en el llano nunca han dejado de mirar al cerro, subirlo y maravillarse cada vez que en su camino tropiezan con algún resto de la cerámica de aquellos hombres y mujeres que un 9 de noviembre de hace medio milenio vivían con total normalidad sin saber lo que les esperaría al llegar las 11 de la noche.

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